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«Te voy a decir una cosa. Cada vez tengo menos complejos a decir la verdad, me parece muy bonito expresarte de verdad en los ... medios», dice al otro lado del teléfono Rafael Riqueni desde la clínica-residencia en la que vive. Y en ese tono de sinceridad y cercanía se produce toda la conversación, una charla en la que el maestro de la guitarra habla de sus logros profesionales pero también del dolor de sus muchos años de oscuridad. Sin filtros ni doblez. El guitarrista sevillano vuelve a Málaga este domingo con un repertorio aún inédito e incompleto dedicado a la cueva de Nerja, un nuevo milagro artístico que confirma su resurgir en la música y en la vida (Teatro Cervantes. 19.00 horas. 30 euros).
«Ni yo ni nadie del flamenco se esperaba esto», afirma con humildad. Hace unas semanas homenajeaba a Paco de Lucía en el Carnegie Hall de Nueva York y el mes que viene actuará en París. Entre medias, hará parada en el Teatro Cervantes de Málaga. «Y yo creo que los flamencos son los primeros que se están alegrando muchísimo, porque en el fondo sentían que era una pena, que cualquier día me iba a ir».
Riqueni se refiere a ese tiempo de «vida marchita» en el que perdió la ilusión y se hundió en las adicciones, en unos excesos impulsados por un trastorno bipolar no bien tratado. El suicidio de su padre, la primera persona que confió en su talento y le animó a seguir su propio camino, supuso «un antes y un después», una caída libre a los infiernos del guitarrista que había tocado el cielo siendo un adolescente. Con catorce años ya había ganado los dos principales premios nacionales de guitarra; con 34 grabó 'Alcázar de cristal', su sexto álbum y el último antes de un largo silencio de dos décadas.
Riqueni resucitó en las discográficas en 2017 con su celebrado 'Parque de María Luisa', una obra de «impresionismo flamenco» que se llevó el aplauso de la crítica y del público. Pero su lucha por volver a ser quien fue empezó seis años antes, cuando Paco Bech, un gran admirador de su música, le hizo reaccionar con la promesa de grabar un disco y un documental. No fue fácil. Hubo recaídas, ingresos en clínicas, cambios de tratamientos psiquiátricos, retiros en la naturaleza (y vuelta a empezar todo una y otra vez), pero juntos lo consiguieron. Salió el disco y ya ha llegado también a las pantallas el documental, dirigido por Bech, que retrata desde 2011 esa gesta personal de Riqueni.
Desde su regreso, los grandes nombres del flamenco han buscado su toque preciso y delicado, desde la cantaora Estrella Morente a la 'danzaora' Rocío Molina, con quien protagonizó la primera parte de su 'Trilogía de la guitarra'. «Menuda artista más colosal. Nadie como ella se ha sentado en el suelo del escenario a escucharme tocar como si estuviéramos los dos en la playa», recuerda. Pero también le quieren las nuevas generaciones. Hermosa es la colaboración con Dollar Selmouni, un joven artista urbano, en 'Mi Mera Mera': Riqueni con traje chaqueta rasgando la guitarra, Dollar Selmouni con su chándal y anillos de oro mirándole como quien contempla a dios. «Cada vez que lo veo me impresiona y me emociona. Me hace casi llorar, me parece precioso el contraste de las dos generaciones», dice el maestro.
Y le impacta más porque Riqueni no se acuerda de ese momento. «Me han hecho una resonancia magnética del cerebro. De la medicación y de toda esa época tan sufrida por mi parte, tan agónica, han detectado un poco de deterioro en el cerebro. Hay cosas que no recuerdo bien», cuenta. Cuando le mandaron el vídeo, tuvo que preguntar a los suyos cuándo y cómo lo había hecho. «Me lo pidió mi hijo y, como buen padre, le dije que sí», añade entre risas.
Ahora sí está ahí para él, pero durante años no fue así. Y es lo que más le duele. «No me he perdonado del todo, he cometido muchos errores. Cuando Rafa, mi niño, era pequeño no lo atendí como debí, yo estaba en otro mundo. Se me viene a la mente y hago 'fuera, fuera, fuera'. Me lo quito tocando, paseando o como sea, porque no puedo con ese recuerdo», confiesa.
Pero todo eso «ha pasado». Lleva una rutina, se cuida y toca todos los días, al menos un ratito. «Porque a veces hay que ser valiente para coger la guitarra», bromea. Y sigue componiendo. 'Nerja', el repertorio que presentará en Málaga, es lo último, una «fantasía descriptiva» de la cueva, una especie de cuento musical con la historia de esos niños que descubrieron la gruta de forma fortuita tras colarse en el interior de la Tierra. Reconoce que ha llegado a un punto en el que se ve capaz de hacer lo que quiera con la guitarra, en el que la seis cuerdas no le ponen «impedimentos» al sonido que busca. «Y eso es fuerte. Y también suerte», concluye.
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