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Rocío Molina atiende el teléfono desde París, con la pequeña Juana enganchada a la teta y a unos minutos de salir hacia el teatro donde ... esta noche tiene actuación. Desde la capital francesa escuchó en directo cómo pronunciaban su nombre a más de mil kilómetros de distancia, en Valladolid, en la gala de los premios Max. La compañía de Rocío Molina completó su ya abultado palmarés con el reconocimiento que le faltaba: la manzana plateada al mejor espectáculo (ya tiene a la intérprete y a la coreografía por partida doble). «Lo importante es creer en tu obra, pero es bonito que te lo reconozcan», asegura. Además, lo ha logrado con el montaje más personal de su carrera, su 'Grito pelao' a la maternidad en solitario que nació durante la gestación de su hija. «Han sido dos proyectos paralelos, por eso va doblemente cargado de emoción», reconoce la malagueña.
Este martes finaliza a las afueras de París una gira en Francia que le ha llevado a Aix en Provence, Annecy y Nanterre. De aquí a julio la esperan en Oporto, Figueira da Foz, Sevilla y Londres. Rocío Molina ha activado su agenda internacional tras su baja maternal con 'Caída del cielo', un regreso a lo antiguo antes de dar forma a lo nuevo. Es su espectáculo más extremo en lo físico, el que puso su cuerpo y su mente al límite, pero confiesa que ahora hasta le parece «algo pequeño».
«Lo he retomado con más fuerzas, no me canso, es como si hubiera adquirido nuevos poderes», dice mientras ríe. La experiencia de la maternidad y del parto en casa le han dado una nueva perspectiva de las cosas. Pero aunque el foco de su vida y de sus horas haya cambiado en estos meses, su cuerpo sigue como siempre. «Tiene un recuerdo brutal y se pone en el mismo lugar que antes rápidamente», asegura. En su cabeza ya tiene su próxima creación, que estrenará en los Teatros del Canal en mayo de 2020 para salir inmediatamente después de gira. Rocío Molina se ha ganado tal confianza en el sector que sin tener aún montado el espectáculo ya hay teatros que quieren contar con ella. Haga lo que haga. «Es un lujazo que tengo que agradecer», admite.
El Max al mejor espectáculo se suma a una larga lista de distinciones, dentro y fuera de España. Como el premio a la mejor bailarina contemporánea por 'Caída del cielo' en los recientes National Dance Awards, un galardón que concede la crítica británica, equivalente a los Laurence Olivier en teatro. Pero la manzana plateada llega desde casa, y eso siempre tiene un valor especial. «Es bien bonito que te reconozcan en tu país después de tanto esfuerzo», señala la 'danzaora'. Nunca ha esperado que los demás le dijeran que iba por el buen camino, de hecho siempre se ha dejado llevar por su instinto, por lo que le pedía el cuerpo. «E intentaré que así sea siempre», apostilla. Pero un Max es un impulso para seguir.
«A todas las mujeres que han parido desde el origen y para el origen», a ellas dedica este premio que corona una de las carreras más brillantes de la danza española. «Y a mi madre, por el coraje y la valentía que ha demostrado como mujer», añade. No solo lo dice porque parió a su hermano «de nalgas de forma natural», sino por ser la «más profesional que ha estado en escena» junto a ella. Lola Cruz debutaba en los escenarios en este 'Grito pelao', y parecía que había estado allí toda la vida. A su lado, también, Silvia Pérez Cruz, que el lunes recogía emocionada el Max a la mejor composición musical por el universo sonoro que acompaña a esta madre e hija.
Es un galardón a un espectáculo, pero para Rocío Molina significa mucho más. Porque 'Grito pelao' lanza un mensaje: un «grito a la libertad de la mujer». Por eso, siente este Max como un premio a la «libre elección de cómo crear, parir, criar y crecer». Soltera y lesbiana, se sometió a una fecundación in vitro para cumplir su fuerte deseo de ser madre. Y decidió, además, dar a luz en su casa. Sin querer ser bandera ni ejemplo de nada, Molina confía en que «haya servido a otras mujeres para reivindicar la libertad». Eso, para ella, es «lo más importante» de cualquier creación.
'Grito pelao' es también su homenaje a la «perfección del cuerpo de la mujer». «Estamos hechas para dar vida», sentencia. A su lado tiene la prueba, «lo más grande que tengo y que me ha sucedido». Juana, la pequeña de pocos meses, le acompaña a todas partes y disfruta «un montón» del ambiente de los teatros y del movimiento de los trenes. «Le va marcha», dice. Se parece a su madre.
El laboratorio itinerante de Rocío Molina hace parada el 26 de julio (22.00 horas) en el interior de la Cueva de Nerja. La bailaora malagueña retoma sus 'Impulsos', el método de investigación con el que dio forma a su celebrado espectáculo 'Caída del cielo' y con el que ahora busca inspiración para su próximo montaje.
'Impulsos' son improvisaciones en entornos sugerentes, lugares en los que Rocío Molina se deja llevar por la atmósfera, por el público, por la música... Y crea al momento. Lo ha hecho en museos, en la orilla de un río o del mar, en un parque, en un templo romano y hasta en una iglesia. Y el próximo julio pondrá a prueba sus sensaciones y su baile en el interior de una gruta, dentro del Festival Internacional de Música y Danza Cueva de Nerja. Las entradas están ya agotadas.
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