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Aurora Luque y Rogelio López Cuenca, en el patio de la Casa Invisible. Ñito Salas
Rogelio López Cuenca y Aurora Luque, dos Premios Nacionales cara a cara

Rogelio López Cuenca y Aurora Luque, dos Premios Nacionales cara a cara

El artista y la poeta analizan con una mirada crítica la Málaga cultural, la realidad de los creadores y el sentido de los galardones en un encuentro en La Invisible

Domingo, 4 de diciembre 2022, 00:36

En la misma semana de septiembre el foco cultural de todo el país apuntaba hacia ellos. Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959) ganó el Premio Nacional de Artes Plásticas. Dos días después, Aurora Luque (Almería, 1962) se hizo con el Nacional de Poesía. Saben que ahora les miran de otra manera, que el aura de un galardón puede deslumbrar a algunos, pero en ellos nada ha cambiado. No han perdido la conexión con la calle, con una cultura en los márgenes que se impulsa desde las bases; ni han moderado un ápice su discurso crítico con la realidad de la Málaga donde viven y crean. Dos meses y decenas de entrevistas después, les citamos para hacer balance en la Casa Invisible, «un emblema, un espacio altamente simbólico de la posibilidad de otra experiencia de la vida de la ciudad», apunta López Cuenca.

Ahora todos les ven, pero también ellos han sido durante mucho tiempo 'creadores invisibles'. Por eso defienden sin ambages un lugar que da espacio a quienes se quedan fuera del circuito oficial y oficialista de la cultura. «Con una diferencia fundamental: La Invisible no es solo una oferta que se hace, sino que se construye. El paradigma opuesto extremo sería el de la franquicia, una especie de escaparate en el que van cayendo cosas que vienen de fuera y se exponen. El trenzado del trabajo colectivo imprime un carácter absolutamente diferente», argumenta López Cuenca. Y es esa singularidad, precisamente, «la que pone en peligro» el proyecto, apostilla Luque.

Tras la sesión de fotos en el icónico patio, la conversación tiene lugar en el interior de la casa (el frío ha llegado de golpe a Málaga y hay que buscar refugio), en un rincón de los 1.800 metros cuadrados de esta construcción centenaria sobre la que pesa una orden de desalojo. Su ocupación ilegal hace casi 16 años por un colectivo con inquietudes sociales y culturales críticas con el sistema es el principal argumento de quienes defienden el desahucio. Pero entonces el artista hace una reflexión: «No hay ni un derecho que tengamos ahora, que consideremos como natural, que no se haya logrado a través de un desafío del orden del momento. Con el respeto absolutamente reverencial a la legalidad, seguiríamos todavía en el franquismo».

Casa Invisible

«Se les ridiculiza y les ponen de desclasados, hippies y perroflautas. Con ese discurso se les saca del orden político»

Aurora Luque

«No hay ni un derecho que tengamos que no se haya logrado a través de un desafío del orden del momento»

Rogelio López cuenca

Un ejemplo: en el año 77, en el centro de Roma, el movimiento de liberación de la mujer ocupó un viejo palacio, un hecho físico que marcó el nacimiento del movimiento feminista de los 70. A los pocos meses el edificio fue desalojado «y hoy sigue deshabitado, sigue en ruinas». «La urgencia del poder es que esto no vaya a servir de ejemplo, que la gente no piense que lo público es suyo», apostilla. «Aquí hay también un malestar ante lo que tiene de desafío al concepto de la propiedad, que es intocable y es un punto muy sensible», aporta Luque. Eso es lo que, a su juicio, provoca que haya reacciones «más agrias» y que se intente ridiculizar a quienes impulsan movimientos así, «ponerles de desclasados, de hippies, de perroflautas»: «Con ese discurso también se saca del orden político a la gente».

Ñito Salas

El conflicto entre el Ayuntamiento y La Invisible (el Consistorio está ya solo pendiente de obtener la autorización judicial para desocupar la casa) es para ambos una muestra de la desconexión de la política con la cultura real de la ciudad. Un distanciamiento que, para Luque, tiene su máximo exponente en el vínculo que las administraciones establecen entre turismo y cultura, ahora en la misma consejería de la Junta. «Me irrita profundamente que el turismo se quiera disfrazar uniéndolo a cultura. Pero, ¿por qué no se quitan la máscara ya? El turismo es un negocio, no es cultura. No solo vendemos nuestro tiempo de trabajo sino que nuestro tiempo de ocio lo compramos en forma de 'paquetes'. Que a eso se le llame cultura es una aberración. Ese turismo no tiene nada de cultural», analiza la escritora, que recuerda con horror su experiencia en un crucero. «Que un crucerista disponga de solo tres o cuatro horas para 'ver' ciudades como Venecia, Málaga o Estambul me parece una perversión abominable del concepto de viaje. Con la aceptación acrítica del turismo de bajo coste y de 'paquetes' y con ese proyecto de macroexposición que hará más caro y menos habitable el centro para los malagueños, Málaga se está dañando a sí misma».

Para el artista, el problema está en el «engullimiento por parte de la lógica mercantil» de buena parte del hecho cultural. «Lo que es muy grave es que el mercado se convierta en la norma, esa es la lógica neoliberal: los políticos dejan todo en manos del mercado, que es el que decidirá qué es lo que sobrevive de lo cultural, y algunas cosas morirán porque nadie las va a consumir», augura. El papel de las instituciones es «proteger, incentivar y posibilitar otro tipo de experiencias culturales que no son las que facilitan el mercado». De lo contrario, «la única pintura que sobreviviría sería la comercial». Es decir, en una ciudad como Málaga, «un óleo de mi Virgen favorita y de mi Cristo favorito». Por eso hace una propuesta: «Si un museo como el Picasso tiene una finalidad turística, debería pagarse con los fondos destinados al turismo».

Turismo y cultura

«Pero, ¿por qué no se quitan la máscara ya? El turismo es un negocio, no es cultura»

Aurora Luque

«Si el Museo Picasso tiene una finalidad turística, debería pagarse con los fondos destinados al turismo»

Rogelio López cuenca

Echan en falta una apuesta decidida por el creador emergente. «La franja intermedia está desatendida», dice Aurora Luque. Por eso celebra la residencia de escritores en la Cónsula anunciada por el consejero de Cultura de la Junta, Arturo Bernal. «Es un tipo de institución que no existe, quizás porque no es vistosa ni rentable a corto plazo, y son estancias verdaderamente útiles». Sí hay una cosa que ella matizaría de las palabras del consejero: «Decía que así esos escritores podrían conocer mejor la cultura andaluza y difundirla fuera. Vamos a ver: el fin de una residencia de escritores es que un escritor tenga libertad absoluta para crear en ese tiempo. Mal vamos si se le va a pedir que estudie y conozca la cultura andaluza. Porque conocer y difundir la cultura andaluza es misión de la consejería y de los museos, de las instituciones ligadas al patrimonio, de las bibliotecas…». Ya de paso, lanza otra idea: crear una escuela de traductores. Los «momentos históricos más brillantes», mantiene, han estado ligados al intercambio entre las lenguas. Y recuerda: «Al único rey con el sobrenombre de 'sabio', Alfonso X, se le recuerda por su papel con la escuela de traductores de Toledo».

Rogelio López Cuenca incide en ese abandono al «entramado intermedio»: «Hay una escuela de Bellas Artes que está funcionando bien y de la que está saliendo alguna obra magnífica; y luego están esos grandes pseudomuseos o escaparates para las grandes figuras y los grandes nombres». Quienes terminan sus estudios se ven obligados a emigrar, «y, además, encima se celebra». «¡Un fracaso de tal magnitud se celebra como un éxito!», exclama. Y cuando tienen un refrendo comercial en Berlín, París o Nueva York, «entonces se le recibe con los brazos abiertos, pero sin ningún tipo de criterio».

Lo llama 'síndrome del colonizado': «Lo que nosotros hacemos no vale. Nosotros podemos exportar talento en crudo, como un diamante bruto que se saca de una mina que se manda a Ámsterdam donde se talla. Y nos sentiremos muy orgullosos de que ese diamante bruto nació aquí. Pero no nos inquieta lo más mínimo la incapacidad que tenemos para que no sea obligatoria esa migración».

Ñito Salas

El grueso de la inversión y la atención se va, a su juicio, «en esos escaparates, esas pistas de aterrizaje» donde manda el «efecto relumbrón» de las figuras que exponen. «El asunto tiene una finalidad de presencia mediática», reflexiona López Cuenca. Funciona con los museos y también con los muchos eventos que acoge la Costa del Sol: «Son marcas propiedad de una empresa que las pone en el mercado y las ciudades compiten por acogerlas. Pagas por aparecer en los medios en una sección que no parezca publicidad. Pagas porque aquí suceda lo que sea, una Copa Davis, una Vuelta Ciclista o una Exposición Universal». «Que el gran objetivo ahora sea una Expo es el ejemplo de que Málaga no va bien», añade Luque.

Creación

«Esquilo, Sófocles y Eurípides hicieron el mejor teatro de la historia subvencionados por la ciudad»

Aurora Luque

«Padecemos el síndrome del colonizado:lo que nosotros hacemos no vale»

Rogelio López Cuenca

López Cuenca conoce a «más de uno» que quedó «fascinado con ese espejismo de fin de semana» en Málaga y decidió mudarse para montar una empresa cultural. «Pero cuando llegan se encuentran que no pueden, que no hay la más mínima ayuda y todo está en manos del mercado puro y duro, empezando por el alquiler de un espacio para vivir o para trabajar. Y se han tenido que ir».

No quieren subvenciones, quieren que les paguen por su trabajo. No obstante, Aurora Luque llama la atención sobre el sinsentido de menospreciar ese término: «En la Atenas clásica, en el siglo V, Esquilo, Sófocles y Eurípides hicieron el mejor teatro de la historia subvencionados por la ciudad. Le ponían impuestos directos a quienes ganaban mucho para pagar el festival. Si ellos podían escribir gracias a los impuestos de Atenas, ¡quién va a venir a decir que las subvenciones son malas si están bien utilizadas y canalizadas! Es perfectamente legítimo».

Ellos han elegido quedarse en Málaga. Aurora Luque nació en Almería, creció en un pequeño pueblo de la Alpujarra granadina y reside en la capital desde hace 34 años. Rogelio López Cuenca ha sido ciudadano del mundo durante largas temporadas, de Roma a Nueva York, pero su base de operaciones está en el mismo lugar en el que nació, Nerja.

Los premios

«Es un foco puntual muy fértil en lo mediático, pero que desatiende un poco la cosa artística»

Aurora Luque

«Pero yo no vivo de lo mío», puntualiza la ganadora del Premio Nacional de Poesía por 'Un número finito de veranos'. «La poesía está fuera del mercado por completo. Que puntualmente recibas un premio no te soluciona la vida», sentencia Luque. Su medio de vida, de hecho, ha sido la enseñanza pública, como profesora de instituto durante 36 años, y la traducción. Agradece el reconocimiento del Ministerio de Cultura, pero hace una reflexión: «La gente quizás tenga demasiada fe en los premios. A mí me parecen importantes, pero a veces ese foco deja al margen el que el premio se le da a un libro que ya existía y va a seguir existiendo, que yo tengo otros libros anteriores y que seguiré escribiendo. Es un foco puntual muy fértil en lo mediático, pero que desatiende un poco la cosa artística».

En el caso de Rogelio López Cuenca, el galardón no fue a una obra o una exposición, sino a unas maneras de hacer: «El arte que me interesa no produce objetos, produce procesos». Se considera «afortunadísimo» por no haber tenido una ocupación alimenticia paralela al arte, aunque «a costa de vivir en unas condiciones muy inestables». Por eso entiende los premios como una especie de «compensación simbólica de la precariedad sistémica que tiene el trabajo en el mundo de la cultura». Resultan «más fáciles, cómodos y mediáticamente explotables que hacer un esfuerzo por dignificar las situaciones legales, laborales o fiscales» de los creadores. «Y quienes están trabajando en la misma dirección que el mercado para satisfacer los gustos masivos artificialmente creados, ya tienen el premio con su propio éxito comercial», declara.

La conversación se extiende durante dos horas, un debate de altura en el que también hay momentos para la distensión. «¿Sabes cómo llamo a las luces de calle Larios? BBVB: Bobos Boquiabiertos Viendo Bombillas», cuenta Luque entre risas. «¡Al parecer a las ejecuciones públicas también iba una cantidad de gente!», le responde divertido López Cuenca.

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