Salvador Salas

Quan Zhou

La Granizada / Ilustradora y novelista gráfica
«Mis veranos de la infancia eran un tostón, ¡tocaba restaurante chino!»

Andaluza de padres chinos, ha sabido transformar el choque cultural que vive desde niña en arte a través de la ilustración y del humor. En octubre publica con Astiberri su quinto libro, la novela gráfica 'La Agridolce Vita'

Sábado, 12 de agosto 2023, 01:32

Tiene una risa escandalosa y contagiosa. Es muy directa y espontánea, con un gran sentido del humor y un acento que le delata. Una andaluza ... de los pies a la cabeza, aunque sus ojos achinados descoloque a más de uno y le obliguen a responder una y otra vez a la pregunta 'y tú, ¿de dónde eres?'. Quan Zhou, andaluza de padres chinos que regentaban un restaurante en Estepona, volcó ese choque cultural entre la tradición familiar y su crianza occidental en 'Gazpacho agridulce', su seudónimo artístico y el título de su primera novela gráfica. Luego llegarían tres más. Tras años compaginando la ilustración, el diseño gráfico y el activismo con un trabajo como consultora en Madrid, Quan Zhou dejó la oficina para viajar por el mundo y dedicarse por completo a su faceta creativa. Lo cuenta en 'La Agridolce Vita', la nueva novela que Astiberri lanza el 19 de octubre, gestada en Villanueva del Rosario. Poco después se marchará a Estados Unidos para dar clases en la New York University.

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–¿Qué responde hoy cuando le preguntan de dónde es?

–A veces respondo con un silencio porque intento interpretar qué es lo que quiere esta persona. De dónde eres nunca es de dónde eres. Suele significar 'confírmame lo que yo creo sobre ti' o 'no te termino de encajar'. Y luego la respuesta nunca satisface.

–¿Le molesta la pregunta?

–No me ofende, pero es muy tediosa, porque no te están preguntando solo eso. Como andaluza, yo soy muy directa y entonces le digo '¿qué quieres saber?' ¿Por qué sí tú me dices que eres de Sevilla ya está, y yo te tengo que dar una explicación de todo mi linaje ancestral para que tú te quedes contento? Hay días que me siento generosa y te puedo contar más y hay días que me limito a decir 'soy de Andalucía, pero de familia china'.

–¿Siempre se sintió diferente?

–Sí, lo que pasa es que al principio no sabía por qué lo era. Como todos los niños en la adolescencia, quería encajar y me esforzaba un montón, aunque no terminaba de entender qué significaba ser diferente por tu familia de origen.

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–¿El humor es una vía de escape?

–El humor para mí significa muchas cosas. A veces significa sanación, resistencia y ser subversivo. A veces significa agradar y, a veces, esconderte detrás. Yo siempre he sido una persona de risa muy fácil y de un carácter muy alegre. Antes era de un humor bastante más ácido que ahora, quizá porque ahora estoy más contenta conmigo misma.

–¿El humor le ha salvado de algo?

–No el humor, el arte como terapia. Y dentro de eso, está el humor en toda su extensión. Mi voz y mi tono es el humor, y sí, me ha salvado, me ha sanado y me ha servido para observarme y entenderme. Mi obra es muy honesta y muy sincera. Si te fijas y me conoces, puedes ver que yo estoy en todo lo que yo plasmo, sean cómics, ilustraciones o columnas.

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«No escapo a la frase 'qué bien hablas en español' esté aquí o en Canadá»

–¿Y cómo eran los veranos de su infancia en la Costa del Sol?

–¡Un tostón porque tocaba restaurante chino! Encima es temporada alta, vienen los madrileños… Había mucho curro y ayudaba mucho a mis padres. Pensaba 'por favor que llegue ya el otoño y el invierno en que yo mayormente soy estudiante y no camarera donde mis padres'. Prefería muchísimo más estudiar que estar en el restaurante.

–¿Sus padres se podían permitir tener vacaciones?

–No, no. Ellos tenían el típico restaurante chino y perdían dinero cerrándolo. Así que estuvieron año tras año sin vacaciones para poder subir un escalón y pagarnos los estudios. Ahora que no tenemos el restaurante, tengo algo de nostalgia, porque es un espacio que ya no es nuestro. Volver a Estepona y saber que eso ya no está, te da un pellizco de dolor. ¡Con lo mucho que lo odiábamos!

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–Entonces, ¿le ha cogido manía a los restaurantes chinos?

–¡Qué va! Me encantan. Soy muy 'pro' de ir a comer a restaurantes chinos (risas). Ahora, yo tengo un nivel de restaurante. Cualquiera no me vale, tengo un estándar de calidad (risas).

–¿Viaja a menudo a China?

–Sí que he ido bastantes veces. Antes no quería por el tema de la xenofobia adquirida, algo que he descubierto a posteriori. Todos los mensajes que yo recibía de niña eran muy negativos, que si los chinos son feos, que si nos quitan el trabajo… Todo eso hacía que yo no quisiera explorar nada esa parte. Ahora con la distancia creo que mi madre se sentía muy traicionada porque yo no quería saber nada de algo que era mío. Entonces estaba 'Humor Amarillo', he crecido con el chino cudeiro y con las bromas sobre el tema. Y ahora sale este programa infame de Prime, 'El castillo de Takeshi'. Dicen que con ese nombre ya no es racista, pero lo sigue siendo. Desde que yo empecé dibujando he recibido muchísimos mensajes de chicos como yo nacidos aquí que decían que se avergonzaban de ser chinos.

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–Después de la pandemia lo dejó todo para perseguir sus sueños. ¿Es tan bonito como suena?

–Para mí sí, no sé si es para todo el mundo, porque físicamente es cansado. Ahora hago muchas cosas, cosas que antes no podía coger porque tenía el trabajo de consultora y el trabajo de diseño. Fue el momento de decir 'o ahora invierto y apuesto por mi proyecto o mi momento no llegará nunca'. Me veía atrapada en Madrid. Y me dije 'pues si mañana me muero por otra pandemia, no me voy a quedar con esto de nunca haberlo intentado'. Yo pensaba que iba a volver a trabajar como asalariada en oficina. Hice el cálculo y tenía para seis meses. ¡Han pasado más de dos años y medio! (risas). Ser autónoma es difícil en España, pero soy más feliz que nunca. Ahora, de repente, el trabajo me llena. Para mí viajar han sido como unas vacaciones mentales. De no hacer activismo, de no estar en la posición constante de didáctica, de aprender de otros países…

–¿A los extranjeros también les cuesta ubicarla?

–Les sorprende que hable castellano de España. Una de las reflexiones que hago en la novela es cómo me leen a mí en el mundo. Y no escapo a lo de 'qué bien hablas en español', esté aquí o en Canadá, en Colombia o en Islandia. Pero es verdad que no me miran tanto, paso más inadvertida.

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