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Uno espera que haya cosas que no pasen nunca, pero al final la vida es como es, y el final es inevitable. Ha muerto a ... los 89 años Zoilo Montero, veterano de los comerciantes malagueños y dueño de la tienda mítica de ultramarinos que abrió en los años 50 y es historia de Málaga. Desde entonces, a partir de ese bendito día en el que abrió por primera vez su tienda, pocas veces se le ha visto lejos del mostrador. Creo que habré visto a Zoilo en los ultramarinos todas y cada una de las veces que he ido a comprar allí, o puede que me equivoque y alguna vez el hombre estuviera descansando, merecidamente, pero mi recuerdo es que Zoilo siempre estaba ahí. Era una sensación reconfortante.
Hablar bien de un recién fallecido es casi una obligación, pero en este caso lo es más tratándose de Zoilo: resulta fácil hablar de él y no porque se haya muerto, ni porque haya estado al pie del cañón durante todos estos años, sino porque aquellas veces que te atendía, que son todas, siempre estaba el hombre con una sonrisa que daba gusto verla, una mirada capaz de enderezar un día gris. Recuerdo cuando iba a la Cinemateca del cine Albéniz, creo que a principios de los 2000, a comprar -y esto da apuro escribirlo- un señor bocadillo de sobrasada y una lata de refresco, puede que Fanta, que luego transmutaría a cerveza, suprimiéndose además el bocadillo que solía comer en un banco cercano. Por calle Alcazabilla pasaban coches y, según leo, el tranvía discurría por la misma puerta de Zoilo. Las cosas que hice y que aprendí con la energía de aquellos bocadillos forman una parte indivisible de lo que soy, igual que ocurrirá con todos sus clientes, habituales o no, a los que se les ha partido una parte del corazón al saber que no volveremos a verle.
El número 65 de calle Granada es una instalación donde el tiempo permanece congelado. Los Ultramarinos dejaron de atender a vecinos del barrio para vender, en su mayor parte, a turistas. Solo hace falta asomar la cabeza para comprobarlo. Cuántas veces habrá tenido que indicar dónde está el Museo Picasso. A quién no habrá visto pasar por delante de su puerta. Ahora los cruceristas van a por botellines de agua y se quedan prendados por el olor; cómo huele esa tienda, a cosas ricas, a la vista, seleccionadas y cortadas para ti.
Qué pasará con Ultramarinos Zoilo. Yo animaría a que siguiera al menos una generación más, pero estas cosas no funcionan así. Nos gustaría que muchas cosas se quedaran más o menos como están, como la sombrerería El Cid que, contra todo pronóstico, sigue despachando sombreros y no ha declinado a tienda de gofres, empanadillas, yogur helado, bombones, almacén de maletas, incluso apartamento turístico en sí. Ojalá un mundo en el que un ultramarinos con 75 años de historia fuera más rentable que todo lo anterior.
Ahora el homenaje es acercarse a los Ultramarinos, devolver el cariño y empujarnos juntos a sobrevivir.
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