Rocío Molina, durante los ensayos de 'Carnación' en La Aceitera, su residencia artística en Sevilla. J. M. SERRANO

Rocío Molina, Medalla de Oro de las Bellas Artes: «Estoy feliz de dignificar el flamenco en este país»

La danzaora malagueña, siempre a la vanguardia del arte jondo, remata un «año precioso» que comenzó con el León de Plata de Venecia y el estreno de 'Carnación'

Martes, 27 de diciembre 2022

Hoy quería hacer el «efecto caracol», desconectar por un día del ruido del mundo antes de volver al trabajo. Pero su móvil no deja de sonar desde hace horas. «Soy tan difícil de localizar por teléfono que me han empezado a dar la enhorabuena incluso antes de recibir la llamada oficial, antes de que yo supiera nada», explica abrumada Rocío Molina. La malagueña despide el año tal y como lo empezó, con premio. Si 2022 comenzaba con el peso internacional del León de Plata de la Danza de Venecia, ahora acaba con la mayor distinción nacional que concede el Gobierno en el mundo de la cultura, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. «Estoy feliz de dignificar las artes y el flamenco en este país», afirma ilusionada.

Publicidad

El reconocimiento le llega por sorpresa. «Nunca tengo expectativas de este tipo de cosas, yo ya me daba más que satisfecha con los premios de este año, no me lo esperaba para nada. Pero qué mejor forma de acabar este año precioso que así». El ministerio que dirige Miquel Iceta le reconoce su carácter «iconoclasta» y le premia por ser dueña de un «lenguaje propio cimentado en la tradición reinventada de un flamenco que respeta sus esencias y se abraza a las vanguardias».

La danzaora malagueña se corona así como una de las figuras más relevantes del baile de nuestro país, con un palmarés apabullante en el que hay varios Max, un Premio Nacional de Danza (fue la primera malagueña en lograrlo y la más joven en obtenerlo con solo 26 años), dos UK National Dance Award (galardón que concede la crítica británica) y hasta una nominación al Premio Olivier de la escena teatral de Londres por 'Caída del Cielo'. «Si tengo una pequeña culpa de llevar al flamenco a un buen lugar, me hago cargo de ello tranquilamente», comenta risueña al otro lado del teléfono.

«Si tengo una pequeña culpa de llevar al flamenco a un buen lugar, me hago cargo de ello tranquilamente»

Rocío Molina (Málaga, 1984) lidera a una generación de bailaoras que rompen tabúes con seguridad y libertad. Lo ha vuelto a hacer con su último montaje, 'Carnación', un canto a la emoción que mueve el mundo y su arte: «Toda mi trayectoria artística es puro deseo». Una nueva transgresión 'a lo Molina' junto al Niño de Elche, con movimientos del cuerpo imposibles al ritmo de música sacra y electrónica. «Con 'Carnación' hemos ido con fuerza, honestidad y verdad. Con mucho cuidado hacia nosotros sin importarnos lo de fuera», asegura cuando se le refieren las ya consabidas críticas de los puristas tras su estreno en la Bienal de Sevilla. «No las leo, no les presto atención. Pero estoy agradecida de que las personas encargadas de otorgar este premio tengan una visión un poco más allá», puntualiza.

Valiente (aunque ella insista en que lo único que hace es cubrir su «necesidad artística»), sin censuras y con las ideas muy claras. La cultura se rinde una vez más ante su capacidad para llevar al límite la danza y también su cuerpo, ante su habilidad para tensar el flamenco sin llegar a romperlo. Porque su forma de expresión trasciende el arte jondo para fundirse con lo contemporáneo, o viceversa, componiendo potentes e impactantes imágenes.

Publicidad

Trayectoria

No siempre lo tuvo fácil. «De primeras, desde pequeñita, nunca se creían que pudiera ser bailaora. Con la cara así 'achinaíta', rubita, podía ser alemana o sueca antes que malagueña... Llegaba a los festivales y me preguntaban '¿dónde está la bailaora?'». Luego, cuando la veían bailar, se hacía el silencio. «Ya todo cambiaba, pero he tenido que hacer ese trabajo de paciencia y de calma», reconocía en una entrevista con SUR.

Su consagración llegó con 'Oro viejo' (2008), la pieza con la que en 2010 triunfó en el New York City Center y con la que consiguió que el mismísimo Mikhail Baryshnikov se arrodillara frente a ella en su camerino tras su actuación. Desde 2014 es artista asociada al Théâtre National de Chaillot, en París, donde estrenó en 2016 'Caída del Cielo', una obra ya emblemática de su carrera, una coreografía potente por la fuerza que transmite pero también por lo que mostraba. Por primera vez, el flamenco se atrevía con mensajes hasta entonces vedados y escenificaba una menstruación como gesto de empoderamiento y liberación femenina.

Publicidad

Dos años después, La Molina bailaría su embarazo como madre soltera y lesbiana en 'Grito pelao'. Tras dar a luz a la pequeña Juana, volvió a las tablas diferente, sin perder su esencia, pero buscando la fuerza en otras partes más allá de lo puramente físico. Se plantó ante el ritmo frenético y la dinámica de alto rendimiento en la que estaba inmersa, pero tuvo que atravesar una crisis creativa para darse cuenta y cambiar.

La bailaora malagueña se curó de ese momento de desilusión y falta de inspiración con un recorrido hacia atrás, volviendo al origen y recuperando la frescura de la niñez en una trilogía dedicada a la guitarra, uno de los «amores» de su vida. La tercera parte, 'Vuelta a Uno', se verá este 2023 en el Teatro Cervantes de Málaga. Una mirada al pasado para retar una vez más al futuro del arte con 'Carnación', la última pieza de una trayectoria que bien vale una Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. 2023 se presenta, dice, «muy placentero», con ganas de disfrutar de los escenarios. «La mayor recompensa», concluye.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad