Sergio Aranda, el baile de ida y vuelta a Tokio
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El bailaor malagueño hace escuela en Japón, un país al que se marchó en pandemia tras conocer a la bailaora Ayasa Kajiyama. Ahora vuelven juntos por Navidad al Tablao AlegríaSecciones
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El bailaor malagueño hace escuela en Japón, un país al que se marchó en pandemia tras conocer a la bailaora Ayasa Kajiyama. Ahora vuelven juntos por Navidad al Tablao AlegríaSergio Aranda responde al teléfono desde su casa en Tokio. Faltan casi dos horas para el espectáculo flamenco al que está invitado, pero tiene que salir en breve. «Esta ciudad está muy transitada y hay que desplazarse con tiempo». Es uno de los muchos cambios a los que se ha tenido que acostumbrar alguien que se ha criado en un barrio de Málaga, Puerta Blanca para más señas. El artista malagueño, con una larga trayectoria en escenarios de toda la geografía, lleva un año instalado en Japón donde imparte clases de flamenco y actúa junto a Ayasa Kajiyama. Ella es su pareja artística y la responsable del giro que ha dado su vida. Juntos forman una explosiva combinación cultural que esta Navidad pisará fuerte en el Tablao Alegría de la Malagueta.
«Cuando la ves bailar, no sabes si es de Japón o del Sacromonte. Es increíble cómo hace suyo el flamenco». Aranda habla de Ayasa Kajiyama, bailaora por derecho, desde la admiración y también desde el amor. La conoció en febrero de 2020, cuando a Aranda le contrataron para bailar durante un mes en un tablao de Tokio. Fue un éxito en lo profesional y también en lo personal. Ahí empezó «el roneo» entre los dos, hasta que se interpuso el coronavirus. El malagueño tuvo que regresar 'in extremis' a casa. No pudieron verse hasta ese verano de 2020, cuando la bailaora japonesa cogió un vuelo a Málaga para conocerse mejor. Y entonces ya lo tuvieron claro: tenían que estar juntos.
«La situación laboral que había en España no dejaba otra opción», admite. Con la mayoría de los tablaos cerrados, algunos de forma definitiva, y los viajes internacionales restringidos, empezar de cero al otro lado del mundo parecía una tabla de salvación. No es el primero, ni será el último que lo haga. El intercambio cultural con Japón ha sido una constante del flamenco desde el siglo pasado. Sus paisanos Chiquito, el Tiriri, la Repompa o Pepito Vargas ya hicieron esa ruta hacia el lejano oriente hace décadas para ganar una cantidad de yenes que aquí no alcanzaban en pesetas. «Es la segunda patria del flamenco. Cada vez me sorprende más cómo quieren y valoran nuestra cultura», reconoce.
Pero su motivación no era exclusivamente económica. «No me he venido a vivir a Japón, he venido para poder estar juntos, era la única solución». Pero esa circunstancia le ha permitido algo inviable en España en estos tiempos. «En plena pandemia he seguido en activo, no he colgado las botas en ningún momento. El músico, el que canta o toca, puede seguir haciéndolo desde el sofá de su casa, pero en la danza es más difícil», admite.
Desde enero de 2021, Sergio Aranda imparte cursos de flamenco en Tokio a unos 40 alumnos. Confiesa que nunca fue «un niño muy estudioso», pero el japonés no se le da mal. La primera vez que aterrizó en Tokio le apuntaron en un papel cómo contar hasta doce para poder marcar los pasos. Hoy es capaz de dar todo tipo de instrucciones en japonés y lo demuestra al otro lado del teléfono, enumerando indicaciones en ese idioma como quien lee la lista de la compra.
El bailaor se marchó el año pasado con un visado de profesor, un permiso que le impedía subirse al escenario en calidad de artista. Hasta ahora. En julio, Sergio y Ayasa contrajeron matrimonio, una alianza que le ha permitido acceder a la ciudadanía japonesa (durante un año, con renovación posterior). «Ahora puedo trabajar en lo que yo quiera». Desde entonces ha actuado en dos ocasiones en el Tablao Alhambra de Tokio, una en solitario y otra con su mujer. Y vendrán más. Aranda regresa a casa para zapatear en el Tablao Alegría (calle Vélez Málaga, 6) del 20 de diciembre al 9 de enero. En una de esas tres semanas estará acompañado por Ayasa (días aún por concretar).
«Si bailo junto a Ayasa no es porque sea mi mujer, es porque estoy seguro de que tiene el nivel adecuado y la categoría que se merece. Está muy preparada», argumenta. De hecho, Ayasa Kajiyama es un nombre conocido en los círculos flamencos. Era deportista de élite, nadadora de natación sincronizada a un paso de competir en las Olimpiadas, pero el flamenco se cruzó en su vida. Estudió el arte jondo en Japón, pero se empapó de la cultura española durante una larga estancia en Sevilla. «Y casi que habla mejor que yo el castellano», concluye Aranda entre risas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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