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Carlos Zamarriego
Jueves, 16 de enero 2025
Lo reconozco. Soy muy aficionado a aficionarme de cualquier librería. Lo tienen fácil conmigo, sobre todo si hay estanterías de madera, con libros apilados hasta el techo y sección de teatro. Creo que son como un espejo de la creatividad que llevas dentro, a mí ... me gusta el desorden y la sorpresa. Soy de los que entra a mirar y sale una hora después feliz, aunque no me lleve nada. Contienen el alma de las ciudades y nuestra memoria.
'Los perros flacos', de la compañía malagueña Teatro del Naufrago, convierte el escenario del Teatro Echegaray en una librería antigua a punto de desaparecer como todos los vecinos de ese barrio. En ella se dan cita, en la mejor versión de la tragicomedia teatral española (véase 'La vengaza de la Petra' de Arniches, 'Los pobrecitos' de Paso o 'Los verdes valles del Edén' de Gala) una colección de desarrapados, de carpantas, que se debaten entre desaparecer ante la especulación, negociar con los nuevos caciques o luchar. Una obra moralista y costumbrista donde aparecen Juan Palomo, Rita la Cantaora o el Tío Calleja, personajes de la época de Maricastaña (también se la nombra) en pleno pelotazo urbanístico del siglo XXI. «Sobran Airbnb y faltan viviendas» podría haber dicho Perico de los Palotes. Y entre refranes y acento andaluz, vino y hambre, vírgenes y muertos, Galdós y Valle Inclán, la autora y directora Carmen Vega pretende mostrar las pulgas del progreso.
Una obra en defensa de los más humildes, como no puede ser de otra manera, resuelta de forma sencilla pero efectiva. De vocación popular, a veces me cuesta digerir los pasajes más discursivos. Hay parte de la denuncia que se me hace panfletaria. Pero no como para no reconocer que me lo he pasado bien y que me reconozco como afectado de la gentrificación galopante que corroe nuestras ciudades. Como cualquier hijo de vecino.
Con personajes muy definidos, de acuerdo a sus nombres populares, Alejandro Morales, Elena Lara y Rafa Siro están en su sitio, sin grandes matices (lo digo como una virtud, no siempre hace falta) pero con gran complicidad entre ellos. Carmen Vega, que también se ha reservado un hueco en el escenario, acapara toda la atención con un personaje genial, andaluz, arrabalero y esperpéntico que borda a la perfección. Agüita para ella.
Y lo dicho: sobran Airbnb, móviles en los teatros y faltan librerías.
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