De pequeña se sentía en un constante 'show de Truman' donde conocía a todos y todos la conocían a ella. En Melilla era la niña ... de los Salama, judía «lo sintiera o no, creyera o no». Pero con los años aprendió a valorar lo que suponía crecer en «un limbo así», en un «pueblo sin pueblo cercano». Tanto que a ese lugar, a sus gentes y a sus costumbres Violeta Salama le dedica su primera película, un proyecto acariciado y trabajado durante siete largos años que el 10 de diciembre llega por fin al cine. 'Alegría' es un homenaje a la Melilla donde ella se crió, una ciudad de contrastes y convivencia cultural que vive más allá de la valla. Una historia amable donde ellas son las protagonistas (la actriz malagueña Mara Guil es uno de los rostros del reparto). Porque «hay muchas historias de mujeres que contar que no tienen nada que ver con los hombres», defiende la irectora afincada en Málaga.
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-En 'Alegría' muestra una Melilla diferente a la que solemos ver en los informativos, con color y alegría.
-La idea era esa, enseñar la otra cara de la ciudad. Tenía muchas ganas de hacer un homenaje a lo que yo había mamado de mi abuela en Melilla, a esa convivencia de la cultura judía y musulmana, que era lo que yo veía en mi casa. En España es un tema que no está muy presente en nuestra literatura ni en nuestra cultura en general. No se está hablando de eso. Desde la escritura a la realización, está muy enfocado en que sea una peli bonita. No quiere ser completamente idealizada, sembramos los conflictos que sí pasan políticamente en Melilla, y está la valla, está el clasismo, para que no parezca que lo estamos ignorando. Pero sí que nos hemos centrado en otras cosas, en la boda, en estas mujeres y en sus relaciones positivas.
-Melilla es mucho más que una valla.
-La gente que vive en un conflicto tiene que vivir. No pueden estar todo el día pendientes del conflicto. Tienen que vivir de cara y también de espaldas a la valla. De lo contrario, estás todo el día angustiado.
-¿Por qué cree que no se ahonda en esa multiculturalidad de la que habla? ¿Por miedo a molestar, porque no interesa?
-Hay un poco de todo. Me han preguntado mucho sobre si existe la comunidad judía en España. Y claro que existe. Aquí, por toda la historia reciente del país, están mucho más acomplejados, más pequeñitos, más discretos. Franco mantuvo a los judíos en un 'podéis estar aquí, pero calladitos'. Y luego para Europa queda mucho mejor que seamos todos más europeos que africanos, que no nos mezclemos con los árabes. Se ha creado un submundo con la geopolítica internacional que lo árabe y lo judío supone meterse en camisa de once varas de golpe. Siempre me he preguntado por qué yo, habiendo vivido de niña trece años en Melilla, no aprendí árabe. Me habría dado una ampliación del mundo inmensa. Son pequeñas cosas que harían que floreciera esa multiculturalidad y que la aceptáramos como propia. En Andalucía es mucho más obvio esa presencia árabe. Vas a Granada y parece que hay un 'Cortilandia' de teterías. Eso sí nos gusta para los turistas, pero luego no potenciamos que realmente forme parte de nuestra cultura.
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-¿Hasta qué punto ha abordado este tema con total libertad o ha ido con pies de plomo?
-Los pies de plomo es sobre todo por el desconocimiento. Hay gente en el norte de España a la que todo esto le pilla lejísimo y no le suena de nada. No saben que la palabra Sefarad significa España, traducida literal, es un mundo prometido para la cultura judía y sin embargo aquí no lo sabe nadie. Y las libertades, en una primera película, son muy pocas. Tienes que hacer tantas cosas dependiendo de las ayudas que te hayan dado, que al final vas perdiendo libertad poco a poco.
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-Una primera película tiene muchas hipotecas.
-Muchísimas. Y, además, con mucho cuidado de no ofender a nadie. Lo he intentado hacer con respeto y con mucho cariño. Centrarnos en lo que nos une a la otra persona y no en desarrollar lo que nos diferencia. Es como la cena de Navidad con tus padres, hablar del tema que sabes que no os va a llevar a peleas.
-¿Hay un cierto estigma para quienes crecen en Melilla?
-Sí, en la película también está el tema de la identidad. Mi pareja es catalana y como tal tiene muy clara su identidad. Los andaluces también, pero en Melilla estamos súper perdidos. Hay mucho sentimiento nacionalista por el sitio donde estamos geográficamente, para marcar que esto es España, pero luego la gente no se siente especialmente ni melillense ni andaluz. Te quedas como en un limbo. No es como las Canarias que son siete islas. Esto es como un pueblo sin un pueblo vecino: Ceuta está a ocho horas en coche. Cuando eres pequeño es horroroso porque te sientes en un 'show de Truman' totalmente atrapado. Pero con los años también valoras lo que supone un limbo así en el mundo, parado aquí con su propio tempo.
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-A usted le ha marcado, está claro.
-Mucho. Cuando vivía en Melilla yo era judía lo sintiera o no, creyera o no. Porque la sociedad me había marcado así porque era hija de mi padre, nieta de mi abuela y todos me conocían. En el colegio hacía ética y en esa hora jugaba al fútbol: en el partido de los judíos contra los moros, yo iba con los judíos porque me tocaba. Cuando llego a Málaga con 13 años, al instituto de El Palo, y digo que soy judía, ahí nadie entiende nada ni le da importancia porque no saben lo que es. Ahí fue la primera vez que yo volví a integrarme sin tener que identificarme como judía. Allí no hacía falta.
-Y al decirlo le parecería a muchos un bicho raro.
-Totalmente, a mediados de los 90 había preguntas de todos los colores sobre el judaísmo. La mayoría de la gente no había conocido a un judío nunca. Incluso el equipo técnico que ha hecho esta película conmigo no conocía nada de las tradiciones que contamos y muchos me confesaron que no habían conocido a un judío en su vida. Luego la realidad es que seguramente conocen a alguno pero no saben que es judío.
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-Todas las protagonistas son mujeres y están ahí por ellas mismas, no por ser 'la novia de'. Es toda una declaración de principios.
-Es que hay muchas historias de mujeres que contar que no tienen nada que ver con los hombres. De los hombres hemos visto muchas facetas y de las mujeres nos quedan muchas por analizar todavía. Todas tienen contradicciones con su religión, con sus decisiones… como es la vida. Todas tenemos derecho a cambiar de opinión, seguir siendo flexibles y aprendiendo.
-La calificarán como historia femenina, cuando nunca se habla de historia masculina cuando los protagonistas son hombres.
-Totalmente. De pronto sale una película con cuatro mujeres y nos sorprende todavía.
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-Entra de lleno en la religión, da el protagonismo a mujeres y rueda en Melilla. Eso es ir a contracorriente de todo lo comercial.
-No sé cómo va a funcionar en España, por el desconocimiento y la falta de interés por el tema. Ojalá sirva de aliciente para que empiece a interesar. Pero creo que sí hay un público fuera, internacional, que es al que yo quería llegar, como le pasó a 'Caramel', 'La boda del Monzón'... Hay un mundo de las mujeres en todos estos sitios en los que cohesionan las culturas que están luchando por esta convivencia. Y suelen ser mujeres porque somos las madres y son las madres las que quieren que sus hijos crezcan en un mundo mejor y sin guerras.
-En la película se llega a decir «Como Dios no llegaba a todo, hizo a las madres».
-Porque sin ellas no avanzamos. Pero nunca hacemos el mismo ruido que ellos.
-¿Diría que es una película feminista?
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-Me cuesta porque tiene demasiadas connotaciones para una sola palabra, más cuando te metes en el tema del feminismo árabe o el feminismo judío, en el oriental, que tiene unas luchas diferentes a las mujeres occidentales. Me di cuenta de que no podía englobarlo todo en un solo saco. Ellas culturalmente están luchando por cosas diferentes y lo ven como algo occidental que intenta comerse su ideología oriental. Es un universo femenino, sin que tenga que ver con una lucha política.
-Me llama la atención que tenga claro que 'Alegría' funcionará más fuera que dentro de España.
-Lo pensé desde el guion. A lo mejor es el propio complejo de niña de Melilla, pero siento que en el mundo internacional todo el tema de la convivencia entre judíos y musulmanes está más latente, es un tema del que se habla más. También por la presencia: En Francia hay tres o cuatro generaciones de musulmanes, en España estamos aún en la segunda.
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-Debuta en un momento muy complicado. ¿Era el momento de arriesgar?
-El camino de una ópera prima es tan largo que tú ya no decides cuál es el momento. Yo llevo ya siete años con esta película. Tengo la esperanza de que la peli viaje, viaje mucho. En la taquilla nadie tiene muchas esperanzas puestas en ella, pero todos sabemos que las películas tienen mucha más vida en las plataformas.
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