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Solos en aquellas madrugadas, los radioescuchas de comienzos de los noventa, hace treinta años nada menos, teníamos la costumbre de irnos con el transistor o el radio despertador, ese de números rojos o verdes enormes y antecesor cachivache de los móviles o de las tabletas, ... como mejor compañía de nuestra recién estrenada adultez. No había posibilidad de consumo a la carta: había que girar la ruedita hasta hallar algo que no fuera deporte, cosa difícil, y encontrar un poco de cháchara o una buena conversación antes de caer en los brazos de Morfeo. Menos mal que hubo oasis donde poder eludir la supremacía de 'Supergarcía' o de José Ramón de la Morena.

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diariosur Mil gritos tenían sus noches