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En aquellos «largos veranos sin mar» de su infancia, José Antonio Trujillo pasaba las mañanas de los domingos con su padre en la peña recreativa de La Carolina. En un pueblo de interior no todo el mundo podía comprarlos, pero allí había periódicos y él ... los abría como una ventana, leía primero los diarios deportivos, luego las crónicas de países lejanos con el deseo de estar allí, lejos, y casi sin darse cuenta desembocó en los columnistas. Poco después, su padre le planteaba un juego que él ahora recrea con su hijo mayor: tapar la parte de la página donde aparece la firma y tratar de identificar al autor de cada columna después de su lectura.
Y ese recuerdo, aquella experiencia de niño, se ha filtrado años después en un afán irrenunciable en su faceta como articulista de periódico: su voluntad de estilo. Una marca de agua convertida en santo y seña, en etiqueta incluso. De ahí, '#Trujillismo', el título del libro que selecciona algunas de las columnas publicadas por Trujillo en las páginas de SUR.
«Para ser columnista uno tiene que ser un poco Quijote», sostenía ayer Trujillo durante la presentación del volumen. Una valentía frente a los molinos de viento de la actualidad que el médico y escritor reivindica en cada artículo sin dar un paso atrás en la búsqueda de un sello propio, que él intenta inscribir en la tradición patria. «En España tenemos la suerte de que el columnismo es muy literario», abrochaba Trujillo en el acto celebrado en el salón de actos de la Fundación Unicaja. Justo el director general de la entidad, Sergio Corral, destacaba el «golpe de frescura y a la vez de sensatez» que Trujillo brinda en las páginas del diario a través de textos que «parecen siempre un ejercicio de manual de estilo», en palabras de Corral.
Porque en las columnas de Trujillo palpita siempre «un afán», como glosó el director de SUR Manuel Castillo. «Está empeñado en construir un universo propio en el que participemos todos y que no termina en la página de SUR, sino que va a tener un largo recorrido», ofreció Castillo, que trajo a la memoria la querencia del autor por retratarse con un florete y una máscara de esgrima. Y esa imagen sirvió a Castillo para vincular el combate con la palabra y el tesón por el estilo de Trujillo con el equilibrio del santoku –el cuchillo artesanal japonés empleado para cortar el pescado– y el rigor del samurái. «Veo a José Antonio como una especie de samurái del columnismo: por el adiestramiento, la disciplina y la especialización», sostuvo Castillo.
Un camino emprendido por Trujillo desde las páginas de las colaboraciones esporádicas junto a las esquelas hasta la columna semanal. Desde el obituario de la traductora al español del escritor húngaro Sándor Márai hasta la cita de los sábados junto a los asuntos de la actualidad de la ciudad.
Y en esa travesía en SUR, Trujillo encontró el magisterio y la complicidad del recordado Manuel Alcántara, con quien compartía pasiones como los toros, el fútbol y los versos. Y en el afán de amarrarse a la columna, le dio Alcántara algunas pautas que ayer recordó Trujillo: la actualidad siempre manda, lee a los columnistas buenos, no te metas en el fango y, si vas a criticar, dale al personaje, no a la persona.
Porque tiene Trujillo el deseo de «tirar a dar», pero sin hacer sangre; el objetivo en la idea, pero también en la prosa; el sueño cumplido de que alguien lea una columna con la firma tapada y sepa que es suya.
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