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miguel ángel oeste
Lunes, 6 de enero 2020, 00:42
Netflix adapta el cómic de Santiago García y Pepo Pérez, una divertida y eficaz comedia que reivindica las pequeñas grandes cosas.
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En 2004 Astiberri publicó el primer álbum de 'El vecino', creado por Santiago García y el malagueño Pepo Pérez, guionista y dibujante que ... se habían formado leyendo tebeos de todo tipo, sí, pero con una fascinación por el género de superhéroes en aquellos primeros años formativos que de un modo u otro marcó a muchos chavales nacidos entre los sesenta y ochenta. Posiblemente, 'El vecino' no se entendería sin aquellas lecturas infantiles y juveniles de Spiderman, Superman, Daredevil, Batman…, personajes de Marvel y DC, pero tampoco sin un contexto social y cultural donde estaba presente en la EGB las lecturas de 'Don Quijote' o el 'Lazarillo de Tormes', junto a una idiosincrasia de barrio que parece en extinción en eras de esa indefinición más absoluta que han dado en denominar globalización.
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Si a lo largo de los tres volúmenes de 'El vecino' publicados por Astiberri hasta el momento (la serie contará con cinco) García y Pérez exploraban los significados sociales e ideológicos de los clichés del género de superhéroes, lo cotidiano como elemento vital, el costumbrismo como retrato de un país, la comedia amarga de situación con ecos televisivos ('Seinfield') a través de un trabajo exigente tanto en el plano narrativo como en el gráfico, la adaptación de los guionistas Miguel Esteban y Raúl Navarro, con Carlos de Pando y Sara Antuña como productores ejecutivos para Netflix, lee todas estas claves y se pegan en cierta medida a la esencia de la historieta del primer volumen, salvando las distancias de la época y del medio expresivo en el que se desarrollan.
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Al margen de las semejanzas o diferencias lo que se percibe es que hay un indudable respeto por el original. La serie se mueve entre la comedia ligera y romántica, la guerra de sexos, la buddy movie, el género de superhéroes, el costumbrismo, la picaresca, la leve crítica social y la mentira como funcionamiento de supervivencia y elemento narrativo. La historia gira alrededor de Javier (Quim Gutiérrez), una persona a la que no le van demasiado bien las cosas, un caradura, un superviviente que apenas llega a fin de mes. Tiene un negocio de camisetas con frases 'divertidas' que no vende y su relación con Lola (Clara Lago), una periodista comprometida, va dando tumbos. Su vida cambiará cuando un guardián cósmico que cae a la Tierra le traspase los poderes.
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Los otros dos personajes relevantes son José Ramón (Adrián Pino), un chico que llega de un pueblo para estudiar oposiciones (tal y como sucedía en el tebeo) y termina siendo vecino y amigo de Javier. Y Julia (Catalina Sopelana), la chica que le alquila la habitación a José Ramón, tan comprometida con las causas sociales como su amiga Lola. Alrededor de estos personajes y algunos otros secundarios se desarrolla esta comedia que no busca ni la carcajada ni la sonrisa más fácil, sino la risa torcida con un alegato sobre la amistad, las relaciones físicas y las señas de identidad de la vida de barrio frente a una sociedad cada vez más impersonal. En este sentido, por encima de la supuesta crítica social/moral sobre la proliferación de las casas de apuestas que se queda difuminada tras el intento de grabar un vídeo-denuncia, es donde 'El vecino' cobra especial relevancia. De hecho, resultan más eficaces otro tipo de apuntes críticos a cómo funciona el mundo de hoy que esa subtrama apenas desarrollada, como la evidente crisis del periodismo («Ahora el currículum vitae son los seguidores que uno tiene en las redes sociales»); o cuando Javier convertido en repartidor de comida le entrega el reparto a una especie de bróker que le califica negativamente porque ha llegado varios minutos tarde.
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En cualquier caso, 'El vecino' oscila de un naturalismo cotidiano de gente corriente y trabajadora aplicado a elementos del género de superhéroes que pese a ser cómicos no tiene nada que ver ni con 'Superlópez' ni con 'El gran héroe americano'. Las historias se mueven entre dos polos: el entorno cotidiano y las relaciones cercanas de Javier/Titán con Lola, José Ramón, el dueño del bar, etcétera, en las que siempre huye, miente, y se pone por encima de cualquiera, y el elemento superheroico que no supone la transformación del ensueño juvenil del superhéroe, sino el verdadero y complejo cambio de las relaciones interpersonales con el mundo y los amigos que tiene.
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El universo estético y narrativo de la serie queda perfilado en los dos primeros episodios dirigidos por Nacho Vigalondo, en los que el referente y la lectura de las viñetas del cómic resulta ejemplar a través de la fidelidad a unas pocas coordenadas del ambiente y caracterización de los personajes, aunque siempre inclinadas hacia la comedia (en el cómic había cambios de tono hacia lo melancólico y lo tragicómico). Del tercero al quinto están dirigidos por Paco Caballero, el sexto y séptimo por Guinesta Guindal, y los tres últimos por Víctor García León. La serie va de menos a más, quizá porque los guiones de Esteban y Navarro van aumentando en variaciones interpersonales y también en resoluciones emotivas. La sencillez es la guía estética de 'El vecino' que resulta totalmente eficaz o al menos convincente en la plasmación de unos guiones repletos de guiños generacionales y ecos al género de los superhéroes (a Javier se le puede ver como el reflejo picaresco de Peter Parker) y de la comedia audiovisual clásica (indagando en el patetismo de género y la guerra de sexos con el hombre siempre a remolque de la mujer). Los diálogos, fluidos, captan el aire de nuestro tiempo, desde la representación de las mujeres («Hasta el Cosmos es machista») a la conciencia social («Habría que luchar contra las injusticias»).
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Tal vez donde 'El vecino' de Netflix resulta más básico es en el terreno de la comedia romántica de la pareja protagonista (Javier-Lola). Sin duda está más conseguida por ejemplo la relación de José Ramón y su novia del pueblo Alicia (Paula Malia), en una secuencia como la de la entrevista que mantienen para buscar nuevo dueño a Perruedines (otro hallazgo), así como la relación que se establece entre José Ramón y Julia. Ahora bien, la serie destaca sobre todo en la envidiable química de contrastes entre Javier (Quim Gutiérrez) y José Ramón (Adrián Pino), que define la base principal de la obra, como ya era en el cómic original, integrando elementos de las películas de colegas y el material de género superheroico en la evolución de la amistad de ambos. Porque el elemento de los poderes será el punto de inflexión para Javier, no en el sentido del sense of wonder marvelita, sino de aprendizaje hacia la maduración y el conocimiento de sí mismo y la reivindicación de la amistad en escenas que son tiernas y entrañables a la vez que divertidas.
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Es aquí donde 'El vecino' cobra relevancia, en esa defensa de las pequeñas cosas frente a los grandes acontecimientos. Titán, el superhéroe en que por azar se convierte Javier, no salvará el mundo ni hará grandes gestas planetarias más allá de evitar que se caiga el emblemático cartel madrileño de Tío Pepe, que además sucede casi en off, muestra de los derroteros de 'El vecino'. La serie pone el énfasis en el retrato precario a todos los niveles de los jóvenes y de una seudo-sociedad del bienestar globalizada en lo impersonal.
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