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En 1987, Christopher Reeve viajó a Santiago de Chile para mediar ante Pinochet por la liberación de 77 actores amenazados de muerte si no abandonaban el país. Cuentan las crónicas de la época que nunca se vieron las caras; pero lo cierto es que al poco de marcharse Reeve, los intérpretes recibieron la carta de libertad. Y ahí es donde entra en juego el teatro. El dictador y el mítico Superman se enfrentan en 'Mitad del mundo', el premiado texto de Pablo Díaz Morilla que lleva con acierto a escena Fran Perea en su segunda incursión como director en Factoría Echegaray.
La alianza Perea-Díaz Morilla demostró su solidez en su primera propuesta en este mismo escenario con 'Souvenir', y vuelve a funcionar ahora con una atinada dirección de escena que se apoya en un texto bien hilado, con profundidad y atención a la palabra. La apuesta no era sencilla. La dramaturgia funde lo onírico y lo real, superpone planos para hacer teatro dentro del teatro, rompe las fronteras con el público y las reconstruye al instante y, además, incorpora la música (y las onomatopeyas) en vivo de la cantautora Ana Loig. Por si el reto no fuera ya suficiente, dos personajes históricos en el imaginario colectivo de todos son los protagonistas, y también aquí aprueba 'Mitad del mundo'.
Magistrales las interpretaciones de Miguel Guardiola en el rol del dictador chileno y de Javier Márquez como Christopher Reeve, mallas incluidas. Lo clavan en la estética y en las poses, aunque ni uno habla con acento argentinto ni el otro con deje americano. Porque, en el fondo, en lo imaginado, lo soñado o lo fabulado uno se puede expresar como le plazca. Entre ellos se entabla un combate dialéctico en busca de la palabra justa que derrote al contrario. Por el camino, se cuentan detalles de la vida de Pinochet, de la crudeza de su mandato, de la falta de empatía incluso con quienes amaba. Al final no importa quien gane este juego, porque la derrota moral de Pinochet es más que evidente frente a un Superman que sobrevuela por su cabeza poniéndole en evidencia y enfrentándole a sus propias miserias.
De fondo, una preciosa versión en español de 'Blowin' in the wind' de Bob Dylan, Víctor Jara y hasta Bach se cuelan en la playlist teatral con la guitarra y la bella voz de Loig. Ella es la única que nunca sale de plano, siempre en escena dulcificando la dureza del encuentro. Una obra de las que dejan un poso y de las que una se queda con las ganas de memorizar algunas de sus frases contundentes. Por algo ganó el VI Certamen Jesús Campos para Textos Teatrales en el Salón Internacional del Libro Teatral en el Centro Dramático Nacional. Pero seguro que el mayor premio fue ver anoche el Echegaray al completo y en pie aplaudiendo tras el estreno. En esas tablas estarán hasta el 9 de marzo.
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