CARLOS BENITO
Jueves, 26 de junio 2014, 01:52
La nueva estrella de la política española se llama Pablo Iglesias Turrión. La nueva estrella de la televisión española se llama Pablo Iglesias Turrión. Estas dos facetas del líder y eurodiputado de Podemos, que han convertido al profesor universitario en una figura reconocida hasta en el último rincón del país, se alimentan mutuamente en una escalada de popularidad que tiene pocos precedentes, o más bien ninguno. La pequeña pantalla lo muestra con asiduidad más propia de futbolista, porque se ha evidenciado que sus intervenciones disparan las audiencias por encima de cualquier expectativa. Quedó claro, justo tras las elecciones europeas, cuando su presencia en 'La Sexta Noche' permitió al programa de Iñaki López superar la barrera de los dos millones de espectadores y el 15% de share, y también se puede comprobar de manera más o menos cotidiana en Las Mañanas de Cuatro, donde Iglesias es un habitual la mar de rentable: desde que tiene escaño en Estrasburgo, ni siquiera cobra, y ha proporcionado al espacio resultados de hasta el 12,8%, muy alejados de aquel 5,4% que registró como promedio la pasada temporada.
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Y lo curioso es que, para engordar de ese modo las audiencias, Pablo Iglesias no tiene que saltar desde trampolines, ni exponer sus carnes a los mosquitos salvajes del Caribe, ni contar una historia de amor con Paquirrín, ni aprender a bailar el pasodoble, ni siquiera degollar una langosta para cocinar caldereta. Él se limita a hablar, con tono didáctico y conciencia crítica, acerca de política, economía y sociedad. La vez que más se ha acercado a la frivolidad fue a principios de este mes, en el programa matinal de Cuatro, cuando el presentador Jesús Cintora pidió al padre de Pablo que pusiera en aprietos a su hijo con alguna pregunta peliaguda: «Querido hijo, con todo esto que se está abriendo, ¿cuánto voy a tener que esperar para tener un nieto?», le planteó. «Pues me temo, querido padre, que vas a tener que esperar mucho, quizá demasiado. No me veo yo siendo padre de momento», respondió él. Y eso, para los niveles de liviandad que se respiran en otros momentos de la tele, viene a ser casi un portento de hondura emocional.
El tirón de Pablo Iglesias sirve como signo más visible de una tendencia registrada en los últimos años. La crisis ha devuelto a la televisión el intercambio de ideas, el análisis político y la actitud contestataria ante el poder. «¡A la fuerza ahorcan! -valora Fermín Bouza, profesor de Opinión Pública en la Universidad Complutense de Madrid-. La gente vuelve a la política, aunque no necesariamente al voto, porque ahí se sustancia su vida como ciudadanos. Además, la política da grandes audiencias, que en los debates son incluso superiores a las de los partidos de fútbol».
-¿Ha llegado el momento de una tele de izquierdas, que antes no parecía tan viable?
-Nunca fue poco viable. Lo que ocurre es que la izquierda, en general, no se dedica a los negocios. No hay grandes capitales que inviertan en eso. Ahora empieza a haber algo parecido, porque es muy rentable: no hay medios a la izquierda.
Hace una década, habría parecido poco menos que suicida dedicar un espacio de 'prime time' a asuntos complejos como la prima de riesgo, tan poco aptos para reciclarse como entretenimiento inofensivo y pura evasión. Los programadores tendían a identificar lo serio con lo aburrido, en un silogismo que trataban de desmontar con desconcertantes planteamientos híbridos. «En los 90 llegamos a tener programas, como 'Moros y cristianos', donde la confrontación de ideas se banalizaba y se llenaba de espectáculo. ¡Incluso había orquestas en los programas de discusión! -recuerda un poco espantado Juan Francisco Gutiérrez Lozano, profesor de Periodismo en la Universidad de Málaga-. Sin embargo, creo que ahora la información política y social, sobre todo en momentos de crisis como el actual, tiene una vertiente de interés indudable. Las nuevas tecnologías y los modos de presentación ayudan a agilizar los formatos: si se intenta dotar a estas ofertas de contenidos de interés, pluralidad e información relevante, tanto los programas informativos como los de debate pueden cumplir muy honrosamente su función».
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La referencia a las nuevas tecnologías no es baladí, porque los programas de contenido político suelen tener una doble vida en las redes sociales, que a menudo amplifican su repercusión mucho más allá de los espectadores sentados ante la tele. En ese sentido resulta emblemático el caso de Salvados, porque resulta prácticamente imposible huir de sus ecos virtuales, aunque uno se lo proponga a conciencia. «Los espectadores tienen mayor incentivo para comentar un programa cuando este plantea cuestiones sobre las que debatir o manifestar opiniones: ahí es donde cobra importancia la interacción que permite una red social como Twitter», analiza Carlos Sánchez, uno de los fundadores de Tuitele, empresa dedicada a medir la audiencia social de los programas. Los espacios de actualidad política representaron el año pasado en torno al 10% de los tuits sobre televisión (hay que tener en cuenta que más del 30% se lo llevaron las emisiones deportivas). «Entre ellos, los más destacados fueron programas como Salvados y, en otro tipo de género, 'La Sexta Noche' o el desaparecido 'El Gran Debate'», detalla el experto.
El control del «rojerío»
La cadena que sirve de emblema a esta forma de entender la televisión es La Sexta, con una parrilla repleta de programas que pueden resultar muy incómodos para el poder: a los citados 'La Sexta Noche' y 'Salvados' se suman 'El Objetivo' de Ana Pastor, 'Al Rojo Vivo', 'La Sexta Columna' o el veterano 'El Intermedio'. El espacio de El Gran Wyoming es, según ha trascendido en varias ocasiones, la bestia negra televisiva del actual Gobierno, pero ha logrado sobrevivir a las presiones y las fusiones y se permite, tras ocho años en antena, batir sus propias marcas: el pasado 10 de febrero, el día que comentaron la declaración judicial de la infanta Cristina, alcanzó su pico histórico con 2,9 millones de espectadores y un 'share' del 13,7%. Unas semanas después, por cierto, el locutor Federico Jiménez Losantos se refería a Wyoming y a Ana Pastor como «estrellas de la extrema izquierda» y afirmaba que «el ontrol de la televisión por el rojerío es absoluto».
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En La Sexta admiten su perfil de «televisión de centro-izquierda», aunque prefieren definir su línea con otras palabras: «Lo de izquierda y derecha está ya desdibujado: sobre todo, somos una cadena progresista. Al tener un espíritu crítico con lo que sucede, ya te estás posicionando, y nosotros nunca hemos tenido interés por ser objetivos: sí por ser honestos y contar la verdad, y para eso a veces hace falta interpretarla», explica César González Antón, director de La Sexta/Noticias, que ha vivido en primera línea el cambio de actitud de los ciudadanos frente a los contenidos de cierta profundidad. «En 2006, no había quien colase una pieza de economía en el informativo -reconoce-. Ahora, en cambio, el 70 o el 80% es política y economía. Si se puede sacar una cosa buena de estos tiempos difíciles, es que vamos a acabar teniendo una sociedad mucho más madura, con mayor inquietud por saber lo que pasa, por qué pasa y de quién es la culpa. Ahora mismo se está devorando la información, y de eso seguramente va a salir una sociedad más libre».
-¿Se acabó el mito de la caja tonta?
-Lo cierto es que la televisión está muy poco valorada desde la perspectiva periodística. Existe un poco de desprecio hacia sus contenidos informativos, a pesar de que se está haciendo gran periodismo y se destapan escándalos con un alcance masivo.
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El profesor Gutiérrez Lozano coincide en destacar ese potencial del medio para informar y movilizar las mentes, tantas veces desaprovechado. «El drama de la televisión actual en España es que, en una sociedad que demanda información, no exista un canal 'todo noticias' o volcado por completo al periodismo que sea referencia y tenga gran repercusión social. La Sexta ha logrado que toda su parrilla esté hilvanada a partir de la actualidad, del contraste de opiniones y de reportajes sociales y políticos. De ahí puede venir su éxito. La televisión parece, como medio, destinada a huir de la profundidad, pero es muy valiosa si apuesta por la información que no toma a los espectadores por estúpidos, sino que les da pistas para conocer mejor su realidad, indagar en la actualidad o buscar sus propias conclusiones».
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