Migue Fernández

Rafael Canogar: «Lo que necesito ya es todo el tiempo para mí»

«Yo sé la edad que tengo, pero pintando me siento joven», afirma a sus 88 años el artista, que ahora expone en el Thyssen

Martes, 19 de septiembre 2023, 23:55

En su catálogo personal hay casi 7.000 obras, pero Rafael Canogar (Toledo, 1935) no siente que su producción esté completa. Ni por asomo. A ... sus 88 años, cada mañana acude al estudio y pinta todo lo que puede. «Todo el tiempo que me dejan». Único representante del colectivo El Paso y uno de los pocos supervivientes de la vanguardia española, Canogar dedica hoy sus días a «buscar la belleza» en la pintura. Es el último desafío de una vida marcada por el éxito temprano, el reconocimiento internacional y el aval de un mercado contra el que muchas veces se ha rebelado para seguir su propio camino. Una mínima parte de esa inmensa trayectoria se expone hasta el 10 de diciembre en el Museo Carmen Thyssen. La excusa perfecta para hablar con calma con quien es historia viva del arte, un hombre serio y correcto, pero extremadamente amable y sincero.

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–Su producción roza las 7.000 obras. Solo en 2023, según su página web, ha realizado 30 obras. Es un artista insaciable.

–Soy trabajador, y llevo más de 70 años trabajando profesionalmente, porque empecé muy pronto. La primera exposición mía fue a los 16 años y ahora tengo 88. Es como si hubiese vivido ya dos o tres vidas de diversos artistas, y por eso también he evolucionado. No puedo imaginarme estar haciendo la misma pintura que hice en los 50, cuando no tiene nada que ver la realidad española de aquellos años a la de hoy.

–Detrás de todo arte siempre hay una búsqueda. ¿Ha encontrado lo que buscaba?

–Indudablemente hay siempre una búsqueda, pero cuando se encuentra, el artista debe de saber eludir las trampas que el éxito te presenta. Porque a partir de un cierto éxito, todo el mundo quiere tener obra de eso con lo que has tenido éxito. Y el peligro está en repetirte una y otra vez, porque el mercado te lo pide. Se pierde la condición de creador y te vuelves un productor de ti mismo.

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–Hay que estar, entonces, en permanente búsqueda.

–Hay diversas formas de ser de un artista. Picasso fue un hombre al que le influyó muchísimo sus circunstancias, sus mujeres, todo lo que le ocurrió en su vida. Y en el otro extremo estaría Morandi, que se encierra en una habitación, se olvida de lo que ocurre en el mundo y, con cuatro cacharros, crea un mundo bellísimo.

«Tengo que empezar a aprender a estar ausente»

–Y usted, ¿de qué extremo está más cerca?

–Yo me encuentro más en el lado de Picasso, en esa forma de reaccionar. El periodo actual que vamos a ver aquí nace en Sevilla en el año 92. Mi mujer y yo compramos una casa en la parte antigua, una casa del XVI que estaba en muy mal estado, había que reconstruirla. Y todo lo que vi en esas paredes, la belleza de esa materia, a mí me inspiró enormemente. Ese fue un periodo de 14 años.

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–Es obra de su colección. ¿Cuántas piezas suyas conserva?

–No lo sé, pero a veces compro obra mía.

–Para recuperar las de aquel momento en el que vendía todo lo que hacía…

–Efectivamente. Nosotros, los artistas vanguardistas de los años 50, nunca pudimos imaginar que íbamos a vender nuestra obra. Pensábamos que teníamos que hacer eso porque habíamos tenido esa revelación y teníamos que enseñar nuestra obra al mundo. Pero sabíamos que eso era muy difícil de entender. Y de pronto, empecé a vender todo. En el año 58, mi generación fue a la Bienal de Venecia y todos los museos, críticos de arte y coleccionistas querían tener o hablar de nuestra obra. Yo no pude guardar para mí porque tenía dificultad para reunir la obra que me había comprometido por contrato a entregar a la galería. Yo compro mucho, pero no puedo comprarlo todo. Ahora mismo hay en Madrid un cuadro del año 59 que me encantaría comprar, pero es que ya sale algo caro. Pero yo sé que haría buen negocio comprándolo (risas).

«Lo que ahora me interesa es buscar la belleza»

–¿Sueña con un Museo Canogar?

–En la Real Fundación de Toledo, un sitio bellísimo, se va a montar el espacio Rafael Canogar como sala permanente. Pero también hay otro proyecto en Toledo de mayor tamaño. A mí no me preocupa mucho. Cuando sea mayor ya me ocuparé de ello (risas). Tengo hijos que son también artistas, aman muchísimo la pintura y sabrán muy bien defenderla.

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–Es importante gestionar un legado tan inmenso y que quede en buenas manos.

–Sí. Desde hace muchos años, tengo una web que es muy buena, donde están todos los cuadros, su propiedad y dónde se exponen. Quiero dejarlo todo de la forma más clara que pueda para un posible estudioso, para que no tenga las dificultades que la mayoría de artistas presentan para los historiadores. Yo he buscado muchísimo mi obra y tengo una biblioteca con montones de catálogos.

–Ahora muchos se creerán modernos, pero usted en los años 70 hacía cuadros con una gran carga crítica y con spray. Una técnica que ya dice mucho.

–Sí, pero ahora a mí lo que me interesa, sobre todo, es buscar la belleza. A mí me interesa fundamentalmente que mis obras sean objetos bellos, que sea un disfrute mirarlos. Aquella protesta quería ser universal y no nacional, sobre la cosificación del hombre manipulado por una sociedad. Yo dejé de hacer esas obras en el 75. Llegó la democracia, los partidos políticos y me desligué de dar imagen a esa lucha colectiva. Ya había otras formas más directas. Y la verdad es que la democracia que tenemos no me gusta nada, es frustrante, tenemos que luchar por perfeccionarla. Pero a mí me interesa más la belleza que bajar al nivel de esas pequeñas luchas políticas. Y también tengo que empezar a aprender a estar ausente. Yo ya voy a pocas exposiciones, no tengo tiempo. Me llaman muchas veces para estar presente en ciertos actos y no puedo, porque de mi generación ya quedamos tres, Luis Gordillo, Antonio López y yo digo. Lo que necesito ya es todo el tiempo para mí, para trabajar, porque lo que me queda de tiempo ya no es tanto.

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«Es como si hubiese vivido dos o tres vidas de diversos artistas. No puedo imaginarme estar haciendo la misma pintura que en los 50»

–Y quiere pasar ese tiempo trabajando.

–Sí, sí. Yo voy todos los días al estudio y procuro trabajar todo el tiempo que me dejan.

–Imagino que la familia le pedirá que no trabaje tanto.

–Protesta un poco, sí. Pero bueno, yo también hago un sacrificio y dejo a veces de trabajar para estar con la familia (sonríe).

–Dice que ha tenido que aprender a estar ausente. ¿Le ha costado aceptar esa realidad de no llegar a todo?

–Sí. Pero hay que ir desapareciendo poco a poco.

–Usted sabe que eso nunca va a pasar.

–Físicamente, sí. Pero a mí no me importa la edad. Yo sé la edad que tengo, pero pintando me siento joven. Yo nunca he tenido en mi estudio, frente a mis cuadros, la sensación de vejez.

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–Defiende el valor de la pintura por encima del espectáculo. Eso es ir a contracorriente hoy día.

–Claro. Y eso, a mantener distancia, también se aprende. Pintar cada vez es más difícil. Cada vez hay menos cosas que no se hayan hecho. Las facultades de Bellas Artes ponen cada año en la calle a un montón de jóvenes que quieren ser artistas. Y hay muchas ferias de arte con cientos o miles de jóvenes. Y cuando a un joven le invitan a estar en una feria, quiere llamar la atención. Y a veces esto es otra trampa. Lo que hay que procurar es hacer buenos cuadros y ser muy exigente contigo mismo como artista, y no tanto llamar la atención. Y no le quito mérito, ¿eh?, también es importante llamar la atención y de ahí surgen cosas, pero que no sea fundamentalmente eso.

–Usted prefiere emocionar a impactar.

–Sí, sí.

«La democracia que tenemos no me gusta nada, es frustrante, tenemos que luchar por perfeccionarla»

–Y ahora, en sus últimos cuadros, ha vuelto en cierta manera a su primera etapa, a las formas sencillas y al color.

–Sí, a la esencia. Un crítico rumano, hace muchos años, decía que una guitarra pintada por un cubista o por un surrealista o por un pintor figurativo, siempre es una guitarra. Pero cuando llegamos nosotros, los informalistas, ya no pintábamos una guitarra, era otra cosa. Buscábamos otro mundo, ese mundo profundo del ser. Para mí, lo fundamental era dejar marcada en mi obra la huella del artista, ese ha sido mi paisaje. En Toledo y en Madrid te ibas a las afueras y veías los campos trabajados. Esa forma de trabajar la tierra es como yo trabajaba mis cuadros. La materia, la impronta del artista sobre la materia.

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–¿Alguna vez imaginó que una inteligencia artificial haría arte?

–No me preocupa, al contrario. Yo creo que en este mundo tan tecnológico, tiene mucha más importancia esa individualidad, ese lenguaje propio del creador frente a esa masificación de tecnología. Eso va a ser el legado del creador a una sociedad futura, las obras individuales.

–¿Y le preocupa la deriva del mercado de arte contemporáneo, donde el valor de una obra se mide por los ceros que tenga?

–Las ferias de arte no me gustaban nada, muchas veces me manifesté públicamente en medios en ese sentido. Pero he cambiado mi opinión porque yo no puedo hacer nada, por lo tanto hay que aceptarlo. Una obra de arte necesita su espacio, necesita su tiempo y no ver un cuadro detrás de otro, cientos, miles de cuadros. Pero es lo que hay.

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«Lo que hay que procurar es hacer buenos cuadros y no tanto llamar la atención»

–Cuando triunfó siendo un veinteañero, ¿cómo gestionó ese éxito para no caer en la soberbia?

–Se gestiona mal, porque en el fondo no estás preparado. En una revista norteamericana de vanguardia, el director de exposiciones del MoMA hablaba del arte europeo y entre los seis o siete artistas, me mencionaba. ¿Cómo se gestiona? Pues yo creo que hoy día me sorprendería más que entonces, porque no tienes suficientes referencias. Hoy día me parecería un milagro que fuese así. Lo aceptas como algo natural, cuando no era nada natural.

–Menos en aquella España.

–Aquí ni nos miraban, no vendíamos nada.

–Una última pregunta. ¿Por qué decía antes que no le gustaba esta democracia?

–Yo creo que la democracia es muy débil. No es perfecta, pero es la mejor forma política para la convivencia. Pero tienes que mantener unas normas. Y el actual presidente no las está cumpliendo y por eso estoy muy disgustado con ello. Y la prueba es lo que está ocurriendo ahora. Para seguir, está dispuesto a llegar hasta donde sea necesario. Yo pertenezco a la generación del 78, yo luché por esa Constitución. Y es que se quiere destruir, realmente quieren hacer otra cosa.

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