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En el reino de las penumbras
Línea de Fuga ·
La Casa de Brenan necesita una estrategia, no tanto cultural como administrativa y jurídicaSecciones
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Línea de Fuga ·
La Casa de Brenan necesita una estrategia, no tanto cultural como administrativa y jurídicaPuede que haya una vocación de raigambre en su deseo de no destacar de antemano, en su fachada blanca, limpia y sin aspavientos, en sus ... portalones de madera y las rejas en las ventanas, en la modesta maravilla de las baldosas en el suelo, la robusta sencillez de sus estanterías de madera, como las sillas de enea colocadas con mimo en el piso de arriba, junto a mesas también de madera que dan ganas de acariciar como a un cuerpo familiar y desnudo que espera sin prisa en un lugar que nunca es de paso, como la Casa de Gerald Brenan en esta calle de Churriana de acera estrecha y dos carriles para el tráfico, uno por sentido.
Aunque tenga poco sentido que a un lugar como este no se le esté sacando mayor provecho, o mayor lucimiento, según el color del cristal del despacho con que se mire. Por eso resulta casi una justicia poética el título de la maravillosa exposición que la Casa de Brenan ha inaugurado esta semana: 'In the twilight kingdom' (En el reino de las penumbras), de Chema Cobo, que ha vuelto a entregar una experiencia fascinante y potente, irónica y lúcida, a quien se quiera asomar a sus obras, desde sus grabados de los años 80 vistos en el Metropolitan Museum de Nueva York hasta las deliciosas acuarelas que ha realizado para este proyecto. Pinta Cobo con la delicadeza de sus azules y amarillos la penumbra de un país instalado en la escala de grises que tan bien escribió y describió Brenan en libros como 'La faz de España' o 'El laberinto español'.
Pero esa penumbra parece proyectarse también sobre la propia casa del hispanista, cuyo devenir a menudo recuerda a ese inicio memorable de 'El amante', la novela de Margarite Duras: «Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde». Porque la Casa de Gerald Brenan ha cumplido ya siete años y parece que todavía no ha encontrado su sitio. Y no se trata de su ubicación en la periferia de la periferia, sino a la ausencia de algo parecido a una estrategia, no tanto cultural como administrativa y jurídica. Porque a menudo se olvida que lo primero depende mucho de lo segundo, que para que una institución funcione, por modesta que sea, necesita combustible presupuestario, pero también, a ser posible, que no se encuentre más palos en las ruedas de los que ya ofrece la situación ahí afuera.
La Casa de Brenan ha traído en los últimos meses varias alegrías selectas, que en estos tiempos oscuros puntúan más que doble. Desde la exposición de Enrique Brinkmann a principios de agosto hasta el depósito por parte de la familia Pranger de un manuscrito inédito de Brenan, junto a varios libros que le acompañaron durante toda su vida, desde las trincheras de la primera guerra mundial hasta su vejez en Churriana. Uno de esos volúmenes, las 'Obras completas' de Rimbaud con las que Brenan se fue a la guerra, descansa ahora en una vitrina de la exposición de Chema Cobo, un artista que vive aquí desde hace décadas y cuya obra forma parte de las colecciones del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, del Met neoyorquino y del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago. Claro que Chema no se dedica al pasilleo en las covachuelas. Él pinta, dibuja, lee, mira, piensa y no se calla. Y al final siempre se queda insatisfecho, con dudas, aunque en cada obra regale, de nuevo, una obra como una ventana y un espejo, un haz de luz clara en este reino de las penumbras.
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