Smith, maestra de transfiguración

Maggie Smith, Dama del Imperio Británico artístico por orden de Isabel II, ha encabalgado dos siglos dando grandiosos zapatazos escénicos sin parar, ah. Sus ojos a lo Bette Davis, de mirada ladeada y sardónica, serán inolvidables. Y también su capacidad camaleónica para resistir, sumada a una ironía e ingenio de fábrica con la que dopaba a sus personajes. Con porte un poco de Mary Santpere pasada por el Támesis, fue aplaudida para varias generaciones de espectadores en todo el mundo, que la recuerdan por muchos motivos, no siempre coincidentes: por sus oscarizados trabajos en los sesenta y setenta, incluidas obras menores como 'Un cadáver a los postres' (esa, la del «Señor Benson Señora»); o por aquella peli tan 'british' 'Una habitación con vistas'; o por su ya madura aportación al 'Godsford Park' de Robert Altman, preludio de su majestuosa condesa viuda de Grantham, que glorificó los zascas a modo de tuits del alma en 'Downton Abbey'.

Una carrera todoterreno en la que obtuvo además un personaje ya imperecedero para los chaveas: el de la profesora de transfiguración Minerva McGonagall de Hogwarts, papel que ella con sorna llamaba como el «fondo de pensiones Harry Potter». Pero no olvidó el teatro y hasta en 2019 representó en Londres un monólogo de más de hora y media con nada menos que 84 años. Así se las gastaba. Cuando en sus inicios Lawrence Olivier le hizo un feo al quitarle un papel, ella contestó a sus disculpas: «Muy amable que pienses en mi regreso, pero no sería prudente por mi parte creerte». Le sobraba creer en sí misma.