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Satura tela esa expresión de moda cuando actores o actrices quieren promocionar sus más recientes trabajos: es muletilla obligada que repitan sin cesar aquello del «viaje». Que si menganita ha hecho una serie nueva: «Me ha supuesto un viaje muy enriquecedor»; que si zutanito estrena ... película: «Lo di todo para el viaje que exigía el personaje», ay, y en este plan. Los arcos narrativos nos molan siempre, por supuesto, pero nos cansan mucho las frases manidas; tanto casi, ah, como los estereotipos argumentales. Y no sólo en la ficción, también en la política, la publicidad o la vida misma. De ahí que nos remueva, para bien o para mal, cualquier zarandeo a nuestras expectativas que sorpresivamente recibamos.
Eso sí que es un viaje bien dado: cuando una obra de forma inesperada nos turba o nos perturba. Exactamente es lo que pasa con 'Mi reno de peluche', serie encaramada a lo más visto de Netflix sin que nadie lo esperara, sin apenas promoción previa a su lanzamiento. Con uno de los peores carteles que se recuerdan y de título algo olvidadizo o rebuscado, cuenta el 'viaje' real de su protagonista, el comediante escocés Richard Gadd, a través de una experiencia biográfica de acoso y persecución por parte de una persona desequilibrada, interpretada por la inquietante actriz Jessica Gunning. Pero lo que se esperaría como mera revisión posmoderna del clásico 'Misery', con nueva Kathy Bates por aplaudir, acaba siendo algo más denso y estupendo.
Pues tras el tormento de ese camarero agobiado por los miles de mensajes inquisidores de una enamorada perturbada hay un caleidoscopio de malestares emocionales del protagonista, que se desvelan poco a poco de manera brutal, honestísima. Y de golpe comprendemos su inacción, sus propias y arriesgadas trolas, su vértigo ante el precipicio de una autoestima maltrecha. Y lo que se nos intuía como una simple intriga con algo de sorna acaba siendo una terapia de grupo, donde la audiencia viaja también pero nunca camino de la siesta: va directa a una pesadilla compartida de la que es difícil zafarse.
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