Será distinta a la luz del domingo, los enamorados se enlazarán de otro modo las mutuas manos en los parques y la tarde puede que se lastime en su caída. Todo será diferente si los árbitros de fútbol, que nunca hacen declaraciones, se declaran en ... huelga. La 'jornada de reflexión' se va a cargar la jornada de Liga y eso hay que pensárselo mucho. Con las cosas de jugar no se juega. No habrá afortunados quinielistas, ni gente que discuta con pasión los lances del partido, que son siempre del color de la camiseta con que se mira. Un cóncavo vacío se establecerá en muchas cabezas, ya propicias a hospedarlo, y también en otras, que gustan del fútbol, aunque no sólo del fútbol. Si el domingo sólo suba el viento, la melancolía lo empañará todo y, más que nunca, se le verá la oreja laboral al odioso lunes. El lunes, que es el día preferido por los suicidas y por los absentistas, se inundará de silencio, ya que el fútbol es el tema único de conversación de millones de compatriotas. Un deporte ingeniosísimo, el fútbol. Lo que ocurre es que ya no es un deporte. Por pitos o por flautas ha dejado de serlo. Un balón en el poste o un fuera de juego equivocadamente apreciado se traducen en centenares de millones. Por eso, no sólo se pierden los partidos: se pierden los nervios. Al árbitro se le exige la infalibilidad. Es, como el caballo del picador en los toros, la víctima de la fiesta. Ahora van de alivio de luto, pero siguen trabajando entre millonarios que simulan faltas, algunos de los cuales se han especializado en escupir a distancia en la ceja del jugador rival, y oyendo cómo el mal llamado respetable público hace afirmaciones sobre el comportamiento sexual de sus madres. Sólo les compensa creerse, durante noventa minutos, que son Napoleón. No. No son Napoleón, pero son imprescindibles y están hartos de ser insultados. La caballerosidad y el señorío no figuran entre las principales preocupaciones de muchos presidentes. Le importan un pito. A mí me preocupa el domingo. La luz del domingo.
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(Artículo de Manuel Alcántara publicado en SUR 28 de noviembre de 1997)
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