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La producción de cine en Málaga ha logrado el espaldarazo al despegue de sus últimos años con la nominación al Goya por 'Paraíso en ... llamas', un corto documental que se puede ver en Filmin y que ha puesto en el escaparate nacional una historia jamás llevada a la gran pantalla: la caída de Málaga en la guerra civil. Un reconocimiento también al veterano director José Antonio Hergueta (Málaga,1966), que se hizo productor por necesidad y que rechaza esa visión del cine como un sector subvencionado. El cineasta es de los de martillo pilón y tiene incluso una ilustrativa metáfora sobre el cine y un mazo. Y ya está poniendo los clavos para convertir este galardonado corto en el largometraje 'Caleta Palace'.
–¿Dónde va a ver los Goya?
–En casa, aunque mi duda es si acercarme en zapatillas al Teatro del Soho y hacerme una foto. Lo de este año es insólito.
–¿Decepcionado?
–Si la Covid hubiera empezado hace un mes sería muy duro, pero con un año a cuestas ya tenemos hecho el cuerpo. Pero es una pena y espero que solo sea este año.
–¿Cree que se acabaron las grandes galas?
–Cuando ocurren estas movidas se instalan modelos nuevos y lo que viene es un nuevo tipo de evento que no sé si afectará a los Goya. Por lo pronto va a haber una gala y los nominados estamos en casa.
–¿Lo de verlo en zapatillas va en serio?
–Es que las galas son muy largas. Objetivamente me parece divertido y es tentador poner un fondo cómico a mi conexión, pero todavía no he decidido el 'outfit'.
–¿Cuál es la rival de su categoría?
–La abstención, que dirían los políticos.
–Ja, ja. Alguna será favorita.
–No me hagas hablar del rival.
–Le doy la vuelta. ¿'Paraíso en llamas' es el tapado?
–No sé si soy el tapado, pero sé que hay favoritas. Es curioso que, en los últimos años, esta categoría menor ha cogido un nivelazo. Este año hay un filme de Mabel Lozano que ha ganado premios, un relato de emigrantes y nuestra historia de la guerra civil. No está fácil, pero nuestra campaña para las votaciones ha sido buena al coincidir con el aniversario de la caída de Málaga. La nominación ha sido un regalo para que el filme se vea.
–¿Qué es lo que más le ha costado de esta candidatura?
–En 2017 necesitaba proyectos comerciales y me inventé 'Paraíso en llamas', que no era precisamente rentable económicamente y además quería dirigir yo. Era una contradicción con patas, pero lo he hecho. No solo me ha costado financiarlo, sino también encontrar el momento porque llegó la pandemia. Pero al poner en marcha el tren, cogió tanta velocidad que me tuve que tirar encima.
–¿Y por qué le interesaba la guerra civil en Málaga?
–Yo mismo me lo pregunto. Lo que pasó aquí parece que no era nada, pero lo fue todo. Fue muy desagradable y se habló poco, pero de repente me encontré con una serie de personajes extranjeros que escribieron de la caída de Málaga con profundidad y sinceridad. También mienten a veces, pero les pudo lo humano y la curiosidad. Entonces vi la forma de contarlo y ahí me emocioné porque con esta fórmula del falso documental podía experimentar y me ahorraba vestir a muchos extras de milicianos.
–¿Hemos tenido miedo a contar este pasado?
–Las historias de la guerra civil han estado sometidas a 40 años de silencio y temor. Por fortuna, en el 2020 ya tenemos otras cuatro décadas de normalidad. Y para contarlo siempre pienso en el relato humano y en evitar la simplificación de buenos y malos. Porque aunque yo sé quien empezó, la cosas son muy complejas cuando se desata una guerra civil o más bien incivil. La Desbandá sigue pendiente de ser contada. En 'Paraíso' hago un esbozo, pero da para mucho más porque mi película es sobre los últimos días de Málaga, el descubrimiento del filme. Y parte del hecho de que extranjeros, como Koestler, Gamel Woolsey o Gerda Grepp, se dieran cuenta de que en Málaga se anunciaba un desastre mundial que se vería después.
–Alguien le habrá dicho que mejor que no removiera el pasado.
–Claro. Me preguntan: «¿Por qué ahora?». Yo mismo vi de pequeño cómo se silenciaban cosas. Y entiendo a la gente mayor que piensa que no se debería contar, porque, cuando te han metido miedo, no se desactiva fácil. Pasa igual con la violencia de género o cualquier trauma. Pero tenemos que superarlo y, para ello, el cine tiene algo de sanador si se hace con honestidad y profundidad psicológica.
–¿La nominación es el empujón definitivo para el largometraje 'Caleta Palace'?
–Sirve para darte un espaldarazo y para que los números rojos del banco no escuezan tanto. Y para demostrar a los que dudan que hay proyectos que son viables e interesan. Ha sido medicina de santo.
–¿Números rojos? ¿Pero si los del cine son unos subvencionados?
–El cine se sigue viendo como un objeto decorativo. Y también como un negocio de riesgo, pero visto lo visto son muchos más gremios los arriesgados. Cuando me dan una ayuda del 15% de una película, yo busco el resto y justifico el 100% de la producción. Es decir, devuelvo al Estado mucho más de lo que ha puesto. Es erróneo que se perciban como inversiones a fondo perdido cuando son incentivos. Cualquier país del entorno invierte un cero más que nosotros y por eso nuestras sobremesas están llenas de 'tv movies' alemanas. Y en Málaga hemos comprobado que la cultura es un factor económico clave para dar de comer a una región.
–¿Se siente incomprendido?
–Me gustaría cambiar el chip de la gente. Mis propios amigos me hablan de las subvenciones. Es una confusión que seguirá así porque da mucho juego tener siempre a alguien para criticar, pero yo estoy cansado hasta del victimismo.
–Usted emigró a Madrid, pero regresó. ¿Es más fácil rodar aquí?
–En los 80 había una diferencia notable entre Madrid y Málaga. Pero cuando volví en el 98 era más interesante vivir en una autonomía y Andalucía disponía además de las historias más universales, desde los tartessos a la Conquista de América. Los de fuera lo ven claro y por eso vienen a rodar. Aquí nos faltaba demostrar que podíamos hacer una serie sobre la Sevilla del siglo XVII como 'La Peste'. Málaga también se ha dado cuenta. Me parece maravilloso recibir rodajes de fuera, pero ya no solo somos empleados de los que vienen, sino que hemos tomado las riendas. Una sociedad madura es la que cuenta su propia historia.
–¿La nominación beneficia al cine que se hace desde Málaga?
–Ayuda a visibilizar.
–¿Y cual es el reto?
–Somos más dependientes de lo privado que de lo público frente a otras ciudades más volcadas a la Administración. Y además estamos más abiertos a cruces internacionales. Si nos creyéramos más ese dinamismo, creceríamos de manera insólita.
–¿Me habla de la ciudad o el cine?
–Hablo de Málaga en general. Pero en la cultura igual, porque no solo se trata de que haya un Picasso o un Banderas, que es un regalo del universo, sino que esa circunstancia favorezca inversiones y cree un tejido. Solemos dar ventaja al que viene de fuera, mientras se piensa torpemente que el de dentro no es tan bueno o te va a pedir más dinero de la cuenta.
—¿Lo dice por experiencia?
—En una reunión con una televisión, me dijeron que una producción local era más cara que comprar una película americana. Y le respondí que yo podía bajar a la ferretería del Palo a comprar un martillo y salía más caro que en el chino, pero claro cuando ya nadie compre nuestros martillos cerrará la ferretería y dependeremos de los martillos chinos. Es decir, en vez de acabar esclavos de su catálogo, consigamos un flujo constante de producción que permitirá ser más baratos y tener alcance internacional. Málaga es una potencia, pero no nos lo creemos.
–En las últimas ayudas al cine andaluz, hubo una protesta de la asociación de productores malagueños porque no habían sido tenidas en cuenta las producciones de aquí. ¿Málaga está más lejos que Sevilla de la Consejería?
–Claro que hay centralismo y por eso siempre pongo la carga sobre nosotros. Tenemos que ser serios. Lo que ocurre en este no creérnoslo es que no batallamos tanto para tener igualdad de oportunidades con el conjunto de España. Falta lobby andaluz y lobby malagueño y por eso las cosas del cine no se ven. En Málaga, con la asociación, empezamos a ser un bloque y se gana mucho más juntos, sin necesidad de crear bandos, compartiendo los problemas y resolviéndolos. Ahora mismo teniendo una Junta de Andalucía presidida por un malagueño y notándose ciertos cambios, todavía no damos esa imagen de unidad y de creérnoslo.
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