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No sabe mucho sobre Málaga, solo tiene recuerdos vagos de historias que le contó su abuela Milagros. Ella era nieta de malagueños, pero la vida ... llevó a la familia hace décadas al otro lado del charco. Por eso no esperaba sentir ninguna conexión especial con este lugar. Pero nada más llegar aquí desde su California natal descubre que hay una calle con su apellido y tiene la necesidad de hacerse una foto con su nombre en la fachada del CAC y mandársela de inmediato a su abuela. «Está siendo un proceso emotivo», confiesa Mario Ayala (Los Ángeles, 1991). El artista estadounidense inaugura una exposición en el CAC Málaga que titula, precisamente, 'Milagros'. Es su primera muestra en un museo de Europa y la última de este CAC, antes de que el Ayuntamiento asuma su gestión el 18 de septiembre.
Como viene siendo habitual desde hace meses, solo el artista y la directora Helena Juncosa presentaron a la prensa la exposición. Ni rastro del comisario, Fernando Francés, ni del Ayuntamiento. Una imagen muy clarificadora de la tensión que existe entre ambas partes en la recta final de la concesión a Gestión Cultural y Comunicación, responsable del centro en los últimos 21 años. Junto con la colección de obras de Matías Sánchez que ocupan el espacio principal desde la semana pasada, esta propuesta de Mario Ayala cierra un ciclo en lo que un día fue un referente del arte contemporáneo en España. Después, se abrirá una nueva etapa bajo la dirección del Área de Cultura del Ayuntamiento -con lo que ello implica de control y transparencia, una de las críticas recurrentes a la gestión de Francés-, con una relectura de los fondos municipales y el recurso a comisarios externos para proyectos internacionales.
Pero de momento, hasta el 25 de agosto, en esta sala central circula el arte californiano de Mario Ayala. Hijo de madre méxico-americana y padre cubano, el joven se crio en Fontana, un centro estratégico de la industria del transporte donde su padre trabajaba de camionero. Ayala lleva así a la pintura el mundo del motor que le rodea desde niño y la estética de los anuncios de carretera. Cultura pop americana que conecta también con su identidad latina con ese guiño al 'lowrider' de la Costa Oeste, una forma de manifestación de la cultura mexicana-estadounidense que modifica coches clásicos. Su padre lo hacía y ahora él lo retoma en una serie de obras en las que tunea la trasera de vehículos, desde una camioneta a un tráiler pasando por un coche fúnebre.
Porque se da además una circunstancia: «En Los Ángeles necesitas el coche para casi todo». En esos largos trayectos, Ayala fotografía los automóviles con los que se cruza, los establecimientos a pie de autovía y la cartelería de la zona. Le sirven de inspiración para después añadirles personajes y elementos del Oeste americano, como el paisaje desértico o los guiños al vecino México de 'Parallel Parking 2'. Algunos lienzos adoptan la silueta del vehículo, como en 'Casa Sánchez' y 'Emilia's Torta', con la parte de atrás del coche plagada de referencias publicitarias, muchas de ellas en español pese a que Mario Ayala no lo habla (al menos, no en la rueda de prensa).
El artista cubre, además, toda una pared del CAC con un conjunto de 'tow signs', los carteles que se encuentran en los aparcamientos con advertencias a los conductores que Ayala personaliza con referencias a su abuela Milagros, a su nombre o al propio CAC Málaga.
Lo industrial, la señalización comercial, el tatuaje y el grafiti confluyen en su lenguaje visual. Unas obras que ejecuta con aerógrafo y con la misma pintura con la que se da color a las carrocerías. De hecho, sus primeros estudios fueron de pintura de automóviles en Los Ángeles Trade Tech. Todo remite a la Costa Oeste americana, pero Mario Ayala cree que en cualquier lugar donde hay vehículos se puede conectar con su obra, «no de manera sofisticada sino desde la experiencia» personal. Es consciente de que ese mundo que plasma empieza a quedar «caduco», porque evoluciona la estética y la misma industria del motor. Pero para él ese cambio significa «progreso, diseño, eficiencia», vehículos con nuevos enfoques, «más imaginativos». «Y eso da mucho juego», concluye.
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