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Dice Rocío Molina que no tiene «necesidad de ruido». Por no tener, no tiene ni televisión en casa. Le gusta el «efecto caracol», encerrarse en su «paraíso» en el campo de Sevilla, entrar en contacto con el inmenso olivar que ve desde su ventana y ... dejarse llevar por el ritmo de la naturaleza. Después de unos años acelerada, la bailaora frenó y se propuso ir a «destiempo». Una crisis «necesaria» que le dejó varias lecciones: «He descubierto el poder que tiene dejar que las cosas fluyan sin forzar nada». Su trilogía de la guitarra (la tercera parte llegará a Málaga en 2023) fue la consecuencia de ese volver a la esencia, a funcionar de otra manera. Y 'Carnación' es el siguiente paso. Con el León de Plata de la Bienal de Danza de Venecia y el premio Positano de la Danza recién conquistados, la malagueña presenta este viernes en la Bienal de Flamenco de Sevilla su nuevo espectáculo, un canto a la emoción que mueve el mundo y su arte: «Toda mi trayectoria artística es puro deseo».
-En pocos meses ha recibido el León de Plata de la Bienal de Danza y el Positano de la Danza. ¿Los premios aportan más confianza o presión?
-La verdad es que los disfruto. La presión intento no tenerla, no imponérmela, sino celebrarlo y disfrutarlo.
-Su discurso en Venecia fue muy revelador: no se lo quiso dedicar al esfuerzo, sino a la fragilidad. Llama la atención en alguien que siempre se ha relacionado con la fuerza.
-Quizás que lo diga yo suena más raro por todo lo que me ha dado el esfuerzo y el sacrificio. Pero también he descubierto el poder que tiene dejar que las cosas fluyan sin forzar nada, y me resulta muy interesante ese camino.
-Porque todos tenemos fragilidades y debilidades…
-Claro, y reconocerlo ya es un gran gesto de valentía. Y utilizarlo también es un acto de creación por lo que se descubre. El arte me va enseñando.
-Después de haber pasado por una, ¿le ha perdido el miedo a las crisis?
-Nunca le tuve miedo, son totalmente necesarias. Otra cosa es que no sea agradable transitarla. No hay miedo sino confianza. La vida tiene un sentido y el camino a veces se tuerce, pero es el que tienes que recorrer.
-¿Ahora se siente más realizada que hace cinco años?
-Siempre me he sentido completa, con o sin crisis. No es cuestión de realizarse, sino estar en el lugar, en el presente y abrazar tu momento, sea cual sea.
-Aquella crisis vino de una necesidad de romper con las dinámicas de una gran compañía de danza, de volver a la sencillez en cierta forma, ¿se puede ir a otro ritmo en este mercado tan competitivo?
-La corriente va muy ligera, la verdad (risas). Ir a contracorriente o a destiempo requiere un esfuerzo de compromiso con tu ser. Basta con arrimarte a la naturaleza, salirte de ese círculo, y la naturaleza te enseña muy bien los tiempos, la contemplación y la lentitud de las cosas.
-Imagino que La Aceitera, su casa y residencia artística en pleno campo de Sevilla, le ayuda a eso.
-Sí, siempre necesito contacto con la naturaleza y no tengo tanta necesidad de ruido. Es mi pequeño paraíso.
-¿Tiene ya televisión?
-No, no tengo (risas).
-'Carnación' gira en torno al deseo. Dicen que el amor es el motor del mundo pero, ¿quizás lo es el deseo?
-Sí, tan sencillo y tan fuerte como eso que has dicho. El deseo mueve al ser humano. No me baso en un deseo actual, de uso y desuso rápido, de desechar y de consumir rápidamente, no es un deseo goloso, es un deseo mucho más espiritual, más misterioso y también más místico.
-¿A Rocío Molina qué deseo le mueve?
-Toda mi trayectoria artística es puro deseo. Está narrado en cada una de mis obras.
-Envuelve 'Carnación' de música sacra y electrónica.
-Sí, hay una mezcla muy interesante que hemos trabajado con la ayuda de Paco, Niño de Elche. Pone su voz con una soprano, un dj, una violinista clásica y un coro que hace repertorio sacro.
-¿Escucha música contemporánea?
-Me interesa todo tipo de música, pero no estoy al día mucho de la música actual. Aunque el otro día estuve en el concierto de C. Tangana y me gustó.
-¿Siente, como se ha dicho, que vivimos un momento de liberación de las bailaoras?
-Me parece muy bien que las bailaoras alcemos la voz. El panorama flamenco está encabezado ahora por la mujer, y eso da mucha alegría. Realmente siempre hemos estado ahí y que ahora se vea lo que la mujer siempre ha hecho y que lo haga con más seguridad, con ese convencimiento y más libertad es bueno.
-Y con menos vergüenza. Ahora las mujeres flamencas, incluida usted, hablan sin tabúes de la menstruación, de parto, de orgasmo…
-El flamenco ha sido como todas las artes. Está bien que se revise el papel de histeria, de culpabilidad y de malvada que se ha dado a la mujer a lo largo de toda la historia. Siempre nos han contado una historia de la que había que sospechar mucho. Está bien que se estén contando las cosas como son.
-Y es curioso que eso se entienda como una provocación cuando lo hace la mujer. Si un bailaor sale desnudo a escena nadie dice nada.
-A la mujer siempre se le ha juzgado mucho más, siempre ha tenido que estar más recatada y en silencio para que el hombre pudiera tener más libertad. Al final se siente provocado quien mira. La libertad de expresión no debe ser una provocación sino una liberación.
-¿Cómo lidia con los comentarios y las opiniones de los otros?
-Como estoy un poco apartadita del mundo, tengo el 'efecto caracol', soy muy exigente con a quién escucho una crítica. Siempre de personas que toman compromiso con ellos mismos, no conmigo. La opinión de la mayoría no es algo que me deba importar, si no no podría ser yo. No le presto atención.
-¿La opinión que más le importa es la de su madre? Se intercambian mensajes muy emotivos en Instagram.
-Sí. Los padres están apoyando siempre, pase lo que pase.
-¿Le ha hecho sufrir mucho?
-¡A mi madre! Como cualquier hija. Yo creo que de eso no se libre ni madre ni hija.
-¿Y ahora que es madre la entiende más?
-La verdad es que sí, se entienden muchas cosas de tu propia madre cuando eres madre.
-Cuenta que en el ritual que hace antes de una creación, toca sus manos y las acerca hasta los ovarios. Es muy simbólico. ¿Hay que tener un par de ovarios para hacer lo que hace?
-La creación surge de ahí, imagínate qué lugar más poderoso para encontrarte contigo misma y enfrentarte a la creatividad. Se me van solas las manos ahí.
-Aunque ya no busque el dolor de forma consciente, bailar duele. ¿Cree que hay fecha límite para estar en el escenario?
-Viendo todo el recorrido que llevo, que trata de cambiar de pieles, de aceptar cada momento y cada estado físico y emocional, entiendo que no hay fecha de caducidad. Solo cuando el deseo se apague, que será cuando muera. Porque de otra manera siempre podré bailar. La Chana baila sentada con las rodillas y los pies fatal, y bailando es la única manera que no le duelen las articulaciones.
-Las bailaoras que empiezan ya le nombran entre sus referentes. ¿Se siente así?
-Me gusta, me parece bonito, aunque ni siquiera haya tanta diferencia de edad. Me da vértigo porque veo lo que aceleré la vida en su momento, pero me resulta muy bonito. Yo también admiro mucho lo que va apareciendo.
-¿Cuándo vuelve a Málaga?
-El año que viene, en 2023, estaremos con la tercera parte de la trilogía de la guitarra, 'Vuelta a uno'.
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