Le tocó cerrar la edición de este año: Rafael Ramírez pisó el escenario del Festival Internacional del Cante de las Minas en torno a la una de la madrugada. Un rato antes en el 'backstage' hacía abdominales para activarse y mantenerse alerta para la competición. « ... El cuerpo está dormido a esas horas», explica. Pese a todo, subió a las tablas y arriesgó con un palo poco habitual para el baile, la caña, una apuesta que le valió el pase a la final. Al día siguiente la ganó. El bailaor esteponero se hizo este verano con el premio Desplante del prestigioso encuentro flamenco de La Unión, un galardón que marca un punto de inflexión en su carrera. «Ahora es mi momento», confirma la última revelación del baile jondo.
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Triunfar en una de las grandes mecas del flamenco es un «escaparate» incontestable. «Antes del premio bailaba igual que ahora, esto no me ha cambiado; pero el Desplante te pone un sello de calidad, te avala para que puedas tener tu carrera en solitario», admite. Por eso su meta es sacarle el máximo partido, que sirva de aldabonazo para impulsar una trayectoria que empezó mucho tiempo atrás.
Rafael Ramírez tiene 28 años y baila desde los tres. A los once ya zapateaba para los turistas en los tablaos de los hoteles de la Costa. Se formó en el Conservatorio Superior de Danza de Málaga, pero su «maestra por excelencia» en esto del arte jondo fue La Lupi, artista malagueña referente del baile flamenco. También aprendió de nombres como Rafael Campallo, Pastora Galván, Óscar de los Reyes, Javier Barón... «Mis padres fueron el enlace para llegar a todo esto. Era tan pequeño que sin ellos no podría haber hecho ni la mitad de lo que hice», les reconoce.
Rafael Ramírez entró en el circuito profesional como parte de importantes compañías como las de David Coria, Rafaela Carrasco y María Pagés. Con ellas sigue recorriendo los festivales de España y, hasta la llegada de la pandemia, zapateando por medio mundo. Ha montado espectáculos a pequeña escala y ha actuado en solitario en tablaos tan señeros como Casa Patas o Villa Rosa en Madrid y El Arenal en Sevilla; pero el malagueño quiere más. Rafael Ramírez quiere dar el salto del cuerpo de baile a primer bailaor de su propia producción. «La meta es que se te reconozca por tu nombre, que se escuche por lo que tú haces para llegar al máximo número de gente posible».
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Para ese paso serán fundamentales los 5.000 euros del Premio Desplante. «Ahí se va a ir todo. Esto es una inversión constante, nunca se para de ganar y de perder. Pero podré hacer el proyecto que yo quiera», declara. En diciembre empezará a montarlo con la idea de estrenar en el primer trimestre de 2022. «Va a ser la carta de presentación para abrir la puerta a mi carrera en solitario», afirma el malagueño.
Su baile combina lo antiguo, las líneas y la estética del flamenco tradicional, con un toque contemporáneo. Su trayectoria le ha llevado a esa mezcla. Con María Pagés o Rafaela Carrasco manda lo clásico, mientras que David Coria es más innovador y vanguardista en sus movimientos. «Y me gusta que se refleje en mi baile toda la gente por la que he pasado».
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Porque está convencido de que el premio del Festival del Cante de las Minas no es un galardón por los dos días del concurso. «Es un reconocimiento a toda tu trayectoria, porque expones el resultado de todo tu recorrido. Tu fuerte». El suyo se mostró en la semifinal en forma de tarantos y cañas, a las que añadió un elemento clásico para darle más hondura: el sombrero. «Me gusta rescatar lo antiguo y que no se pierda la esencia». Para la final optó por tarantos, el palo por excelencia de La Unión, y seguiriyas, un baile sobrio con el que resulta complicado captar la atención. «Pero sabía que si salía bien, iba a ser una buena elección», analiza.
No se equivocaba. Rafael Ramírez se alzó con el premio en una de las ediciones más malagueñas del festival. Amparo Heredia Reyes 'La Repompilla', de una de las sagas flamencas más reconocidas de Málaga, se hizo con pocas horas de diferencia con la prestigiosa Lámpara Minera arrancándose por malagueñas y rondeñas, entre otros muchos cantes.
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No era la primera vez para Rafael Ramírez. De hecho, el esteponero se presentó a esta edición para quitarse «la espinita» de 2018, cuando llegó hasta la semifinal. «Me quedé con la miel en los labios». Y sabía que llevarse el premio le daría una oportunidad única para que los focos se fijaran en él. «Si lo ganas se te abren muchas puertas, hace que confíen más en ti. Estoy muy contento de haberlo logrado. Ahora toca darle visibilidad y que no se quede solo en un mero premio». Que este sea el 'desplante' definitivo.
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