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La versión oficial dice que los académicos fundadores se enzarzaron en un debate sobre el nombre del premio que reconocería al cine español. Se habló de los Lumière, Buñuel, Soles y Goya. Y la cosa se terminó de zanjar cuando el director artístico Ramiro Gómez recordó que el artista aragonés había tenido un concepto pictórico cercano al cine. Pero antes de apostar por la estatuilla del pintor, la naciente Academia barajaba incluso más opciones. Concretamente, la Dama de Elche como símbolo de sus nuevos premios. Con esa idea, el primer presidente de la institución, el productor José María González Sinde; el cineasta Carlos Saura y el especialista Román Gubern se plantaron a mediados de los 80 en Verona (Italia) para encargarle la figura al escultor malagueñoMiguel Ortiz Berrocal (Villanueva de Algaidas, 1922; Antequera, 2006), que defendió durante toda una noche de intercambio de ideas la figura de Goya como el precursor del cinematógrafo.
Esta dualidad tan desconocida entre la Dama de Elche y Goya ha sido rescatada por la viuda del artista, Cristina de Braganza, que fue testigo de aquella reunión con nocturnidad en Italia y del encargo de la Academia. «González Sinde y sus acompañantes venían con la idea de una Dama de Elche, entre otras cosas porque su tocado recordaba a las bobinas de las películas», rememora la presidenta de la Fundación Berrocal, que añade que el escultor «les convenció de que Goya había compuesto una secuencia de cine tratando sus 'Caprichos' como si fueran fotogramas». La comitiva volvió a España con un doble convencimiento: la estatuilla debía ser un Goya y Miguel Ortiz Berrocal, al que habían elegido después de protagonizar en 1984 su primera exposición antológica en España en el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid, era el artista adecuado para el premio.
Todavía pasaron varios años hasta la celebración de la I gala de los Goya en 1987, pero Berrocal se puso a trabajar en la estatuilla, cuyo encargo se formalizó tras las visita de los miembros de la naciente Academia. El artista malagueño eligió como base una escultura de Mariano Benlliure, cuyo busto de Goya consideraba «el mejor», relata su viuda, que recuerda que esta elección fue un homenaje al propio escultor. Por ello, pidió a la Academia de San Fernando un calco en yeso de la pieza original, que respetó tal cual. «La intervención, invención y creación de Berrocal ocurría en el interior de la cabeza de la escultura del pintor», señala Cristina de Braganza al referirse al original diseño mecanizado del malagueño que al accionarse surgía de la cabeza de Goya un proyector con la silueta de España coronada por dos bobinas.
Un elaborado mecanismo, alimentado por baterías, abría la pieza escultórica para la salida de la creación de Berrocal, que llevaba su personal escultura desmontable y móvil a la estatuilla de los Goya. Todos los dibujos preparatorios y moldes para la creación de la estatuillase guardan ahora en el Estudio-Taller Berrocal que posee la familia del escultor en su localidad natal, Villanueva de Algaidas, y donde el público lo puede visitar.
La primera escultura de Goya fue entregada al entonces Rey Juan Carlos por González Sinde y el propio escultor en la gala de entrega de la primera edición de los premios, donde la estatuilla fue la gran protagonista junto a la película ganadora, 'El viaje a ninguna parte', de Fernando Fernán Gómez. La creación del artista malagueño no pasó desapercibida, tanto por su originalidad, como por sus 15 kilos. «Esto pesa más que yo. ¡Madre mía!», soltó la marbellí Rafaela Aparicio al recibir el Goya de Honor de la edición inaugural.
Al año siguiente, la Academia comenzó a tomar conciencia de que el busto que se entrega a los ganadores planteaba problemas técnicos. El peso de cada escultura fabricada en bronce la convertían en un objeto de difícil manejo, a lo que se unía también la complejidad de transportarlas desde el taller italiano del creador hasta Madrid. Por lo que al terminar el contrato tras la tercera edición, la Academia solicitó al artista José Luis Fernández una nueva versión, que adaptó la realizada por Berrocal.
La decepción del malagueño fue evidente. «Miguel no entendió que nadie le pidiera modificar o aligerar su propia obra antes de sustituirla por un pastiche sin avisarlo», afirma Cristina de Braganza que añade que el escultor, como recuerdo del encargo, grabó una Dama de Elche en el mapa de España que surgía de la cabeza de Goya. Una pieza de coleccionista que hoy vale su peso en oro. De hecho, la propia Academia de Cine solo conserva una estatuilla del original que diseñó Ortiz Berrocal y que se encuentra en la planta noble de la propia sede, en presidencia.
Durante las tres primeras ediciones de los Goya se entregaron 51 premios esculturas, que recibieron, entre otras, la mencionada Aparicio y la también malagueña María Barranco. En la propia Fundación Miguel Berrocal conservan solo el prototipo que sirvió para la creación de las escasas piezas en serie, cuyos poseedores no solo pueden exhibir su valía como cineastas, actores o profesionales del cine, sino también como un patrimonio artístico casi único. «No podemos ponerles un precio porque no están a la venta y son premios con el nombre del ganador», explica Beltrán Berrocal, hijo del artista y gestor cultural, que no obstante descubre que hace años salió a subasta una pieza de su padre. «Le habían quitado la placa, pero se descubrió que era robada, por lo que la policía recuperó la pieza y, por el número, se descubrió de quien era y se le devolvió», cuenta el descendiente del artista malagueño, que rehúsa decir el nombre del ganador de aquel Goya, aunque da alguna pista: «Tenía varios en casa y no se había ni dado cuenta de que le habían robado uno: el más antiguo y valioso».
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