Tomas García: «Ahora tengo excusa, pero he estado 34 años yendo a todos lados con toallitas de Dodot»

–¿Es compatible el humor y la tristeza?

–No es que sean compatibles, es que son compañeros. Comparto mucho en las redes algo que se le adjudica a Robin Williams; decía que en algunos momentos de su vida lo había pasado tan mal y había estado tan triste que necesitaba hacer reír al mundo para que nadie lo pasase así. Eso me pasa un poco a mí, tengo una coraza y el disfraz de payaso porque he pasado por muchas cosas feas. Por eso juego tanto con lo de 'umor' y hamor', que se entremezclen esos términos tan bonitos.

–Acaba de ser padre, ¿cómo lleva las noches en vela?

–Pues acaban de operar a la mamá de la niña y estamos con la recuperación y parece que el destino, por otro lado, nos ha compensado con que Lola sea muy buena. Es una niña un poco atípica, nos habíamos asustado mucho porque pensábamos que no dormiríamos, pero siempre digo bromeando que parece del ToysRUs. Está siendo un regalo maravilloso, la verdad.

–¿Qué es lo que más echa de menos de la época pre-Covid?

–Compartir, porque engloba muchas cosas bonitas. En lo personal, una tarde de juegos de mesa estando muy pegados sin preocuparnos. En lo profesional, echo mucho de menos ver las caras de la gente riéndose... Hay gente que se ríe en mute y no sabes si estarás haciéndole gracia o no.

–¿Qué cree que hace falta para hacer un humor?

–Es muy evidente, es un sentido... Muchos dicen que es el sexto, pero a mí me gusta clasificarlo como el primero. Hay gente que bueno, no vamos a achacarle nada, pero hay gente que ve regular porque tiene astigmatismo o yo, que tengo audífonos -creo que es la primera vez que lo digo en una entrevista-... Pues el humor es lo mismo, un pequeña carencia que puede tener una persona, o al revés; puede estar ahí y desarrollarlo con el tiempo. Sólo hace falta poner la balanza de la vida hacia ese lado, cosa que yo aprendí de mi padre, de mi madre y de mi abuela; en vez de reaccionar con rabia lo primero que hay que hacer es tomártelo con humor. En mi caso, aunque es mi profesión, también es mi forma de vida. Yo viviría con humor aunque fuese escayolista, hay que sacar el doble sentido y tener mucha ironía, que es diferente a ser un 'cuñao' que cuenta chistes 24 horas.

–¿Cuál es la peor broma que le pueden gastar?

–Envolverme en papel higiénico, porque me da mucha dentera y asco la celulosa. El que me conoce sabe que nunca he tocado las servilletas o los clínex. Voy a todos lados con mi pañuelo de abuelo, que mi suegra me ha bordado mis 50 pañuelos de tela con el logo de TG, y mis toallitas de bebé. Ahora tengo excusa porque tengo una hija, pero he estado 34 años yendo a todos lados con toallitas de Dodot (risas). Otra broma también que no soportaría es que me despierten y me hayan puesto cerca el escudo del Sevilla.

–Cuando se gastó el papel higiénico al principio de la pandemia a usted le dio exactamente igual.

–Ya ves tú, habiendo toallitas en las estanterías voy a estar yo preocupado.

–Un chiste que le haga mucha gracia.

–Por ejemplo, chistes con los que no todo el mundo se ríe, selectivos porque son demasiado malos o inteligentes. Me gusta el de: «Oye me suena mucho tu cara. Y le dice, ¡coño, soy tu padre! No no, pero de otra cosa».

–¿Desde qué lugar de Málaga se ve la vida más feliz?

–Desde el asiento de preferencia baja de la Rosaleda. Lo echo tanto de menos, porque los que hemos crecido con el sentimiento malaguista... A mí no me gusta el fútbol, me gusta el Málaga, me recuerda a momentos muy felices con mi padre, a domingos de pasión. Cada vez que paso por la Rosaleda se me pone el vello de punta. Ahora, por supuesto, también veo la felicidad cuando llego a mi casa, a Villa Dolachismo, porque cuando llego está mi niña.

–¿Villa qué?

–Villa Dolachismo; es una palabra de mi familia, que explico en mis espectáculos y engloba los sentimientos de risa, de humor, de 'por la cara'. Viene de 'dolacha', que es la inversión de las sílabas en la palabra 'chalado'.

–Plato favorito malaguita.

–Esto es muy difícil, porque me gusta tanto todo lo relacionado con Málaga. El gazpachuelo, los espetos, la cachimba... Lo típico malagueño.

–¿La cachimba?

–(risas) La cachimba es por el chascarrillo, porque nunca he fumado de eso. Pero ahora parece que lleva toda la vida siendo nuestro. Hombre, voy a decir el gazpachuelo, porque la gente flipa al ver que tenemos un potaje propio... Si lo piensas, mayonesa caliente con gambas, ¿esto qué es? La gente de fuera se piensa que nos comemos el gazpachuelo porque hemos perdido una apuesta. Pero me encanta, yo desde aquí propongo que el Diario Sur me invite a probar todos los gazpachuelos de los restaurantes de Málaga, yo les pongo nota y ellos lo publican.

–¿Una expresión que siempre le acompañe?

–'Por la cara' o 'why not?', siempre desde el buen rollo. También me encanta una expresión que tengo tatuada en mi mano y es 'qué incapacidad'. Es una frase que usaba mi madre y que la gente de mi alrededor también usa, vale para todo aquello que es un poco desastre, que no le gusta, o que no sale.

–¿Qué es lo que más teme en el mundo?

–(risas) Si vives con miedo la vida se te hace cuesta arriba. Es mejor vivir con un poco de esperanza, aunque me encantan las pelis de miedo y soy amante de la adrenalina.