El 'ranking'
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Línea de Fuga ·
La inclusión en el Observatorio de la Cultura representan un reconocimiento cabal a un esfuerzo titánico y a menudo incomprendidoHubo un tiempo en el que nos presentaban algunas exposiciones según el puesto que el artista ocupaba en un 'ranking' de influencia y cotización en el mercado del arte internacional. A la izquierda de la página web donde los inseguros mirábamos esas cosas había una ... tabla con los nombres de los autores del último siglo como en la clasificación de la liga o la Vuelta a España y en el centro de la pantalla salía un gráfico con la evolución del susodicho según varios medidores, al modo del precio de las acciones de una empresa cotizada en Bolsa o del carrusel deportivo de la muerte que desde hace un año coquetea con anestesiarnos frente al abismo cotidiano de la enfermedad y la ausencia. Nos decían entonces que el artista que teníamos delante estaba entre los cinco, los diez o los cien primeros autores en ese 'ranking' y el mero asunto de la pertinencia parecía resuelto, visado con un sello moderno y extranjero.
Puede que por esa necesidad de aceptación venida desde fuera gusten tanto los 'rankings' en provincias, sobre todo cuando salimos nosotros. O puede que suceda algo más general y etéreo, el simple anhelo de comprender el mundo desde una perspectiva medible, la tranquilidad de que alguien te diga cuáles son las diez mejores novelas del siglo XX, los veinte discos imprescindibles del milenio presente y las veinte cosas que debes hacer antes de cumplir los 50. Basta con abrir el navegador de Internet y teclear la dirección de algunas páginas donde antes había noticias.
A los neuróticos y los despistados también nos tranquiliza hacer listas porque nos ofrecen la ilusión de una seguridad inventada, un ancla en nuestras arenas movedizas. La lista de la compra en la que siempre falta algo, la lista de las tareas del colegio y su plazo de entrega, la lista de cosas que convendría arreglar en la casa antes de que se terminen de caer a cachos. El siguiente paso es intentar no perder la lista, colocarla en un lugar lo bastante visible para que no se olvide y lo bastante apartado para que no agobie. El frigorífico suele ser una buena opción, aunque la marabunta de la puerta fría amenace con engullir la lista entre los dibujos infantiles, los menús del comedor escolar (para no repetir plato en la cena) y el catálogo de imanes que traían los abuelos de sus viajes cuando se podía viajar.
Casi el único viaje del verano pasado fue regresar a Genalguacil para vivir de nuevo la magia de sus Encuentros de Arte, que han vuelto a una de las listas más pintureras de la industria cultural patria. Un pueblo con menos de 400 habitantes metido en el 'ranking' de las mejores citas culturales de Andalucía según el Observatorio de la Cultura de la Fundación Contemporánea. Ahí sigue también el ciclo Tëlmo Dice, organizado por la Escuela de San Telmo. Y La Térmica, algunos museos de la ciudad, el Teatro del Soho y, en todo lo alto, el Festival de Málaga.
Y más allá de la distancia debida a este tipo de listados, la inclusión de iniciativas como estas en un año como este, sobre todo en casos tan modestos como Genalguacil y San Telmo, representa un reconocimiento cabal a un esfuerzo titánico y a menudo incomprendido, cuando no minusvalorado. Desde la apuesta de una pequeña escuela pública en la colina de El Ejido hasta el convencimiento de quienes hicieron posible el festival de cine contra viento y pandemia. Destellos desde aquí en el 'ranking' de la cultura, entendida también como una forma de resistencia. Y ya se sabe que quien resiste, gana.
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