
Juego de tronos: El último dragón
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Hace una semana se despidió 'Juego de tronos', fenómeno serial sobre el que continúa la discusiónmiguel ángel oeste
Lunes, 27 de mayo 2019, 01:08
Las cifras de millones de espectadores que han visto la serie, de miles de reseñas y artículos vertidos en los medios de comunicación de todo ... el mundo, y el de millones de comentarios en las diferentes redes sociales son claros indicadores de que 'Juego de tronos' es un fenómeno serial que no ha dejado indiferente a millones de personas. Al igual que en esta sociedad polarizada se encuentran los defensores a ultranza de la serie y los que vilipendian esta última temporada, como si fuese un agravio contra la dignidad humana o la enemistad entre las casas de los Stark y los Lannister. Al margen de los spin-off que ya prepara HBO, el final de 'Juego de Tronos' parece haber dejado cierta sensación de vacío, porque durante años y más en estas últimas semanas las discusiones seriales giraban sobre quién se sentaría en el trono de hierro –nadie contaba con la imagen metafórica dejada por Drogon–, y, en definitiva, sobre cómo terminarían los personajes principales de esta serie coral. Pero además 'Juego de tronos' ha funcionado como marcador social que sitúa la cultura popular en el centro de una legitimación que a veces las instituciones infravaloran. Y aún más, la serie creada por Benioff y Weiss a partir de las novelas de George R.R. Martin, describe mejor que otras el espacio en el que se debate la cultura, el gusto y la lectura que realiza del mundo y de nosotros. De ahí que preguntemos a profesionales y seguidores de distintas generaciones, que combinemos opiniones para alcanzar una visión de conjunto.
Uno de los puntos fuertes de la serie es la sensación de comunidad que ha creado. De visión global. De hermandad sobre una ficción que, independientemente de los gozos y las sombras que haya generado a cada cual, quedará como un relato que contribuyó a potenciar el imaginario social. Para Francis Arrabal, director adjunto de Fuera de Series, 'Juego de tronos' «se nos va con un final amargo. Áspero. Complejo. Lleno de matices. Sin contemplaciones ni concesiones. Siendo 'Juego de tronos' hasta el último momento. El último episodio de la serie ha superado el reto que tenían por delante: despedirse con un final a la altura del mayor fenómeno de la historia televisiva. Un final que ha cumplido en ser sorprendente para el espectador a la vez que coherente con su propia historia, con el relato que ha construido durante estas ocho temporadas, con el bagaje de cada uno de los personajes y con el legado literario de George R. R. Martin y su mensaje en la saga».
Pero no todos lo ven de este modo. Daniel Ruiz, autor de 'Maleza' o 'La gran ola' y especialista en comunicación, comenta que «es un buen ejemplo de cómo una serie puede degradarse cuando deja de tener un soporte literario detrás. Las seis primeras temporadas plantean dilemas mucho más pausados, bien imbricados y con fuste narrativo, frente a las dos últimas, donde la ausencia de los textos de George R.R. Martin se deja sentir. Y creo que se nota en el resultado: la octava temporada es sin duda la más floja desde el punto de vista narrativo, pero no así de la espectacularidad. Es como si se hubiera intentado suplir la falta de solvencia narrativa con fuegos artificiales, un poco lo que ocurre en general con el cine palomitero. No me extraña que los guionistas hayan sido elegidos como directores de la nueva saga de Star Wars. No creo, viéndola en perspectiva, que pase a la Historia como una de las grandes series televisivas de referencia, salvo como fenómeno sociológico. Se acerca más a 'Lost', que ha envejecido mal, que a cumbres como 'Los Soprano', cuya influencia y calado han sido mucho mayores. Esto no quita, ojo, para que nos haya divertido mucho y nos haya hecho pasar muy buenos ratos. Echaré de menos a los personajes».
Ana Ruiz, estudiante, dice que «echaré de menos a los personajes. Aún no me hago la idea de que haya finalizado. El último episodio lo he visto tres veces seguidas y ahora no puedo ver nada más. Ojalá hagan una serie con Arya y otra con Jon». Esta impresión choca, quizá por la diferencia generacional, con José María González, profesor de Literatura jubilado, que empezó la serie por recomendación de sus hijas «y la he terminado más que nada por inercia. Aunque me dejó de interesar, porque no soy el espectador para historias de fantasía».
Sofía Hernández, peluquera, se ha llevado una decepción, y parece que no ha sido la única, con la transformación de Daenerys, «te la ponen de salvadora y luego de villana, ha sido una desilusión». Quizás esto se produce porque hay una sensación, seguramente engañosa, de que el espectador participa en la serie con sus comentarios e impresiones, pero esto suele ser más bien puntual.
Enric Albero, crítico de Caimán y de El Cultural donde se puede leer En Plan Serie, explica que «sin entrar en absurdas cuestiones preferenciales que hay que dejar para el fandom, sí que es necesario señalar que el cierre de 'Juego de tronos' ha estado marcado por un cierto apresuramiento que ha llevado a la incomprensión de determinadas decisiones adoptadas por los personajes –la 'transformación' de Daenerys o la decisión final de Jon Snow– no tanto porque fueran incoherentes con su construcción –que no lo son– sino porque, prescindiendo de uno de los grandes activos de la serialidad como es el tiempo, se han producido a una velocidad extrema».
Francisco Griñán, crítico de SUR, remarca el discreto cierre: «¡Qué difícil es cerrar una serie de éxito sin defraudar a espectadores! Que en este caso son legión. La producción de HBO ha padecido el mal de altura de su propio triunfo y lo más fácil soltar una llamarada de decepción para arrasar con todo. Pero sería injusto con las ocho temporadas que nos han regalado y que han llevado el espectáculo y la fantasía de la gran pantalla al mundo de los culebrones televisivos. He disfrutado con 'Juego de Tronos' y lamento que se termine. Pero mejor que nos abandone la serie a que seamos nosotros los que nos divorciemos por cansancio. Porque ya estaba dando signos de agotamiento. La serie ha acabado contagiándose de autocomplacencia, lo que hizo que se hiciera previsible y perdiera mala leche. Ha corrido para cerrar todas sus tramas. Y lo ha hecho con dignidad, discreción y precipitación. Podría haber sido diferente, pero gran espectáculo hemos visto».
Por su parte, la guionista y presentadora Isabel Vázquez entiende que «la intención era encontrar un final donde las piezas encajaran y honrar la estructura coral de la serie, dando a cada personaje su momento para brillar, como héroe o como villano, pero aupar al trono a Bran ha sido una auténtica bajona. Cargar de protagonismo a un personaje que está a estas alturas despojado de cualquier apego emocional es anticlimático y otorgar el poder a alguien que no ha demostrado ninguna capacitación ni ningún interés por ejercerlo, un síntoma de los tiempos que corren, vale, pero también una gran estupidez. No hagas nada, no te esfuerces, no te preocupes por nada, pero, oye, te lo mereces todo. El discurso final de Tyrion que sirve para legitimar la decisión no tiene ningún sentido, pero como lo da él, que es el listo, hay que creérselo. Pues no me lo trago. Se rompe la épica y con ello, gran parte del encanto».
Esto es otro de los puntos que señala Albero: «Bran podría haber sido elegido monarca por su sabiduría, por sus dotes sobrenaturales o por su templanza, pero que Tyrion esgrima su narrativa (su historia personal) como argumento de peso y que logre convencer a personajes que, además, tienen un storytelling infinitamente más profundo que el de Bran (sus hermanas, para empezar) suena a juego metalingüístico que no termina de cuajar. Con todo, y a pesar de estos vaivenes, GOT quedará en los anales de la cultura popular por su diseño de personajes, la brillantez de muchos de sus diálogos y esa ambigüedad que reflejaba un mundo caótico en el que cualquiera podía perder la cabeza en cualquier momento». Algo que también refuerza Vázquez: «En general ha sido una gozada seguir 'Juego de tronos' por la experiencia colectiva. Es una serie muy buena, con momentos brillantes, pero es el hecho de haberla visto como gran evento lo que la convierte en algo distinto. Incluso sus agujeros argumentales e incongruencias han sido parte del estímulo. Aunque sólo fuera por los memes ya habría merecido la pena».
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