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Escena del rodaje, donde los detalles históricos se han cuidado con esmero.
Paseo por 'Acacias 38'

Paseo por 'Acacias 38'

Recorremos los platós de la nueva serie de época de TVE que recrean al detalle un barrio aristocrático de 1899. Se estrena el miércoles y es la apuesta de La 1 para la sobremesa

MIGUEL ÁNGEL ALFONSO

Domingo, 12 de abril 2015, 00:45

«Quiero un sol de las dos de la tarde. ¡No! Mejor uno tirando más al atardecer», ordena Luis Santamaría, productor ejecutivo de 'Acacias 38', a los técnicos de iluminación. Da igual que fuera esté diluviando porque dentro del plató de 2.600 metros cuadrados se ha instalado eternamente la primavera, la de 1899 concretamente. Todo está listo ya para que la nueva serie de época de TVE se estrene este miércoles a las 22.30 horas en La 1, aunque a partir del día siguiente pasará a la sobremesa (de lunes a viernes a partir de las 16.30 horas).

La serie muestra las vidas cruzadas de cuatro familias burguesas y las de sus criadas en un edificio señorial de una gran ciudad de finales del siglo XIX, que está situado en el número 38 de la calle Acacias. Los habitantes de este peculiar ecosistema serán Sheyla Fariña, que interpreta a Manuela, una joven que huye de su pasado y se ve obligada a servir en una casa adinerada; Roger Berruezo (German), un médico burgués solidario con los desfavorecidos; y Sara Miquel (Cayetana), mujer de este y que al preguntarle ya se define como «la mala de este cuento». Pero el reparto es muy coral y está formado por 22 personajes recurrentes. Aunque para que ellos se luzcan es necesario el trabajo de otras 120 personas que forman el equipo completo de rodaje.

Y se han encargado con esmero de que no haya trampa ni cartón en los decorados. Hasta el último detalle esta estudiado «pese a ser una serie diaria y contar con un presupuesto reducido», que es la frase más repetida por directores de vestuario, guionistas o decoradores en nuestra visita a 'Acacias 38'. Por poner un ejemplo, en la calle que da nombre a la ficción, hay una chocolatería en cuyo interior no falta un detalle. Hay repostería recién hecha, un periódico de finales del siglo XIX, mesas de mármol y una caja registradora que podría ser el producto estrella de cualquier anticuario.

«Descartamos dos cajas registradoras hasta que dimos con una que nos trajeron de Pamplona y nos pareció la más adecuada. Hemos sufrido mucho para montar todo esto y se nos ha ido el presupuesto entero porque hemos llegado a restaurar muebles antiguos y a calcar la decoración, incluyendo azulejos y parqué, de casas antiguas. Si pretendo que el público se lo crea, primero me lo tengo que creer yo», explica Santamaría.

Seguimos andando por la calle Acacias y la misma impresión nos produce la sastrería del número 37 y el kiosko de flores de más abajo. En los platós es habitual abrir una puerta y no encontrar nada al otro lado, pero en este caso es diferente, aquí se puede entrar hasta la cocina literalmente.

«Queríamos que se distinguieran perfectamente esos dos mundos, el de las criadas y el de los señores. Lo más fácil hubiera sido grabar en dos ambientes distintos pero hemos seguido a los personajes por los pasillos, y gracias al decorado podemos grabarlos desde el salón, con su rica decoración, hasta las cocinas, donde trabajan las criadas. Parece una tontería, pero es un lujo», comenta Josep Cister, otro de los productores.

Palabras en desuso

Detalles que pueden pasar desapercibidos como el vestuario, sobre todo para un público que ya está acostumbrado a ver otras series de época, se han perfeccionado hasta el extremo. «Los personajes femeninos van vestidos con colores acorde a su personalidad. Por ejemplo Ofelia y María Luisa, que son las más ñoñas, visten siempre de color pastel, o Cayetana, que es la mala, que va con tonos fuertes. Trini es mucho más arriesgada y le ponemos colores más alegres. Tenemos vestidos originales de esa época y réplicas. También nuestros sastres confeccionan vestidos basándose en una guía de vestuario original de 1910», nos desvela Tania Álvarez, jefa de estilismo, que no ha librado del incómodo corsé al reparto femenino: «Aunque les resulte muy incómodo da aplomo a la hora de actuar. A las señoras tardamos una hora y media en vestirlas. Con las criadas tardamos menos».

Claro que tanto esfuerzo por parte de decoradores y estilistas podría verse emborronado si no existiera un guión sólido y creíble detrás. «Para recrear los diálogos de época hemos leído mucho a Benito Pérez Galdós y a Clarín. Pero más que el lenguaje exacto de finales de siglo XIX preferimos uno que tenga sonoridad, con expresiones que podrían decir nuestros abuelos. Buceamos en palabras en desuso que ni siquiera están en el diccionario de la RAE», afirma Aurora Guerra, coordinadora del equipo de guión.

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