Vargas Llosa y la utopía novelesca

Nuestro Nobel de Literatura se despide de la ficción con un gran homenaje a la música popular peruana

IÑAKI EZKERRA

Sábado, 6 de enero 2024, 01:00

El de la novela distópica es un género que ha proliferado de forma llamativa en los últimos años. Dean R. Koontz publicó 'Los ojos de la oscuridad', la novela que describía una pandemia similar a la del covid, en 1981 y Margaret Atwood dio a ... la imprenta 'El cuento de la criada' en un 1985 en el que nada permitía constatar un empeoramiento de la situación de la mujer en el mundo. Como tampoco ha sucedido desde entonces nada en ese sentido que la obligara a publicar una segunda entrega de aquella novela, 'Los testamentos', en 2019. Nada excepto la moda comercial que se ha cernido sobre ese género narrativo. En este distópico contexto literario, resulta más que bienvenida una novela como 'Le dedico mi silencio', en la que Mario Vargas Llosa se atreve a hacer literatura con la utopía ni más ni menos, a contarnos la historia de un gran experto en la música popular peruana que sueña con el ingenuo ideal de un país conciliado y unido por los valsecitos del acervo patrio en una época dramática como la de los inicios de la década de los noventa, marcados por el terrorismo de Sendero Luminoso.

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Toño Azpilcueta es un personaje entre pintoresco y conmovedor, un tipo de una modesta condición económica que lo sabe todo del vals peruano y que comparece, en el libro, contrariado en la ilusión de heredar la cátedra de folclore que dejó vacante a su muerte el profesor Morones, un prócer nacional del que fue discípulo. Toño Azpilcueta es uno de esos seres a los que se les consulta todo sobre determinada materia. Su lucha por acceder al estatus académico será uno de los hilos argumentales del texto que corre paralelo al de su utopía hasta que colisionan ambos.

En la primera parte de la novela, Azpilcueta aún vive de impartir unas clases de dibujo y música en un colegio de monjas que se halla lejos de su domicilio pero que le ofrece la ventaja de poder llevar a él a sus dos hijas a estudiar gratuitamente. Su aventura novelesca se inicia el día en que un colega, un tal José Durand Flores al que respeta y envidia porque pasa por intelectual, lo reclama para que asista como invitado al concierto de un desconocido genio de la guitarra que es un valor seguro y que responde al nombre de Lalo Molfino. La experiencia de escuchar a esa gran promesa musical resulta para nuestro hombre una revelación auténtica que lo llena de esperanza y buenos sentimientos. Pero, cuando al poco tiempo Azpilcueta tiene noticia de la repentina muerte del guitarrista, será la conmoción que experimenta la que desate de forma definitiva su sueño utópico y el proyecto de dar a conocer éste a través de un libro en el cual Molfino, la historia de Molfino y la reconciliación nacional vendrán a ser una misma cosa.

Nuestro Nobel de literatura ha elegido para escribir esta novela un tono candoroso, sencillo, casi naïf, bien modulado como un instrumento musical y delicadamente acorde con la particularísima sentimentalidad de su antiheroico héroe. Y lo ha hecho con esa especial y difícil capacidad que tiene Vargas Llosa para penetrar en las psicologías de sus personajes y crear con ellas unas atmósferas que envuelven el texto y al propio lector. 'Le dedico mi silencio' tiene algo o mucho de valls criollo. Es una novela escrita con un acento peruano que va más allá de los propios peruanismos, que, por cierto, abundan en ella, pero que no dificultan su lectura. Con ese cadencioso tono que no rebaja, sino que potencia su conseguido nervio narrativo, el escritor nos va llevando por todas las modalidades de las melodías y de los bailes peruanos; por la historia de esa música nacida en los callejones de Lima a principios del pasado siglo. Nos va informando de todos los pormenores que ha sufrido ese folclore y colándonos sin que nos demos cuenta toda la información y el contenido teórico que podrían componer una obra ensayística.

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Pero no es ésta una novela exenta de realismo. Lo hay en las abundantes muertes que se suceden; en el amor secreto y frustrado que su personaje central siente por una cantante y que se transformará en una amistad cómplice. Lo hay en el choque de ese personaje y su utopía con la realidad.

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