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Poco después de la competida victoria de 'Zorra' en el BenidormFest, la cantante de Nebulossa confesó su estado de 'shock' con gesto exacto de eso mismo, embozada todavía en el vaporoso traje negro con el que puso en pie a todo el recinto y a ... esa audiencia cachonda que ahora los lleva directos al embolado de Eurovisión. España ha dicho: sube, Mari, sube. Y ahí están ahora María Bas y su marido Mark, agendando su inesperado estrellato. Con su halo encantador y arriesgado de cierto amateurismo; con su look como de Sergio y Estíbaliz en la era de OnlyFans; con similar pasmo al de Amaia y Alfred, pero al que añaden años, negocio, dos hijos y quién sabe si hipoteca o plan de pensiones. Ahora planean exportar 'Zorra' por Europa, donde no podrán hacerse los suecos y tendrán que tapar algún desnudo de finura y afinación en su reivindicativa y pegadiza propuesta. Y también les pincharán para opinar sobre feminismos, edadismos, genocidios o vaya usted a saber. Están en un buen momento pero no les arriendo la ganancia.
El triunfo de Nebulossa, eso sí, estuvo en un ay, ay. En una gala abierta y multipolar, ni el jurado quiso despeinarse, votando empate a lo zorro callado, ni el público tuvo las ideas claras del todo. El bolero canario gustó pero no epató; Angy cumplió; lo de Jorge González y su cuadro de baile/gym cansó demasiado. Y lo peor de Almácor fueron sus fans locales, porque el chavea digirió errores técnicos como el más maduro de los profesionales. Eso sí, en descargo de TVE, la gala mejoró la rara sensación de las semifinales y encima subió dos puntos de audiencia con respecto a 2023. Punto y aparte, claro, fue la actuación de María Peláe, quien se las maravilló para despojarse de presión y bordó una de las más bellas, profundas y recordables de la noche. Con toda la carne en el asador y sin acudir a la carnaza; con ese plano eterno de su garra enjaulada por cuerpos humanos, luego desvanecidos entre el dolor y la rabia. Hay himnos que se cantan, hay gestas que se mecen. Sigue, Mari, sigue.
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