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Es en Melilla el único lugar en el que he visto que se pueda mojar el churro en té moruno con total impunidad, convirtiéndose en ... una costumbre. Es fácil comprobar que la ciudad alberga muchos edificios modernistas y vestigios de otras modernidades estéticas entre las que también prevalece el angustiante número de esculturas franquistas o relacionadas con lo militar. Melilla tiene a casi la mitad de la población trabajando para la administración pública y muchos militares, porque Melilla ha sido y es una fortaleza bella e improbable que tiene un poco de muchas civilizaciones y religiones que, juntas pero no revueltas, siguen habitando la ciudad.
Melilla también tiene un festival cultural, el Iwa Fest, originalmente dedicado a la cultura bereber y que ahora, finalizada su tercera edición y en camino de la cuarta, emprende el propósito de hacerse más grande y más poroso para reflejar la diversidad en toda su amplitud. El último encuentro se celebró el 4 y 5 de octubre, aunque tuvo actividades previas como proyecciones de películas de Lois Patiño o Lisandro Alonso, un encuentro con la autora de novela gráfica Nadia Hafid con el escritor Mohamed Hammú o el concierto inaugural de Verde Prato; la artista vasca es una verdadera revelación que ha conquistado muchos festivales este año, incluido Iwa Fest, firmando la que sería una de las mejores actuaciones de todo el cartel.
Los conciertos principales del festival se celebraban en un lugar privilegiado, con vistas a la ciudad, el Fuerte de Victoria Grande, desde donde ver caer el sol supone un goce existencial. En el cartel artístico, que este año ha tenido un empuje por la electrónica, brilló la dupla formada por la cantaora onubense Rocío Márquez y el productor jerezano, Bronquio, que siguen exprimiendo ese fruto divino llamado 'Tercer cielo', el disco que sacaron hace ya más de dos años y que sigue dando alegrías en su concepción en directo, desde bulerías hasta verdiales. Otro de los protagonistas fue Baiuca, el pseudónimo desde donde hechiza el artista gallego Alejandro Guillán, que también fusiona elementos del folklore con la música de vanguardia, acercándose al club sin perder la raíz, y con una puesta en escena que resultó gloriosa. Su disco, 'Barullo', ha salido hace sólo dos semanas y ya se puede decir que es uno de los mejores discos del año, pero es que en directo es sencillamente apabullante.
Las expectativas con el cierre de Acid Arab se cumplieron, aunque ya azotaba el cansancio para un 'dj set' con vocalista incluida a la que sin embargo le resultó complicado levantar el ánimo. Descubrimos artistas interesantísimos, como el DJ ugandés Faizal Mostrixx o los francomarroquíes Aïta Mon Amour. Nos quedamos con las ganas de conocer en directo a la marroquí Kawtar Sadik, pero su actuación fue cancelada a última hora, según fuentes de la organización, por problemas con su visado; tampoco a la gente pareció importarle demasiado. Con todo, el Iwa Fest ofrece un cartel muy variado, aunque tiene pendiente que esa diversidad colonice también a su público. Las cifras de asistencia salvan los muebles, aunque con el precio simbólico de las entradas, 12 euros la entrada por día y 20 euros el bono (aunque las bebidas a precio de festival, era para que media Melilla estuviera ahí, aunque solo fuera por curiosidad. El Iwa Fest tiene pendiente la conquista de su público: o bien hace más concesiones a la música popular en una programación más pop, o hace una labor de divulgación y comunicación de un festival que ha merecido el viaje a esa ciudad improbable como Melilla, y anunciarse al mismo tiempo en mezquitas y en churrerías.
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