Recuerda Rodrigo Sorogoyen en la revista de la Academia que los escolares franceses van al cine todas las semanas con su clase. «Es bonito, divertido, y aprendes que las salas son fundamentales para vivir una experiencia audiovisual». El director de 'As bestas' acierta: la clave ... para que los cines no desaparezcan es la educación. Hay alumnos de instituto de grandes ciudades españolas que jamás han visto una película en pantalla grande porque sus familias nunca los han llevado al cine. Enrique Urbizu habla del síndrome de la nevera llena: a mayor acceso, menor conocimiento. Tienes toda la historia del séptimo arte a un golpe de clic, pero el consumo de imágenes se basa en la fragmentación y la ligereza. Las series se devoran en reproducción acelerada con el móvil en la mano. A veces, en el colegio les ponen una película descargada ilegalmente de internet cuando todavía sigue en la cartelera.

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Si solo se leen 'tuits', ¿cómo afrontar una novela de Baroja?; si únicamente se han consumido películas y series en modo multitarea, ¿cómo mantener la concentración sentado, a oscuras y en silencio durante dos horas? Ya nadie mira por la ventanilla en los trenes ni habla bajito en el cine antes de que comience la proyección. Nada más triste que esos niños en los restaurantes pegados a la 'tablet' para que no molesten.

Francia prohibió en 2018 el uso de teléfonos móviles en colegios e institutos alegando que provoca disfunciones incompatibles con la mejora del clima escolar y un entorno que favorezca la concentración. Llevar a los niños al cine desde muy pequeñitos solo comporta ventajas: aprenden que las películas son también un oasis de sueños compartidos y un acontecimiento que exige una liturgia y proporciona una recompensa sin parangón.

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