La nueva ficción seriada de Tele5, ‘Perdóname, Señor’

Perdóname, señor

La nueva ficción seriada de Tele5, creada por Frank Ariza, es una evidente derivación de la película de Daniel Monzón 'El Niño'

miguel ángel oeste

Lunes, 12 de junio 2017, 00:54

Hay una especie de regla no escrita que dice que cuando una película o una serie de televisión funciona comienzan a salir sus derivaciones. Seguramente es normal que así sea. Un ejemplo paradigmático reciente fue el éxito cinematográfico de Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez Lázaro, 2014), de la que surgieron títulos derivativos como Cuerpo de élite (Joaquín Mazón, 2016) o Señor, dame paciencia (Álvaro Díaz Lorenzo, 2017) que se estrenará el próximo 16 de junio, y series como Allí abajo. Viene esto a colación de la nueva ficción seriada de Tele5, Perdóname, Señor, creada por Frank Ariza, una evidente derivación de la película de Daniel Monzón, El Niño (2014), con ecos o intención de emular el éxito de la serie El príncipe.

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Esto no tendría que ser un hándicap en sí mismo, pues hay derivaciones estupendas. El quid de la cuestión lo encontramos cuando Perdóneme, Señor, que también se puede ver en la plataforma HBO, repite esquemas y elementos (también no escritos, pero parece ser que impuestos y extendidos) narrativos que lastran una historia que podría reflejar otra manera de indagar en la sociedad, o al menos, en la vocación social que demuestra, de retratar temas como el paro, la droga, la falta de oportunidades de los jóvenes, el retrato de familias con numerosas cargas, etcétera, que pese a estar ubicado en Bárbate, se representan como temas universales. Es decir, si las series españolas normalmente han estado desconectadas de la realidad, ahora parece que apunta otra tendencia, una que sí apuesta por mostrar una realidad más real, para entendernos. Pero entonces cuál es el problema de la serie, porque, lamentablemente, en Perdóneme, Señor, hay muchos.

¿Tesis o realidad?

Algunas de las preguntas que se repiten en la ficción televisiva española son: ¿por qué los capítulos duran más de lo que deben si repercuten de una forma negativa en el ritmo y el tono de la serie? ¿Por qué todas las acciones de los personajes principales se vertebran y vehiculan desde las relaciones amorosas pasadas y futuras? ¿Por qué el paisaje, tan importante en esta serie, parece más una estampa que algo orgánico? ¿Por qué la mayoría de las situaciones parecen ya vistas y cuando se tiene que resolver alguna cuestión dramática se opta por la más subrayada? ¿Por qué parece habitar en la mayoría de estas teleseries un conflicto con el concepto de riesgo? Incluso aquí, que parece que hay una intención para llevarlo a cabo, luego se esquiva o amaga para hacer otra vez lo de siempre. Estas son algunas cuestiones o vicios adquiridos por la ficción española, pero podrían citarse otros. De ahí que la sensación que uno tenga al ver Perdóneme, Señor, no sea que nos estén contando la realidad, ni que por supuesto se conecte con la misma, más bien que haya una representación en la que se sigue la tesis del melodrama romántico próximo al culebrón, aunque salpicado de secuencias de acción, un ambiente hostil y una evidente voluntad social. Pero todo sin encontrar la imbricación, sino como estampas sueltas.

Sin sugerencia

El caso es que Perdóneme, Señor trata de proponer cosas, aunque con eso no basta. Si bien arranca con una secuencia de acción que podría estar bien, la misma termina siendo torpe, difumina cualquier poder o atracción. La dirección de actores y actrices brilla por su ausencia porque los actores usan o añaden sus tic a los personajes, por lo que da la impresión de que no hay una construcción del personaje, como si por ejemplo Paco Tous saltara de ficción en ficción; o Paz Vega, que parece impuesta ahí, pero es difícil de creerse el personaje. En consecuencia, el nivel interpretativo del conjunto resulta desigual. Hay incluso detalles tan ridículos como que un figurante con una tabla de surf impecable y él mismo también pase por en medio de un bar, ¿es necesario?, no, porque favorece la irrealidad de la propuesta. El retrato de la conservera, el Oasis, la policía, etc., también son pintados de modo grueso. Incluso el tema del paro, expuesto como lo hace, parece justificar la acción delictiva de Rafa (Jesús Castro) y sus amigos de la banda del Rojo (Antonio de la Torre, de lo poco destacado).

En el guion no hay opción para la sutileza, todo, absolutamente todo, está marcado, es explícito, con líneas de diálogo realmente poco afortunadas. Al igual que algunas subtramas desarrolladas y resueltas de la peor de las maneras, como la del policía que pasa información al empresario y traficante Bruno (Stany Coppet), sí, el mismo que hizo de traficante en El príncipe. En definitiva, Perdóname, Señor se engaña, piensa que asume un riesgo con algunas de sus premisas, cuando hace lo de siempre y además explicando las cosas del modo más convencional.

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