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«Por profunda paradoja, es el pintor del norte más meridional». La sentencia parte de Ramón Gómez de la Serna y destila una definición cabal de la vida y la obra de Francisco Iturrino, el artista ahora reivindicado por el Museo Carmen Thyssen Málaga con una exposición individual presentada este viernes. «Iturrino es un autor que no ha encontrado un lugar adecuado en el discurso de la modernidad artística española», sentenciaba esta mañana la directora artística del museo malagueño, Lourdes Moreno, también comisaria del montaje en torno a un pintor nacido en el norte con la mirada y los pinceles señalando hacia el sur.
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Moreno ha reivindicado el carácter «inédito» del proyecto con un doble argumento. Por una parte, la directora artística del Museo Carmen Thyssen ha sostenido que «por primera vez» se exponen las obras de Iturrino junto a las de otros autores coetáneos como Henry Matisse, Maurice de Vlaminck, Ignacio Zuloaga y Anglada Camarasa. Y en segundo lugar, por el relato que acerca la trayectoria de este artista, considerado como uno de los precursores del favismo en España, con la provincia malagueña a través de sus estancias y pinturas relacionadas con el Jardín de La Concepción.
Con esos mimbres conceptuales, la exposición titulada 'La furia del color', en cartel hasta el 3 de marzo de 2019, presenta el trabajo de un artista marcado por la alegría de vivir en sus temas y en su paleta cromática, un autor emigrado primero a París y después a Bruselas que entró en contacto con los discursos de la modernidad de la mano de Gustave Moreau, Henri Matisse y Darío de Regoyos y que encontró en esas otras latitudes mayor reconocimiento que en su país de origen. A esos años de formación en el exterior dedica la muestra sus primeras propuestas. El trazo casi impresionista de 'Puente sobre el Sena' y 'Los Jardines de Luxemburgo' (ambos realizados entre 1895 y 1898) entra en diálogo con otras escenas parisinas de Anglada-Camarasa en la parte inicial del paseo, abierto con el enigmático retrato de Iturrino firmado por Andre Derain y procedente del Centre Pomidou de París.
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Ecos de Derain, pero sobre todo de Gauguin, de Matisse e incluso de Van Gogh afloran en las mujeres retratas por Iturrino, casi siempre desnudas o en el proceso de estarlo, a menudo en poses seductoras cuando no en abierta libidinosidad. Mujeres solas o acompañadas por otras mujeres, siempre jóvenes y hermosas, que Iturrino pintó de manera recurrente a lo largo de su trayectoria.
El delirio colorista que enarbolaron los fauvistas en las primeras décadas del siglo pasado encuentra aquí uno de sus ejemplos más notorios en los bodegones 'Naturaleza muerta' e 'Interior sevillano' (ambos realizados entre 1910 y 1911), puestos en relación con 'Jarrón azul con flores' de Vlaminck y 'Las flores amarillas' (1902) de Matisse en una de las paradas más conseguidas de la muestra.
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Porque 'La furia del color' reúne 56 piezas de 12 artistas diferentes con la ambición de poner a Iturrino en relación con artistas de tu tiempo de propuesta similar a la suya. Sucede de nuevo en el tramo final del montaje, dedicado a los paisajes y, de nuevo, al desnudo femenino. Y en ese primer ámbito los caminos de Francisco Iturrino se cruzaron con los de la capital malagueña. Porque el padre del artista santanderino había trabajado para las empresas industriales de la familia Echevarría Echevarrieta, que años después comprarían el Jardín de la Concepción. Y hasta ahí llegaría el pintor de manera intermitente entre 1913 y 1919. Y allí pintaría detalles del jardín que ahora brillan en la exposición del Museo Carmen Thyssen. «Se trataba de devolver a Málaga la historia de amor de Iturrino con la ciudad en unos años además que coinciden con su etapa de madurez», abrochaba esta mañana la directora artística del Museo Carmen Thyssen sobre un proyecto que deja casi para su último suspiro la delicia de enfrentarse a 'Las bañistas' (c. 1930-1935) pintada por Daniel Vázquez Díaz y procedente de la colección de la Fundación Mapfre.
Pero en esta ocasión, la muestra no termina en esta sala, porque la exposición patrocinada por la Obra Social La Caixa y por la Fundación Cajasol, se adentra en la propia colección del Museo Carmen Thyssen (que cuenta con tres obras del autor), para mostrar los sugerentes inicios del artista. Unos años iniciales en los que Iturrino caería bajo el influjo de sombrío espíritu del 98, hecho pintura por artistas como Zuloaga y Regoyos. Ambos aparecen aquí en diálogo con Iturrino, más tenebroso en aquellos años finales del XIX en pinturas como 'Feria de ganado de Salamanca' (c.1898) y 'Caballo muerto' (c.1898).
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Pero ese no era el camino del artista. Su vida y su obra querían con furia luz, alegría y color.
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