Estaba en boga la «otra sentimentalidad» en la poesía española. Versos en torno a la experiencia personal, en lenguaje coloquial, casi al modo de cierta canción ligera. Y en esas, aquel joven poeta compareció en el Centro Cultural Provincial con una presentación proyectada en una ... cinta de vídeo y un librito apátrida de tapas desvaídas incluido en la efímera colección Newman, titulado 'Brixton Hill'. Traía versos con este: «El poema es una operación a vida o muerte». Nunca volvieron a invitarle a una velada poética, pero aquel vídeo de 1986 luce ahora en una esquina del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en los primeros compases de 'Yendo leyendo, dando lugar', la amplia retrospectiva que repasa cuatro décadas de disidencia artística del malagueño Rogelio López Cuenca.
Publicidad
Y López Cuenca (Nerja, 1969) resopla bajo las bóvedas blancas de la tercera planta del Edificio Sabatini. «Es que no estoy acostumbrado a tanta atención», confiesa, medio en broma, medio en serio, un creador a caballo entre la poesía visual y la crítica institucional. «Aquí el proyecto es el propio Rogelio», lanzaba este martes el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, sobre el montaje que podrá visitarse hasta el próximo 26 de agosto y que coloca al autor malagueño en la primera línea del circuito museístico internacional. Una circunstancia que López Cuenca asume con serena distancia, hasta el punto de poner en cuestión la propia idea de museo; o mejor, cierta idea de museo que ahora parece hacer fortuna y que vincula su actividad a la escena turística y el conteo de visitantes.
Un «cuestionamiento permanente», en palabras de Borja-Villel, que palpita en la trayectoria de López Cuenca, desde aquellas acciones urbanas de los años 80 y 90 del siglo pasado de la mano de los colectivos Agustín Parejo School y UHP que abren el montaje hasta la instalación 'Las islas' presentada con motivo de la exposición del Reina Sofía. Y en uno y otro ámbito, un hilo común: el trabajo colaborativo. Allí, con Juan Antonio López Cuenca, Alain Piñero y Antonio Urbano; aquí, junto a Elo Vega. Porque, como sostenía este martes el autor malagueño, «no existe la obra de arte singular».
Y esa reivindicación de lo colectivo, esa desconfianza en la soledad del supuesto genio, fue llevando al joven poeta desde los versos hasta las artes visuales en un «deslizamiento accidental» que encontró una máxima que López Cuenca no ha abandonado desde entonces y que une ambas disciplinas en torno a obras como la de Joan Brossa, Isidoro Valcárcel Medina y la suya propia: «La lectura es un hecho creativo». Así surgen los primeros óleos sobre lienzo a partir de tipografías que abren el recorrido de la exposición. Pinturas de los años 80 y 90 presentadas detrás del perímetro de seguridad de un cordón policial amarillo con letras negras que rezan: 'Do not cross art scene'. No pasar, escena de arte. El becerro de oro de la Historia del Arte devenido en relato, el icono transmutado en lenguaje.
Iba surgiendo así en la obra de López Cuenca un «tercer territorio» híbrido entre lo plástico y lo textual que alcanzaba una de sus cumbres en la instalación 'Read state' (1992), realizada después de una estancia de dos años en Nueva York y expuesta en una sala específica en el Reina Sofía. Un engranaje de imágenes reproduciendo fragmentos de palabras con el que López Cuenca incide en su «reivindicación de que es el lector el creador del sentido del poema», del «carácter lingüístico de toda obra de arte». Porque en su propuesta, López Cuenca sublima el 'nosotros' frente al 'yo', el diálogo frente a la perorata.
Publicidad
«Se nos ha secuestrado la posibilidad de entender que las imágenes son también un lenguaje y así somos más vulnerables frente a manifestaciones como la publicidad», ofrecía este martes López Cuenca durante el paseo por su exposición. Una muestra que se detiene de manera prolija en otros de los asuntos cruciales de su obra: la reflexión en torno a la ciudad. Y aquí, otro giro de tuerca, tan consecuente como lógico en su discurso: la asunción de la señalética pública como materia prima para denunciar el ruido visual y la perversión conceptual de los discursos dominantes. «La decisión de trabajar con materiales preexistentes, de no añadir más elementos de consumo a una sociedad que no los necesita, es profundamente política», sostiene Borja-Villel en uno de los textos del catálogo de la exposición.
De este modo, en plenos fastos de 1992, con las Olimpiadas de Barcelona y la Exposición Universal en Sevilla, López Cuenca alumbra piezas como 'Bandera de Europa', que cambia las estrellas amarillas sobre fondo azul por los logotipos de grandes corporaciones empresariales, o su 'Bienvenidos', que muestra sobre la iconografía de la Unión Europea la imagen de un policía con la porra en alto. Disidencias políticas que López Cuenca lleva de lo internacional a lo local para devolverlas como un icono universal.
Publicidad
Sucede con su proyecto 'Málaga 1937', también representado en el Reina Sofía. El propio artista recordaba este martes que la propuesta nació como un encargo por parte de la Diputación Provincial de Málaga para que creara un monumento en recuerdo de 'La Desbandá', la huida de cientos de miles de malagueños por la Carretera de Almería bajo los bombardeos de las tropas fascistas. López Cuenca le dio la vuelta al encargo y lo convirtió en un proyecto multidisciplinar que despojaba aquel episodio de la tentación del folclorismo localista para llevarlo al terreno de la construcción de una memoria colectiva borrada por los vencedores de la Historia. Ese afán cobró forma en una serie de instantáneas y textos históricos sobre aquel suceso, sólo que López Cuenca disocia, de nuevo, imagen y texto para provocar en el espectador, otra vez, una luxación entre lo que espera ver y lo que tiene delante.
«Aquí todo parece una cosa y es otra», repite López Cuenca a lo largo de la exposición que repasa cuatro décadas de trabajo y que desemboca en la sala donde los héroes de las vanguardias artísticas de hace un siglo aparecen como protagonistas de revistas de moda. Un panteón de hombres ilustres a modo de giro irónico, porque «si la vanguardia pretendía diluir el arte en la sociedad» esta instalación firma casi la «venganza irónica de la disolución de la vanguardia en el mercado del arte».
Publicidad
Porque no hay tregua ni complacencia en el discurso de López Cuenca, arribado en el Reina Sofía en la nueva instalación titulada 'Las islas'. Una alineación de maniquíes masculinos, blancos y asexuados, lucen camisas hawaianas. Pero recuerden, aquí todo parece una cosa pero es otra. Y así, entre el estampado selvático surgen personajes y escenas del pasado de dominación occidental sobre aquellos territorios. Porque en los sueños de evasión de buena parte del mundo «siguen latiendo las fantasías del colonialismo». Un shock anafiláctico en la pieza de López Cuenca, espoleado por la proyección de imágenes procedentes de la publicidad del turismo del todo incluido.
Porque, en palabras del director del Reina Sofía, quizá todo el trabajo de López Cuenca, desde aquella presentación de joven poeta hasta aquí, no sea más que un «ejercicio de sabotaje». Y este lo ejecuta desde dentro, en el corazón del sistema del arte.
Publicidad
Una nave lateral del Edificio Sabatini se abre casi como un tenderete. Un traje de faralaes con estampados de 'Las señoritas de Avignon', tazas, platos, vasos, postales, un paño de la Verónica con el retrato del artista y varios expositores con postales. Es la recreación de 'Casi de todo Picasso' (2011) la instalación donde Rogelio López Cuenca destila su revisión crítica del apropiacionismo en torno a la figura del artista malagueño. Una revisión, justo, en el hogar del 'Guernica' (1937), icono picassiano por excelencia.
«La práctica artística es un lugar desde el que se puede plantear un relato alternativo», sostenía este miércoles el artista malagueño durante la presentación de una retrospectiva que también se detiene en una de las máximas que cruzan su obra reciente: la denuncia de la 'picassización' de la escena cultural malagueña. Ese cuestionamiento lo deslinda López Cuenca en una doble vía: de una parte, «la construcción de un relato a partir del hecho fortuito del nacimiento de Picasso en Málaga» y, de otro, la «forzadísima malagueñización de Picasso» apreciada por parte de López Cuenca.
«El archivo de López Cuenca se convierte en el instrumento de una arqueología bidireccional de la relación entre Málaga y Picasso. Por un lado, se arroja luz sobre el proceso de aplicación de la marca Picasso a la ciudad y los efectos que causa en su historia urbana, política y cultural. Por otro, al invertir la dirección de la mirada, López Cuenca evidencia la creación de un Picasso típicamente andaluz, que resulta instrumental para alcanzar el fin característico de la reconversión capitalista-cultural de la ciudad», escribe Marco Baravalle en en catálogo de la exposición para rematar: «Se trata de un proceso atento a la producción de un Picasso 'diverso' sobre todo si lo contraponemos a la imagen que internacionalmente se tenía, al menos desde hace dos décadas, del artista cosmopolita y republicano por excelencia».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.