Los cuadros tienen casi tanta historia como el coleccionista que los compró, recuperó y protegió. Fechados en la primera mitad del siglo XX, las obras recogen la revolucionaria aportación del arte ruso a las vanguardias que, paradójicamente, no solo fue denostado por el Kremlin, sino ... también prohibido, perseguido y destruido. Desafiando la oficialidad, el chófer de la embajada griega en Moscú, George Costakis (Moscú, 1913-Atenas, 1990), fue coleccionando kilómetros a la vez que atesoraba obras de Malevich, Popova o el represaliado Drevin. «Basura inútil», le decían que acumulaba. Pero su diógenes artístico le hizo rescatar hasta 3.000 piezas que guardó en su apartamento de tres habitaciones. La mayor colección privada de arte de vanguardia de la antigua URSS que ahora ha tomado las salas de la antigua Tabacalera para mantener vivo el Museo Ruso con una espectacular colección que se exhibirá, al menos, hasta el próximo mes de abril.
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«Es un caso único en la historia del arte moderno, ya que muchos decían que estaba loco y coleccionaba cosas inútiles y por eso el mundo se quedó tan sorprendido cuando el Guggenheim de Nueva York exhibió su legado en 1981 y se dio cuenta de este capítulo de la historia del arte mundial que había estado oculto y que se preservó gracias George Costakis», ha explicado este jueves María Tsantsanoglou, comisaria de la exposición 'Utopía y vanguardia' del Museo Ruso y directora del Museo de Arte Moderno de Tesalónica (MOMus). Sin este legado, gran parte del patrimonio y la historia del arte ruso del siglo XX habría desaparecido, ya que el coleccionista autodidacta «salvo del olvido y la destrucción» a los artistas que se salieron de la oficialidad impuesta por la política soviética, revela la experta.
Aliki Costakis
Hija del coleccionista
Su argumento lo retoma la propia hija de George, Aliki Costakis, que, junto al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ha presidido la presentación de esta exposición, la más importante que se ha realizado en suelo español de esta colección, que ya había visitado el Reina Sofía y Barcelona. «Mi padre no solo eligió nombres famosos, como Malevich, sino que empezó a coleccionar de todo, comenzando por las mujeres y los represaliados», ha expuesto Aliki, que ha recordado que esta colección comenzó tras la II Guerra Civil cuando su progenitor quedó impresionado por una obra vanguardista de Olga Rozanova que no se parecía a nada de lo que había visto hasta entonces.
Tras la instauración del régimen soviético, buena parte de las colecciones de familias nobles o burguesas fueron adquiridas a precios de ganga por los diferentes miembros de los cuerpos diplomáticos en Moscú, un ambiente en el que también aprendió a valorar el arte el conductor George Costakis que acompañaba a sus pasajeros cuando visitaban anticuarios. El relato se lo explica el director del Museo Ruso, José María Luna, a la concejala de Cultura, Mariana Pineda, que encuentra un paralelismo cinéfilo en 'Sabrina' (1954) y la historia secundaria de la película protagonizada por ese chófer que escuchaba las conversaciones de su jefe en el vehículo y hace fortuna invirtiendo en acciones con esa información privilegiada. La diferencia de Costakis es su altruismo al aprovechar su situación de ventaja para salvar un patrimonio mundial.
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«Algunas obras estaban escondidas o prohibidas, por lo que hizo una labor casi de detective», ha recordado su hija, que ha añadido que su padre también desafió todos aquellos vetos del régimen soviético, comprando piezas que nadie quería o que estaban malditas, pero en las que veía una calidad artística que había que preservar. Fue así como el conductor fue haciendo carrera en el escalafón diplomático, a la vez que recibía la incomprensión de muchos que lo consideraban un excéntrico. «Entre los círculos de coleccionistas en Moscú me gané el apodo nada halagador del 'griego loco'. Se me tenía por alguien que juntaba basura inutil», llegó a contar el propio George Costakis que, lejos de esa consideración, fue un visionario que acabó convirtiéndose en el mayor especialista del arte de vanguardia ruso.
Con el tiempo, su apartamento se convirtió en un museo de arte moderno no oficial, por donde pasaron mandatarios y políticos que visitaban Moscú, como el caso del senador Edward Kennedy, cuyo retrato con el 'griego loco' preside la estancia que se ha recreado en el Museo Ruso y que reproduce la propia vivienda en la que colgó y guardó sus 3.000 obras. Una reconstrucción con muebles de época que ha maravillado a la propia Aliki Costakis que ha recordado alguna de las anécdotas que vivió de pequeña en esa vivienda, cuya colección se repartió a la muerte de su propietario entre el Gobierno ruso y el Estado griego, que acabó adquiriendo 1.277 óleos, esculturas y dibujos para el MOMus.
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Una tercera parte de estas últimas, 470 obras del legado del coleccionista griego-ruso, ocupan las salas de la exposición permanente del museo malagueño, donde cuelgan piezas de Kazimir Malevich, Liubov Popova, Nadezhda Udaltsova, Elma Guro, Olga Rozanova, Ivan Kliun, Gustav Klucis, Mikhail Larionov y Pavel Filonov, entre otros. 'Utopía y vanguardia. Arte ruso en la Colección Costakis' suma además más de un centenar de objetos y libros que permiten conocer de forma exhaustiva y contundente el desarrollo de las vanguardias rusas del siglo XX, desde el simbolismo y el postimpresionismo hasta el suprematismo y el constructivismo, pasando incluso por el arte analítico o las caricaturas y dibujos políticos que combatieron desde la retaguardia contra el bando alemán durante la I Guerra Mundial.
La comisaria y directora del MOMus han confirmado que esta es la exposición «más grande e importante» con los fondos de Costakis realizada en el extranjero, un acuerdo que es recíproco ya que la Casa Natal también va a exhibir en Tesalónica a partir de la semana que viene sus fondos en la exposición 'Picasso. Exilio y nostalgia'. Cuando ya se han cumplido dos años de la devolución a San Petersburgo de la colección depositada en Málaga tras desencadenarse la guerra de Ucrania, como ha recordado el alcalde, Francisco de la Torre, el Museo Ruso se mantiene vivo y fiel a su espíritu de fundación con colecciones privadas de arte que cobran especial relevancia en esta ocasión con los fondos de Costakis, que permanecerán diez meses. No obstante, el regidor ha animado a los responsables de la pinacoteca griega a prolongar este legado en Málaga, donde se espera que el final del conflicto despeje el futuro de este gran espacio expositivo sin colección propia desde el estallido del conflicto.
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