Spanish Beauty
Línea de Fuga ·
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Línea de Fuga ·
Es poco amiga de la tauromaquia, pero parece escribir con aquella máxima taurina: o enfermería o puerta grandeSe acaba de tatuar una pequeña raya oscura horizontal en la primera falange del pulgar izquierdo para que no se le olvide todo lo bueno que le está pasando, como quien se cambia la alianza de mano para recordar una tarea pendiente o se escribe ... algo con el bolígrafo en la palma de la mano para un recado próximo. Es tan reciente el tatuaje que todavía trae el dedo envuelto para regalo en un film transparente que brilla con el sol de la hora del almuerzo en la terraza del club náutico donde hizo la primera comunión. El padrino fue su tío Enrique Llovet, el escritor, diplomático y cronista con pseudónimo del que ha heredado el segundo apellido, la vocación literaria y cierta querencia iconoclasta.
Con la coincidencia del lugar del almuerzo y de su primera comunión y otros azares de este breve viaje, Paul Auster se monta tres novelas. Porque Esther García Llovet se aloja en un hotel a dos calles del lugar donde vivió hasta los siete años, pasea por las calles de La Malagueta con el recuerdo de los días en los que todo aquello era campo y se asoma al presente desde un pasado vivido pero también construido, como en cualquier biografía, hasta vestirse con el disfraz de turista de su propia vida. Esther García Llovet apenas ha regresado en los últimos 50 años y ahora deambula por la ciudad con la mirada inquieta de una niña curiosa. Casi no reconoce nada y eso, lejos de avivarle la angustia, parece divertirle, aligerarle el peso de una improbable nostalgia.
Porque el suyo parece ser un ritmo eléctrico y sereno al mismo tiempo, en la literatura y en la vida, una descarga certera ajena a la impostura, como cada una de las frases que componen su novela más reciente, 'Spanish Beauty'. Porque Esther García Llovet publica en una de las editoriales más potentes del país, ha visto cómo la Berlinale selecciona su último libro como candidato para convertirse en película, tiene entre manos una nueva novela y el sueño de una película casera y mientras tanto se hace una marca en el dedo para que no se le olvide todo lo bueno que le está pasando.
Como estar en el centro del albero de La Malagueta y prestarse a todas las propuestas de Salvador Salas para la foto de la crónica de su presentación en la ciudad. Esther con un capote que pesa un quintal, saludando al respetable imaginario con la mascarilla por montera, encaramada al tendido. Esther, poco amiga de la tauromaquia, pero que parece escribir con aquella máxima taurina: o enfermería o puerta grande. Esther, con el suficiente mundo en la recámara como para saber que casi nada tiene demasiada importancia, empezando por una misma.
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