Para el gran público es el actor Secun de la Rosa, el de 'Aída', 'El bar', 'El otro lado de la cama'... Pero esa descripción ... se queda muy (pero que muy) corta. El catalán de orígenes malagueños lleva en la autogestión teatral desde 1999: escribe, dirige y actúa en obras que siempre invitan a la reflexión. Ahora, tras debutar como director de cine y mientras rueda para la pantalla, recorre los escenarios con 'Las piscinas de la Barceloneta', un viaje al «verano mágico del 77», el de las primeras votaciones, la primera manifestación gay y las primeras jornadas libertarias. Una función de teatro pero también una forma de activismo que rinde homenaje a los mayores del colectivo LGTBI que lucharon con todo en contra. Este sábado estará en el Echegaray, en el 40 Festival de Teatro (20.00 horas, 18 euros).
–Empecemos por el principio. Usted es medio malagueño, ¿no?
–Sí, mi padre es malagueño. Mis abuelos emigraron a Barcelona, así que mis padres se han criado ahí, pero tengo un cuarterón malagueño muy fuerte.
–Fue una lástima que se perdiera el estreno de 'El cover' en el Festival de Málaga por el covid. ¡Le pegó fuerte el virus!
–Sí, fue una lástima. Ahora, con 'Las piscinas de la Barceloneta' en el teatro y rodando como actor, estoy renaciendo de todo lo que conllevó la película y la pandemia. Yo vivía el proceso de hacer mi primera película como director después de haber estado dirigiendo y escribiendo funciones y cortos durante 20 años. Y el covid nos paró la película por la mitad. No sé si es que al final me quedé sin defensas, pero pillé un covid muy grave. Estaba hospitalizado por neumonía cuando se estrenó en Málaga.
–¿Una y no más?
–¡No! La película me dio mucho sufrimiento en ese aspecto y hubo un momento de mucho prejuicio por ser una película de artistas de guerrilla, en Benidorm, con formato musical, conmigo de director... Pero luego surgió la magia y me dio muchas alegrías. Nos premiaron en Málaga y en el festival Ópera Prima de Tudela. Enseguida la compró Amazon y triunfó. Ahora he dirigido un capítulo de una serie sobre la trastienda del fútbol que han hecho Álex de la Iglesia y Carolina Bang, y ha comprado HBO. Estoy con ganas de seguir por ahí y estoy escribiendo un guión.
–La fama de la televisión y el cine lo arrasa todo, pero usted, por encima de todo, es teatrero.
–(Risas) Sí. Muchas veces hay que frenar con la mirada que tienen los demás de ti, con la imagen que se han creado de ti y no creerte que tú debes hacer las cosas que de fuera se ven. La gente me conoce mucho más por las películas de David Serrano, de Álex de la Iglesia o por series como 'Aída', pero yo llevo 25 años haciendo teatro, una función tras otra. Lo de salir en películas o series es consecuencia de mi trabajo teatral.
–Aún así, ¿cree que habrá cierto prejuicio, que alguno dirá «a ver qué ha hecho ahora este actor de comedia»?
–Dentro de la industria, no hay tanto prejuicio porque la gente que ama el cine o la interpretación me ha visto en el CDN haciendo 'El jardín de los cerezos' o en la gira de 'Smoking room'. Sí es verdad que el gran público, el de la tele, me ubica más en la comedia. Pero es que a mí la comedia me encanta. Es un género maravilloso para contar cosas. Las películas más humanistas, más profundas y más políticas nacen de la comedia. Ahí están Charles Chaplin o Billy Wilder. Me gusta que me identifiquen con el teatro serio como director y actor, y también con la comedia. Sería un peso muy grande ser solo una cosa.
«Podría haber optado por hacer comedias más fáciles o anuncios de 'Toni Colmenero', pero a mí me gusta un teatro más poético»
–El teatro, ¿le da la oportunidad de hacer realmente lo que quiere hacer?
–Ahí es donde está este punto intermedio del esfuerzo y de cómo cada uno quiera llevar su trabajo. En los momentos de popularidad podría haber optado por hacer comedias más fáciles o anuncios de 'Toni Colmenero' (su personaje en 'Aída'), pero me gusta un teatro más poético, que tiene su punto de comedia y es ágil, pero que también reflexione. No son propuestas tan comerciales como se puede esperar de un actor de la tele, pero es lo que me gusta.
–Pero, entonces, ¿ha dicho que no a propuestas de serie o programas de televisión por no abusar de la fama de la comedia?
–Claro, y con todo el dolor de mi corazón, porque decir que no a una propuesta de trabajo cuando te lo has currado mucho es arriesgado y da vértigo.
–'Las piscinas de la Barceloneta', ¿es solo teatro o también es una forma de activismo?
–Es una forma de activismo. Tras pasar el covid, hice esta obra pensando más en recuperar yo memoria y ejercitar músculo como actor, que en el resultado. Y de repente me encuentro con las mejores críticas de mi carrera.
–¿Qué le lleva a escribirla en estos momentos?
–Hay muchos porqués, pero el principal es un homenaje a la gente mayor. Sebastián Alonso Roca, el protagonista, fue joven en los 70. Todavía estamos a tiempo de escucharles, de comprenderles, de darles su sitio en este momento de culto a la juventud. Sebastián recuerda la ley de vagos y maleantes, cómo metían a los gays y a las lesbianas en la cárcel, y todo ese extrarradio barcelonés de inmigrantes donde estaba el psiquiátrico, los hogares de huérfanos y un hospital abandonado donde metían a los leprosos. Tiene la parte de comedia donde Sebastián va descubriendo a las vedettes, El Paralelo, los gays, los bailarines, ese universo tan divertido del cancaneo; pero también el activismo y las jornadas libertarias. Siento que se lo debía a mucha gente que ha quedado sepultada y que fueron realmente libres cuando era muy difícil serlo.
–Hoy, en 2023, ¿también hay que echarle valor para vivir la sexualidad en libertad?
–Sí, pero es diferente. Hoy en día hay que echarle valor, pero hay un punto en el que todos sabemos que ser homófobo con una lesbiana, una persona trans o un gay está mal visto. Seguramente hay muchos prejuicios y gente retrógrada, pero imagínate esta lucha hace 40 años. Por ser homosexual eras vago, maleante y un peligro social, te metían en la cárcel y te hacían descargas eléctricas, ibas a tu pueblo y allí te rechazaban… En la fiesta del Orgullo Gay me encantaría ver una carroza con toda esta gente mayor que tanto ha luchado. Me gusta que no olvidemos de dónde venimos.
–¿Cree que no se les reconoce lo suficiente?
–No, yo creo que a la gente mayor del colectivo no se le reconoce lo suficiente. Somos muy olvidadizos. Nos parecen muy empoderadas algunas figuras que se repiten siempre, pero de Mari Trini qué poco hablan.
–¿Usted ha sentido miedo?
–Como todas las personas. Miedo al qué va a ser de mí si quiero ser actor y no lo logro, miedo a que hieran mis sentimientos, miedo porque la vida es dura... Miedo por mi propia personalidad, por mi fragilidad o mi sensibilidad, pero no por gay.