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El 13 no es mal número. La superstición de esta cifra le ha sabido a gloria a Antonio de la Torre (Málaga, 1968), que ha tenido que esperar más de una década para que a su decimotercera nominación consiga, por fin, su Goya al mejor actor protagonista por 'El reino' ... . Un reconocimiento para un intérprete que lleva haciendo historia varios años como el más nominado de estos premios. Su candidatura se había convertido en un clásico, pero el reconocimiento final a su indudable talento y carisma se le resistía. Tras estar cerca con el callado y violento policía de 'Grupo 7', comerse la pantalla y lo que se pusiera por delante en 'Caníbal' o convertir una mirada tranquila en una venganza aterradora en 'Tarde para la ira', al final ha sido un tipo corrupto y cuestionable, su personaje del político Manuel López Vidal, el que ha 'medrado' para que De la Torre, ahora sí, levante los brazos y pueda reinar en los Goya.
El éxito le llegó tarde, pero su empeño en ser actor tiene mucho que ver con aquel chico de Ciudad Jardín al que le perdía el balón y los partidos en la calle. «Actuar es lo más parecido a lo que sentía al jugar cuando era un niño», ha confesado el hoy actor de la generación de la EGB, que en séptimo alternó los chutes a la portería con sus primeros pasos escénicos al apuntarse a clases de teatro. Nunca ha olvidado el título de su estreno, 'La historia de Pituchín y Pituchina', con una compañía colegial que se denominaba Grupo Arlequín. Lo acabó dejando al poco tiempo, pero el gusanillo ya lo tenía dentro. Aunque también guardaba otra inquietud gemela, el periodismo.
Comunicación fue lo que estudió en Madrid y su primera profesión, con prácticas de becario en estas mismas páginas de SUR en 1989. Le pegaba a la información deportiva –su debilidad por el fuengiroleño Juanito era más que confesa–, a la cultural y a la local, aunque en la redacción pocos se olvidan de su talante cercano y de sus capacidad para imitar a compañeros o al célebre 'butanito' radiofónico, como repitió en la gala de los Goya del sábado. Ya entonces, esa doble alma periodística e interpretativa pugnaban por salir a partes iguales. Tras vivir en Sevilla durante la Expo 92 con su amigo Alberto San Juan, éste le dijo que se volvía a Madrid a estudiar interpretación. Y con él, el malagueño.
Canal Sur se convertiría en su casa profesional y los Deportes en su vocación partida. Porque el actor crecía dentro de Antonio de la Torre y comenzaba a pedir paso. El trabajo en Sevilla lo combinaba con el AVE a Atocha para estudiar en la escuela de Cristina Rota y presentarse a castings sin descanso. Primero un tipo al fondo, después papeles en el que abría una puerta y, por fin, alguna frase.
La televisión le dio su primer papel importante, el recordado Pelopincho de 'Lleno, por favor' (1993), que siguió alternado con pequeñas apariciones en cintas como 'El día de la bestia' (1995) o 'Morirás en Chafarinas' (1995), 'Hola, estás sola?' (1995), que lo trajo de vuelta a Málaga para dar vida a un animador de hotel de la Costa del Sol junto a Candela Peña y Silke.
Durante la siguiente década, siguió con los pequeños papeles, como en los dos 'Torrente' que hizo junto al amiguete Santiago Segura o 'San Bernardo' (2000), que pese a su corto papel le permitió 'colarse' en la alfombra roja del Festival de Málaga donde se estrenó la película. Benito Zambrano también le dio un caramelo con el yonqui de la miniserie 'Padre Coraje' (2002), pero su año clave sería 2006. Pedro Almodóvar lo convertía en el breve y despreciable marido de Penélope Cruz en 'Volver', mientras que su amigo Daniel Sánchez Arévalo debutaba en el largometraje y le reservaba un papel. Secundario, pero papelazo. El bonachón hermano de Quim Gutiérrez en 'AzulOscuroCasiNegro', por el que conseguiría la nominación y su primer Goya. Un galardón que le abrió las puertas del cine cuando asomaban los cuarenta tacos a la vuelta de la esquina.
Pidió una excedencia en la tele, invirtió los sumandos y se transformó en un intérprete que se acerca a sus personajes con la curiosidad de un periodista. Y desde entonces, este actor que parecía dotado para la comedia, demostró que tenía una cara oculta para el drama. Una evolución actoral en plena madurez que le ha llevado a trabajar con los grandes directores del cine español: Álex de la Iglesia ('Balada triste de trompeta', 2010), Alberto Rodríguez ('Grupo 7', 2012), Manuel Martín Cuenca ('Caníbal', 2013), Gracia Querejeta ('Felices 140', 2015), Rodrigo Sorogoyen ('Que Dios nos perdone', 2016), Pablo Berger ('Abracadabra, 2017), a la vez que participaba en proyectos internacionales como la serie 'El infiltrado' (2016), junto al Dr. House, Hugh Laurie.
Personajes con lo han convertido en un indispensable de nuestro cine. Y que, como el propio actor confiesa, harían «llorar al niño que fui». Al niño de Ciudad Jardín.
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