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Decía las bromas con la cara muy seria y una pausa dramática que multiplicaba el efecto cómico. Le gustaba pasear a 'Turrón' por el barrio y prefería no cargar las tintas ni el café. De hecho, a menudo se pedía una nube. Por eso había un toque de justicia poética, también una inevitable melancolía, en el hecho de que un seminario llamado La Nube dedicara su primera jornada a recordar la vida y la obra de Pablo Aranda. A todos los Pablos que vivieron en Pablo Aranda, que contenía multitudes. Y así, por la reunión convocada por la Fundación Rafael Pérez Estrada fueron desfilando el escritor y el cronista, el amigo y el viajero, el novelista y el tipo extraordinario.
La cita se había mudado desde el salón de actos de Museo del Patrimonio Municipal hasta el auditorio del Museo Carmen Thyssen en un intento de conjugar el interés del público con las medidas impuestas por la crisis sanitaria. Lista de espera para ir de nuevo al encuentro de Pablo Aranda, fallecido el pasado 1 de agosto a los 52 años y ayer recuperado en la memoria de quienes le quisieron y leyeron, que para el caso es lo mismo.
Sirvió el encuentro para convocar el recuerdo de Pablo Aranda, pero también para tender puentes entre Aranda y Rafael Pérez Estrada, tan lejanos a primera vista, pero unidos por cuestiones cruciales para ambos como el humor, la inteligencia, el interés por Málaga como espacio físico y literario, la generosidad, la brillantez y la irrefrenable vocación escritora. Trazaron ese mapa de encuentros la gerente de la Fundación Pérez Estrada, Ana Cabello, y el escritor Antonio Soler, amigo de Aranda y Pérez Estrada.
Confidente de Aranda durante más de un cuarto de siglo, cicerone de aquel el escritor novato en el mundillo literario, Soler recordaba el primer encuentro con Aranda en la explanada de Santo Domingo donde ambos acudieron como voluntarios en un comedor social. El joven Aranda no quería darle al escritor Soler sus primeros textos y éste tuvo que descubrir aquella trama que le había adelantado en las páginas de 'La otra ciudad' (2003), primera novela publicada por Aranda y primeras líneas que Soler leía de él como jurado del Premio Primavera de Novela, del que acabó siendo finalista.
Rocío Peñalta. Profesora de la UMA
Pedro Ramos. Escritor
'La otra ciudad' le abría el campo literario el mismo año que 'Desprendimiento de rutina' (2003) le abría las páginas de este diario como ganador del primer Premio de Novela Corta convocado por SUR, donde Aranda pronto se convirtió en uno de los articulistas más queridos. Y esa bondad inquebrantable de Aranda llevó a Soler a una reflexión certera: «Pablo era bastante más complejo y sofisticado de lo que pueda hacer pensar su bonhomía. Para mí, habiéndolo conocido durante más de 25 años, habiendo viajado juntos y compartido muchos momentos, era menos complejo Rafael que Pablo«.
Compartió Soler que Aranda dejó una novela terminada que raya en lo más alto de su producción literaria. Y eso llevó a Cabello a lanzar una reflexión, casi un deseo: «La literatura consigue que algunos nombres se conviertan en eternos».
La eternidad de ganar una lectora que a los 20 años descubre los primeros libros de Aranda y que al pasar el tiempo se hace, en palabras del propio Pablo, la «mayor experta mundial» en su obra. Es la profesora de la Universidad de Málaga (UMA) Rocío Peñalta, que desgranó las claves de la obra literaria de Aranda a partir de tres características de sus textos: la querencia por la «novela de personajes», los monólogos interiores como «piezas de puzzle que el lector termina montando en su cabeza» y la duplicidad de los personajes que aparecen en sus relatos.
Antonio soler. Escritor
Ana Cabello. Gerente de la Fundación Pérez Estrada
Porque, al fin y al cabo, «los personajes de Pablo eran uno y muchos, como el propio Pablo Aranda, que cultivaba muchos géneros diferentes«, abrochaba el escritor Pedro Ramos, moderador en la intervención de Peñalta sobre la faceta literaria de Aranda y en la segunda charla sobre su faceta periodística a cargo del autor de estas líneas.
La escritura y la vida truncadas por una muerte anoche impugnada en un encuentro íntimo y cabal, como Aranda, al que tanto le gustaba Julio Cortázar, cuyo libro de cuentos asoma en la punta de la tecla, 'Queremos tanto a Glenda', para llevarlo a nuestro terreno, nuestro recuerdo y nuestra pena. Porque queremos tanto a Pablo...
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