Muy pocas veces me planto delante del espejo. Al hacerlo y ver la realidad al otro lado, me quedo desconcertado; como si todos los años de convivencia con la persona que en ese momento tengo enfrente no hubieran servido para reconocerme. La imagen que desde ... siempre se refleja al otro lado representa para mí la figura de un extraño. Me pasa desde niño. Entonces no cabía la posibilidad de verme de ninguna otra manera que no fuera en fotos y espejos. Miraba mi cara en el espejo del cuarto de baño y no me gustaba nada. No me fiaba del rostro serio e impenetrable que tenía delante. Una imagen muda que me escrutaba como si dentro de mí hubiera otra persona. Ahora la gente se contempla en la pantalla del móvil y se hace selfis sin parar. Se distraen variando la expresión del rostro cada vez que van a fotografiarse. Quizá cambian de cara porque tampoco les gusta la que tienen. La felicidad dura el tiempo que tardan en detener el instante. Luego la vida continúa.

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Cuando me afeito es el período del día que paso más tiempo con el desconocido que siempre me acompaña. Lo miro frente a frente mientras voy pasando la maquinilla por la piel de nuestra cara. Entonces veo de cerca las arrugas del tiempo, las cicatrices de la vida, las señales del pasado. Me doy cuenta de que después de compartir tantas situaciones personales y experiencias sentimentales, el hombre del espejo y yo nos hemos ido acostumbrando a convivir. De niño no estaba habituado a verme y por eso buscaba el reflejo de mi imagen incluso en los escaparates. Llegué a la edad adulta sin teléfonos móviles.

Cuando el hombre del espejo y yo estamos los dos a solas, dialogamos en silencio. Hay noches que brindamos con ironía por el porvenir y días que nos levantamos con el semblante triste sin saber por qué. Nos cruzamos la mirada sin decirnos nada. Lo achaco a un mal sueño, posiblemente sea eso. Mientras, la vida sigue pasando a nuestro lado a toda velocidad. Nunca nos hemos hecho un selfi juntos, no practico esa moda. La palabra selfi significa egoísta. El otro día oí hablar del postureo en los selfis. Una forma de posar que no guarda relación con la manera de desenvolvernos en la vida cotidiana. Tampoco nunca he apretado el gatillo para inmortalizar un instante de soledad. Si lo hiciera, probablemente yo también esbozaría una sonrisa fugaz. Como si la vida marchara feliz y orgullosa hacia el futuro. Me viene la imágen del niño haciendo muecas frente al espejo. Lo veo poner las caras que no se atreve a repetir en público, como si ensayara los papeles que le gustaría representar a lo largo de la vida. Fuera, en la calle, la gente hace lo mismo.

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