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MIGUEL ÁNGEL OESTE
MÁLAGA
Lunes, 16 de diciembre 2019, 00:48
Uno. 'Foodie Love', la serie de ocho episodios escritos y dirigidos por Isabel Coixet, es como estar en su cabeza, recorrer los sitios que le gustan, descubrir esos rincones de Roma o Barcelona que de un modo u otro la han seducido, escuchar la música ... que ella escucha, leer libros y ver películas, obviamente los que disfrutó la directora. Y es que pese a la sencillez estructural de la ficción, esta serie está repleta de juegos referenciales al cine y la literatura con la comida como excusa en una guerra dialéctica de sexos que recorre o va desde la comedia romántica clásica (no es accesoria la cita final a las películas de Myrna Loy y William Powell), pasando por el cine de la modernidad y Rossellini a la cabeza -reformulando en sentido contrario su 'Viaggo in Italia' (1954)-, los nuevos cines, exploraciones del matrimonio en viajes por carretera, secuencias que quedaron en la memoria de cualquier espectador y que Coixet reinterpreta, junto a absorciones de cineastas actuales que se emparentan con su estilo y su forma de ver la vida.
Dos. Si el cine de Coixet siempre ha tendido a lo sensitivo y los sentimientos, en esta ficción de HBO lo que hace es indagar y profundizar en esas constantes a través de dos personas con sus lastres que se conocen a través de una aplicación gastronómica. A nivel estructural la serie se construye desde dos personajes hablando en un lugar: una cafetería, una coctelería, un restaurante de ramen... y alguna variación, como en el episodio cuatro en que el personaje de Guillermo Pfening viaja a Roma y el diálogo es por teléfono, o el episodio final. Pero en esencia la narración sigue esta constante. A la vez, la cámara de Coixet observa a otros personajes que están en el entorno de esta mujer y este hombre que comienzan a conocerse y cuya relación va creciendo desde la dialéctica y las diferencias entre mujeres y hombres. Precisamente cuando la cámara se aleja de los protagonistas 'Foodie Love' pierde fuerza, como con la mini trama del repartidor de comida.
Tres. A la vez, tanto el personaje de Laia Costa como el de Guillermo Pfening rompen la cuarta pared. De hecho, la serie arranca con Costa hablando a cámara tumbada en la cama. En el cabecero de la cámara hay un letrero de neón que dice que uno es lo que lee, algo, que está ahí más que como mero elemento decorativo. En la guerra dialéctica que entablan los dos protagonistas, la cineasta, para reflejar los pensamientos internos de los personajes, introduce dibujos, diapositivas, fotos, globos de diálogos de cómics... que contrastan con lo que los dos verbalizan, esas contradicciones entre lo que de verdad desean y sienten y lo que se dicen. Estos recursos fragmentarios de los pensamientos y reflexiones de los personajes dan muchos matices a la confianza o desconfianza, inseguridad o seguridad, dudas, certezas y demás emociones de ambos. Y por medio de esos contrastes el espectador va conociendo las heridas de cada uno de ellos, la soledad, el compromiso, las flaquezas...
Cuatro. Narrada con mimo y cuidado por los detalles, junto a una banda sonora que favorece la misma narración del momento potenciando las sensaciones y las emociones de los personajes, el gran acierto de 'Foodie Love' sin embargo es la química y el carisma de la pareja protagonista. Laia Costa, que interpreta a una lectora de novelas, es luz y naturalidad, su magnetismo y luminosidad estalla en cada escena, la composición de su personaje resulta fascinante por las aristas y las capas que despliega. Por su parte, Guillermo Pfening, un matemático insatisfecho, retrata con acierto el conflicto general de muchos hombres, entre mostrar y ocultar sus debilidades, la ternura o la dureza, comprometerse o huir, y se ajusta con generosidad al eje de ella.
Cinco. 'Foodie Love' funciona mejor cuando no tiende demasiado a la impostura, a la dramatización de los sentimientos, cuando se deja ir sin ponerse demasiado intensa, como ese estupendo recorrido por Roma mientras suena «Senza Fine», como esos fideos ramen que comen en el mercado con el ruido ambiente, como esos momentos finales que Coixet suspende.
Seis. Isabel Coixet ha construido una serie cálida, que susurra lo vulnerable que somos, que es el ser humano en general, que muestra la seducción eterna entre mujeres y hombres, la dialéctica de los sexos, lo efímero de las emociones y sensaciones, como un plato de comida, el instante de aprovechar lo que se está haciendo en cada momento que luego ya estarán las cenizas. Y a la vez también le ha servido para verter sus ideas y reflexiones como su crítica a la autoficción literaria, lo incomprensible de que los cocineros hablen de que su cocina se basa en las emociones cuando los escritores no lo hacen y otras cuestiones que pone en boca de los personajes.
Siete. Además, 'Foodie Love' está repleta de conexiones con el cine, en una especie de reformulación o de citas directas que va de 'Hiroshima Mon Amour' (Alain Resnais, 1959), 'Dos en la carretera' (Stanley Donen, 1967), 'El último tango en París' (Bernando Bertolucci, 1972'), 'Deseando amar' (Wong Kar-wai, 2001) y otras muchas películas mientras suenan Damien Jurado, Peggy Lee, Andrew Bird, John Lee Hooker, Gino Paoli... y muchos otros artistas, porque la serie es una serie hedonista y sensitiva sobre las inseguridades de las relaciones entre hombres y mujeres mientras comen, aman, hablan y la ficción trata de ser realidad de alguna forma.
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