Una de las piezas de Brancusi, que aparece al fondo autorretratado en una filme. Migue Fernández

En el taller con Brancusi

La muestra incluye siete esculturas de este autor indispensable de las vanguardias del siglo XX que por primera vez salen del museo parisino El Pompidou descubre el espacio creativo del escultor a través de un centenar de fotografías realizadas por el propio artista

Miércoles, 21 de marzo 2018, 00:02

Siempre que veía una foto de una de sus esculturas torcía el gesto. No le gustaban, porque daban una lectura estática de unas piezas que buscaban la transformación a través del movimiento del espectador que las observaba. Por ello, Constantin Brancusi se convirtió en el retratista oficial de su propia obra y acabó acercándose incluso al cine para reflejar más fielmente su obra. Un conjunto de más de mil imágenes y películas de las que el Centro Pompidou Málaga exhibe un centenar, además de siete esculturas, que atrapan el particular universo del creador de origen rumano y nacionalizado francés.

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«Brancusi fue un artista multimedia antes de que se inventara este concepto», aseguró ayer la comisaria de la exposición, Julie Jones, en la presentación de la nueva muestra temporal de la filial malagueña del museo parisino. Las imágenes comenzaron siendo retratos de sus esculturas, para después convertirse en piezas artísticas con las que estudiaba el efecto de la luz sobre las obras. «Muestran el proceso de metamorfosis que sus esculturas tomaban de la propia naturaleza», señaló la experta.

El montaje 'Brancusi' se divide en cinco partes que ofrecen una inmersión en la propia esencia de la obra del escultor, que se convierte en el propio protagonista de su obra en una suerte de performance en la que se autorretrata en el proceso de transformación de sus esculturas. Y en la que su taller se convierte en algo más que en un espacio de trabajo, en el escenario de su propio espectáculo creativo. Fotografías y filmaciones nos transportan a ese taller, en el que además escuchamos la misma música que este autor indispensable de las vanguardias del siglo XX escuchaba mientras trabajaba.

Con la ayuda de su amigo y fotógrafo Man Ray, Brancusi no solo perfeccionó su técnica fotográfica, sino que comenzó a filmar sus esculturas. Unos fotogramas de los después obtenía las instantáneas. «En las imágenes hay rayaduras, imperfecciones y manchas, porque no le interesaba la perfección de la fotografía, sino el juego de las luces y el movimiento de las esculturas», explicó la comisaria de la exposición, que llamó la atención sobre el proceso creativo de una de sus obras más polémicas, 'Princesa X, un retrato de María Bonaparte, introductora del psicoanálisis de Freud en Francia. Desde un primer momento en el que se aprecian los rasgos femeninos del personaje, Brancusi fue buscando la simplificación hasta que la obra quedó convertida en líneas redondeadas y lisas que jugaban al equivoco con una representación fálica.

La silla del carpintero

Cada una de las cinco partes que forman esta exposición está presidida por una o dos esculturas de pequeño o mediano formato que se exhiben por primera vez fuera del Centre Pompidou de París. «Brancusi legó su taller y su obra al estado francés con la condición de que no se dispersara, por lo que es raro que prestemos las esculturas y esta exposición es un gesto de confianza con Málaga», manifestó en la presentación el conservador y jefe de fotografía del Pompidou de París, Florian Ebner, que ha estado acompañado por el alcalde de Málaga, Francisco De la Torre, y el director del centro, José María Luna.

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El recorrido expositivo se cierra con un banco de trabajo del propio Brancusi -se fabricaba su propio mobiliario ya que en sus orígenes fue carpintero- que recuerda una de sus grandes obras monumentales, 'La columna sin fin', a la que se dedica este último espacio del montaje. Una escultura en bronce de casi 30 metros que le encargó el gobierno Rumano para recordar los soldados fallecidos en la Gran Guerra. «Brancusi sentía obsesión por esta obra», añadió la comisaria Julie Jones sobre esta majestuosa, delgada e infinita columna que apuntaba al cielo como queriendo recordar la aspiración del arte -y del autor- a eternizarse.

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