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Un yacimiento descansaba sobre la cama de la habitación de invitados de Pedro Alarcón. Piezas alineadas con fijación de entomólogo, dispuestas ante la mirada del espectador como los restos de un viejo naufragio. Esqueletos minúsculos, blancos, tan delicados que por momentos parecían pañuelos de papel arrugados y tirados ahí de cualquiera manera, sometidos al 'rigor mortis' del paso del tiempo inexorable. Pero eran piezas de porcelana, urdidas a partir de trozos de tela sumergidos en cerámica a 1.200 grados. Eran las esculturas de 'Labra perfida', el subyugante proyecto presentado por Victoria Maldonado en Casa Sostoa hace ya cuatro años. Aquella imagen surge ahora como germen de 'El acto de disecar', la exposición recién inaugurada en la Galería Yusto/Giner a modo de nuevo giro de tuerca en la trayectoria de la joven artista malagueña.
Porque Maldonado (Málaga, 1989) mantiene su indagación estética en torno a la taxidermia, pero lleva su propuesta más allá en su experimentación formal, hace crecer sus esqueletos, los tensiona y retuerce hasta presentarlos en escorzos morfológicos, vestigios de seres imaginarios, tan inquietantes como hermosos.
«Sigo tratando el tejido como esqueleto de la porcelana, pero ya no me quedo ahí, sino que radicalizo el lenguaje textil y no sólo es la porcelana solidificada, sino que paso a generar una especie de piel elaborada fundamentalmente con tejido, de modo que la porcelana se convierte en un esqueleto y el tejido, en un cuerpo», ofrece la creadora, que ha presentado su obra en ferias como Arco y Drawing Room y en el CAC Málaga, el Espacio Iniciarte y la Galería JM, por citar algunos ejemplos.
Justo en esta última sala ofrece Maldonado una pieza teñida de rojo sangre, que estas semanas convive en la cartelera expositiva local con otra escultura incluida en la colectiva '#TODAS' que ocupa el Rectorado de la Universidad de Málaga (UMA) hasta el 25 de mayo. Sin embargo, Maldonado vuelve aquí a la blancura de 'Labra perfida', al puro tuétano de la belleza.
«Esta exposición es blanca entera. He buscado piezas tan desgarradoras en sí mismas que he eliminado el contenido cromático para dar esa impresión de puro hueso», prosigue la artista sobre la exposición que ocupará la Galería Yusto/Giner hasta el próximo 22 de junio.
«En lugar de plantearlo como una creación de vida, lo que intento hacer en estas obras es disecar esa vida en el mismo momento en que genero ese cuerpo. Intento radicalizarlo, ir un paso más allá en el sentido de que intento darle a mi trabajo, que tiene que ver con el acto de dejar huella, otra dimensión, erradicando esa posible vida nada más surgir».
Una vocación de taxidermia que en las esculturas de Maldonado encuentra la tensión latente de piezas que parecen a punto de cobrar vida. «Ahora -sigue Maldonado- estoy más por lo corpóreo. Cada pieza es autónoma, pero en conjunto se mantiene ese aspecto de hueso. El artefacto de la escultura se presenta como un cuerpo muerto y por eso creo que acceder a esta exposición es como si entraras en la habitación de un cazador». Y ante la obra de Maldonado surge la duda: ¿quién es el cazador y quién la presa?
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