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Vishy Anand, la aventura cósmica del chico relámpago
Cuentos, jaques y leyendas

Vishy Anand, la aventura cósmica del chico relámpago

El indio Viswanathan Anand es uno de los ajedrecistas más increíbles de la historia del noble juego. Su rapidez en el tablero es aún un misterio inexplicable

MANUEL AZUAGA HERRERA

Sábado, 4 de febrero 2023, 21:29

Madrás, al sur de la India. Años 70. El club de ajedrez de la ciudad tomó el nombre de Mijaíl Tal, en honor al excampeón soviético. El lugar fue inaugurado en 1972 por el Centro Cultural Ruso. Abría los lunes y los jueves por la tarde. Los domingos lo hacía desde por la mañana. Un joven de siete años llamado Viswanathan Anand se pasaba las horas en el club. «Cumplía deprisa con las tareas del colegio para jugar todo el tiempo posible», confiesa hoy Anand. A pesar de que había suficientes tableros y piezas, los asiduos establecieron una modalidad de juego más dinámica. Dos ajedrecistas se enfrentaban a una partida de cinco minutos para cada bando. El ganador mantenía su sitio y jugaba contra el siguiente rival. Por contra, el perdedor se levantaba y esperaba un nuevo turno. «Dependiendo de la gente que hubiera», recuerda Anand, «podías hacer cola durante una hora o una hora y media. Y, claro, no era muy divertido mirar las partidas de los demás». Si alguien ganaba cuatro o cinco partidas seguidas, se establecían los «comités». Los comités eran grupos de consulta que ayudaban con el objetivo de derrotar al jugador más fuerte. Viswanathan Anand era el rey de mesa. Disputó miles de partidas bajo la presión del cronómetro. A veces era capaz de mover dos jugadas por segundo. Así empezó la leyenda del «rápido de Madrás». La aventura del «chico relámpago».

Aquellos encuentros cafeteros configuraron en Anand, de forma inconsciente, un estilo de juego endiablado. Pero no solo fueron estas sesiones las que lo convirtieron en uno de los jugadores más veloces de la historia del ajedrez. Hay en él una chispa de luz innata, un don único y misterioso. Anand es el dios Murugan del tablero. «Es mi naturaleza. Así soy», reconoce Viswanathan. «Suelo decidir muy rápido porque una vez la jugada pasa por mi cabeza necesito hacerla para comprobar que, en efecto, es la jugada correcta. Por supuesto, de vez en cuando, se me escapan oportunidades. Y cometo errores. Pero la mayoría de las veces es mi rival el que está muy incómodo, apurado con el tiempo, y no comprende muy bien cómo puedo responder sus jugadas al toque, con tanta velocidad. Lo sorprendente es que hoy, a mis 53 años, conservo esta misma naturaleza».

En 1978, el padre de Anand, Krishnamurthy Viswanathan, ingeniero de la compañía Ferrocarriles del Sur, aceptó una oferta para trabajar como asesor en Filipinas. La familia se trasladó a Manila durante un año. Esta circunstancia fue decisiva porque entonces Filipinas era el epicentro con más latido del ajedrez internacional, debido sobre todo al empuje de un polémico personaje, Florencio Campomanes, más tarde presidente de la FIDE. Ajedrecista, politólogo, hombre de moral dudosa, Campomanes pertenecía al círculo íntimo de confianza del dictador Ferdinand Marcos. Gracias a su influencia, Campomanes logró que el campeonato por el título del mundo entre Anatoli Kárpov y Víktor Korchnói se celebrase en la ciudad filipina de Baguio. El país entero siguió sin pestañear cada una de las partidas de este duelo. Anand y su familia llegaron a Manila pocas semanas después del campeonato, pero el entusiasmo por el ajedrez seguía siendo febril. En la televisión pública se emitía el programa 'Chess Today', dedicado al juego-ciencia. Al final de cada episodio, se retaba a los espectadores a que resolvieran un problema de ajedrez. Anand no podía ver el programa porque estaba en clase. Pero cuando volvía a casa su madre le contaba todo lo que había sucedido y cuál era el desafío. Vishy Anand, con solo 9 años, enviaba por correo las soluciones de cada problema. Por aquellas fechas no existían los módulos de análisis, por lo que había que echar mano del cálculo mental, con un tablero como único soporte. «Conservo fotografías en las que estoy con mi madre recogiendo los premios del concurso. Eran libros de ajedrez. La lectura de estos libros, que sigo teniendo, me ayudó mucho en mi progreso», recuerda Anand. En una de estas ceremonias de entrega los responsables del programa supieron que la familia de Anand iba a volver pronto a la India. Entonces, medio en broma, le pidieron a Vishy que eligiera todos los libros que quisiera, pero que, por favor, ya no enviara más respuestas.

Ha ganado cinco campeonatos del mundo y ha sido durante años número uno del 'ranking' FIDE

La persona clave en la vida de Anand fue su madre, Susheela, una mujer que procedía de una familia donde el ajedrez estaba siempre presente. «Mi madre jugaba y mis tíos también, incluso lo hacían en el colegio», confirma Vishy. Y añade: «Mi madre me enseñó las reglas. Cuando vio que yo sacaba el tablero una y otra vez, me buscó un club. Y, más adelante, fue ella quien me acompañó en los viajes de mis primeros torneos». La historia de Anand se parece en este punto a la de Alexander Alekhine, pues en ambos casos fue una figura femenina la que les transmitió la pasión por el juego. «Mi madre y mi padre me dieron todo su apoyo para que jugara al ajedrez. Esta confianza fue muy importante para mí», reconoce Anand. A su regreso a la India, Vishy empezó a jugar en la división juvenil de Tamil Nadu. Las expectativas se cumplieron muy pronto. Así, con 15 años, se convirtió en el ajedrecista indio más joven en obtener el título de maestro internacional. Su fuerza de juego no tenía techo. En 1987, el destino lo llevó de vuelta a la ciudad de Baguio, al salón de juego que, siendo niño, visitó con sus padres para oler y tocar el lugar sagrado donde Kárpov y Korchnói se habían batido en duelo. En ese mismo escenario Viswanathan Anand alcanzó la gloria por primera vez en su vida. Se proclamó campeón del mundo juvenil. El prodigio se confirmó.

Una memoria prodigiosa

Uno de los rasgos más impresionantes en Vishy Anand es su portentosa memoria. En su época, los ajedrecistas de élite revisaban las partidas clásicas de las leyendas (Morphy, Steinitz…) y estudiaban las publicaciones del 'Šahovski Informator', una suerte de base de datos que ayudó a generaciones de jugadores a organizar la teoría de aperturas y a analizar el juego de sus rivales. Gari Kaspárov dijo: «Todos somos hijos del Informator». En estas circunstancias analógicas la memoria de Vishy Anand jugó un papel esencial, pues le permitía clasificar, en su propio catálogo mental, toda la información que más tarde necesitaría delante de un tablero. Le pregunto a Vishy por su poderosa retentiva: «¿Le viene dada como una destreza previa al ajedrez o, por el contrario, la ha desarrollado gracias a la práctica del juego? ¿Memoriza también otro tipo de cosas, dónde ha puesto las llaves, por ejemplo, o las fechas históricas?».

La respuesta de Anand explica el misterio desde un enfoque humilde y panorámico, sin olvidar que en los márgenes existen algunas claves que son interesantes para comprender un poco mejor cómo funciona la cabeza de un ajedrecista de élite: «Mi memoria es buena, es cierto, pero hay que tener en cuenta el volumen de información. Cuando yo era joven recordaba casi todas las partidas que jugaba. También algunas de las que leía en las revistas. Pero es que no eran tantas. A lo mejor recordaba sesenta partidas. Y siempre gracias a un patrón, a un elemento que me facilitaba memorizar la posición que se daba en el tablero. Me ocurría igual en otros ámbitos. De hecho, hubo un tiempo en el que recordaba casi todos los números de teléfono que utilizaba. Pero el volumen era igualmente limitado. Me ayudaba establecer un cierto orden interno, encontrar si un dígito se repetía de alguna forma o si era múltiplo de otro». Y añade: «El ajedrez ha mejorado mi memoria porque me ha enseñado a practicar técnicas. Si repito estas técnicas en otras situaciones, sí que puedo recordar casi cualquier cosa, también donde están mis llaves [risas]. En cualquier caso, no creo que los ajedrecistas tengamos, en general, una memoria especial. Conozco las gestas memorísticas de Harry Pillsbury, eran asombrosas, pero podría ser que en siglos pasados tuvieran menos distracciones. En cambio, en la actualidad, nuestro cerebro se ha tenido que adaptar a una cantidad inconmensurable de información y, más que memorizar, sabe dónde encontrar lo que busca. Es así como sobrevivimos».

Sea o no por esta cualidad innata, Viswanathan Anand ha ganado cinco veces el campeonato del mundo y ha sido el número uno del 'ranking' FIDE durante años. En la India es un héroe nacional. Antes de lograr su primer título mundial (2000), Vishy fue distinguido con el premio Khel Ratna, el más alto honor deportivo de su país. Sus éxitos han sido fuente de inspiración para una nueva hornada de jóvenes ajedrecistas indios. Todos quieren ser el nuevo Anand. Tras retener el título de campeón ante Krámnik, Topalov y Gelfand, perdió la corona en 2013 contra el noruego Magnus Carlsen. La derrota tuvo un punto doloroso y circular porque se produjo en Chennai, nombre actual de Madrás, la tierra de Vishy. Jugar en casa se volvió en su contra pero, en opinión de Anand, aún queda por delante una historia de esperanza: «Creo que la nueva generación de jugadores indios, a largo plazo, puede llegar muy lejos. El ajedrez nació en mi país y, de alguna manera, quizás algún día vuelva a sus raíces».

Un astro en el firmamento

Anand, por lo demás, es un tipo exquisito, humilde y educado. Le gusta escuchar Queen y Pet Shop Boys. Leer. Ver películas. Hubo un tiempo en el que si veía 'Terminator', de pura coincidencia, ganaba la partida del día siguiente. O el torneo. «No sé si esto funcionaría ahora, si me pongo a verla a propósito», bromea. Su afán de curiosidad ha transcendido las sesenta y cuatro casillas y le ha llevado a ser un gran aficionado a la astronomía. Vishy ha observado el cielo profundo en el desierto de Atacama. Ha fotografiado una supernova en la Galaxia del Remolino (M51). Su pasión por los astros es tan formidable que, en 2018, el Minor Planet Center del Observatorio Astrofísico Smithsonianun, en Massachusetts, decidió bautizar un planeta enano con su nombre: '(4538) Vishyanand'. El planeta se encuentra entre Marte y Júpiter y tarda 1379 días en completar una órbita alrededor del sol. Quizás esta aparente lentitud explique, paradójicamente, el misterio de Vishy sobre el tablero, pues mientras el resto de mortales damos casi cuatro vueltas de traslación, Vishyanand solo 'necesita' una. Claro que no deja de ser una alegoría, una suposición un tanto poética y absurda, lo admito, pero al mismo tiempo sería hermoso que así fuera. Al fin y al cabo, Viswanathan Anand juega al ajedrez como un extraterrestre.

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