Pepa Flores, refugiada en Málaga, la gran duda de la gala de los Goya

Desde que la Academia de Cine anunciara que Pepa Flores, conocida artísticamente como Marisol, recibirá el Goya de Honor 2020 en la gala de los Premios Goya en su tierra natal, mucho se ha especulado sobre su asistencia o no. La actriz y cantante declaró sentirse «muy honrada y agradecida por este reconocimiento», y por ello le dio las gracias a la Academia y le deseó «mucha salud» al cine español. Fuentes de la Academia de Cine ya confirmaron que, al contrario de lo que ocurre con los galardonados con el Goya de Honor, en esta ocasión no habrá rueda de prensa con la premiada ni tampoco ofrecerá entrevistas. Su hermana Vicky Flores fue la que confirmó definitivamente que Marisol «no recogerá el premio». Aunque todavía hay quien espera una aparición estelar.

Aquella chica de barrio de Málaga conoció a todos los grandes de su época. Se fotografió con John Wayne, trabajó a las órdenes de Mel Ferrer e hizo que Orson Welles sentenciara lo que muchos pensaban: «Marisol es el animal cinematográfico más impresionante que he conocido». Su éxito tuvo un primer responsable. O más bien, un creador: el productor Manuel J. Goyanes que persiguió a aquella niña de los Coros y Danzas de Málaga que había llamado la atención en los concursos radiofónicos de su ciudad hasta que consiguió firmarle un contrato. Y puso en marcha lo más parecido al 'star system' de Hollywood para hacer de Pepa el personaje de Marisol. Lo primero fue 'Un rayo de luz' (1960), en la que la joven actriz fue capaz de conquistarse al cascarrabias del director, Luis Lucia, con el que repitió en otros dos taquillazos, 'Ha llegado un ángel' (1961) y 'Los enredos de Marisol' (1962), donde sonó la mítica canción 'Tómbola'.

Aquella mina de oro había que explotarla y Goyanes forzó la máquina para ir a película/éxito por año. 'Marisol rumbo a Río' (1963), 'La nueva Cenicienta' (1964) y 'Búsqueme a esa chica' (1964), en la que interpretaba siempre a su personaje de Marisol, difícil ya de disociar ya de aquella niña de origen humilde que vivió una vida de privilegio, pero también de muchos sacrificios. La adolescencia hacía ya difícil mantener la imagen exclusivamente cándida de la actriz, pero su descubridor/dueño se resistía a dejarla crecer. Así llegó 'Cabriola' (1965)' para después aceptar que era hora de buscarle pareja en 'Las cuatro bodas de Marisol' (1967) y 'Solos los dos' (1968), rodada en parte en Málaga y con el torero Sebastián Palomo Linares como pareja.

El año clave en su vida fue 1969. Su productor le prepara la rutinaria 'Carola de día, Carola de noche' (1969), a la vez que lanza uno de sus grandes 'hits' musicales: 'Tengo el corazón contento'. Y mientras le sube el ánimo con aquella contagiosa cación a la España de finales de los 90, Marisol se metía de lleno en la familia Goyanes al casarse con Carlos , el hijo de su mentor. Pero lo que parecía una alianza sine die, tiene los días contados. La actriz no encuentra su sitio y protagoniza películas menores, 'El taxi de los conflictos' (1969) y 'Urtain, el rey de la selva... o así' (1969), a las que siguen un parón del que la saca Juan Antonio Bardem con 'La corrupción de Chris Miller' (1972), la primera en la que no canta y abre su verdadera etapa adulta. Pero para entonces su matrimonio está roto, lo que precipita también la ruptura de su contrato por vida con Goyanes padre. Con la libertad recién conquistada, Pepa Flores toma el mando con títulos como 'La chica del Molino Rojo' (1973) –cobró cinco millones de pesetas de la época por esta cinta–, a las que siguen algunos títulos de la transición como 'El poder del deseo' (1975), de nuevo con Bardem, aunque la cinta fracasa.

Ese mismo año participaría activamente en la huelga de actores y en mítines del PCE, mientras que en 1976 llegaría esa portada de 'Interviú' que hizo historia. Mario Camus la rescata para la gran pantalla en 1978 en 'Los días del pasado', una historia de posguerra y maquis en la que compartió la pantalla con su nueva pareja, Antonio Gades, y que le valió el principal premio interpretativo de su carrera en el Festival de Karlovy Vary. Sin duda una de sus mejores interpretaciones, aunque también un canto de cisne.

Carlos Saura la pone delante de las cámaras en 'Bodas de sangre' (1981) y 'Carmen' (1983), aunque su último gran trabajo fue la serie de TVE 'Proceso a Mariana Pineda' (1984). Pese al éxito de esta última, poco después se retira y rompe no solo con su leyenda, sino con la farándula. El éxito le había quitado su vida y decidió cobrarse la factura antes de que fuera tarde. Un compromiso personal que, pese a las tentaciones y continuas ofertas, nunca ha traicionado.