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El vino es la bebida alcohólica que más te acerca a Dios; antes de estar en los pucheros, la sangre de Cristo ya estaba en ... el vino. Por eso, el Palacio del Obispo, sede también del Centro Fundación Unicaja, es un lugar idóneo para albergar esta exposición sobre el vino, denominada 'Vino. Arte y Símbolo' y comisariada por el prócer de la cultura malagueña Mariano Vergara. La muestra reúne unas noventa obras pertenecientes a la enorme colección del Museo Vivanco de la Cultura del Vino de Briones (La Rioja), reconocido por la UNESCO como el mejor museo de la cultura del vino a nivel mundial. En el recorrido, encontramos arqueología, pinturas, grabados, esculturas, tapices, óleos o cerámicas que abarcan desde la cultura mesopotámica hasta la actualidad, con obras de Pablo Picasso, Miquel Barceló, Andy Warhol o Juan Gris. 8.000 años de esta bella historia en torno a la inagotable influencia que el vino ejerce en la cultura; quién podría enumerar cuántas páginas de buena literatura le debemos a esta bebida que hay quien se empeña en llamar caldo, y lo mismo podríamos decir de la música, el teatro, la danza o las columnas periodísticas. El vino ha acompañado a la humanidad desde que esta tiene uso de razón y ha servido como elemento catalizador de cultura y de felicidad. Por eso se dice que en el vino está la verdad: «In vino veritas, in aqua sanitas». Pero lo del agua es otra historia.
Quizá por ese poder de atracción que tiene el vino o por el sello de calidad que imprime a sus exposiciones la Fundación Unicaja, el evento inaugural reunió a una representación, esperando ser nutrida, de gentes diversas de la cultura, de la empresa, de la política y, en definitiva, de la ciudad. El anzuelo, ya antiguo por infrecuente, que se pone en las invitaciones a actos culturales, «al finalizar el acto se servirá un vino español», se daba aquí por sabido y en la comitiva había personalidades de varios niveles. Empezando por el propio alcalde, que llegó retrasado al que podría haber sido su décimo acto público del día, y terminando por verdaderos poetas como Alfredo Taján, que suele regañarme si no le cito, o Álvaro García, que me ha regalado, como quien no quiere la cosa, el juego de palabras que titula este artículo.
Hasta los más escépticos, los abstemios y todos aquellos que de manera confesa acudieron a la inauguración alentados por el cóctel y la posibilidad de ibéricos se quedaron prendados con el montaje de esta exposición. Santiago Vivanco, director general de la Fundación Vivanco y copropietario de las bodegas, lucía pletórico al ver sus obras tan bien expuestas, en un recorrido que es el mismo que el de la historia de la civilización. Las paredes son del color vino tinto y el suelo está perfectamente enmoquetado con el marrón del corcho. La iluminación tenue resalta las obras y apuntala la sensación de que estamos en una bodega. «Esta exposición da sed», llegó a escucharse en un corrillo durante la visita inaugural, en la que Mariano Vergara dio detalles de las obras y del montaje, compartiendo su sabiduría en una lección magistral, como lo es el propio comisariado de esta exposición convertida ya en una parada obligada, hasta el 21 de abril y por un donativo de 3 euros, para quien guste del deleite, del vino y de las cosas bien hechas.
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