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¿Por qué la 'abuela' Marisol no acude a los Goya?

¿Por qué la 'abuela' Marisol no acude a los Goya?

Cocina de maravilla y ha adoptado un perro callejero. Pepa Flores se ha olvidado de Marisol y solo piensa en cuidar a sus nietos alejada de los focos

Ester Requena

Sábado, 25 de enero 2020, 21:00

Es oficial. Pepa Flores, Marisol, no recogerá el Goya de Honor, fiel al retiro de la vida pública y profesional que se impuso en 1985. Dos de las tres hijas que tuvo con el bailarín Antonio Gades, la actriz María Esteve y la cantante Celia Flores, han confirmado que ellas subirán esta noche al escenario del Pabellón de Deportes Martín Carpena de Málaga para agradecer el galardón en lugar de su madre. «Hoy es la fiesta del cine español y mi hermana Celia y yo no podemos estar más orgullosas de representar a mi madre y recoger en su nombre ese reconocimiento tan bonito que con tanto cariño le otorga la academia y que tanta ilusión le hace, que es el Goya de honor. Felicidades Pepita. ¡Te lo mereces!», escribía María Esteve.

¿Dónde está Pepa Flores? Hace tres décadas que Marisol, o más bien Pepa Flores, decidió bajarse de los escenarios y no ponerse nunca más delante de una cámara. Camino de los 72 años, vive retirada de los focos en su Málaga natal, pero su nombre sigue levantando expectación por más años que pasen y más reposiciones que lleve 'Un rayo de luz'. Ahora ha vuelto al candelero tras concederle la Academia de Cine el Goya de Honor 2020 que, además, se entregará en Málaga. La gran pregunta es si acudirá a la gala a recogerlo, porque hace tiempo que decidió no acudir a homenajes ni galas donde se la espere. Ni siquiera se escapa a las premieres de su hija María Esteve o a los conciertos de su otra hija Celia Flores (tiene tres). Sólo hizo una concesión en diciembre de 2016 cuando salió al escenario del Teatro Cervantes para bailar 'Tómbola' durante un concierto en el que su hija Celia Flores presentaba su último disco: '20 años de Marisol a Pepa Flores'.

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Pepa Flores vive centrada en cuerpo y alma en interpretar lo mejor posible el papel de madre, hija y abuela. Y sin cámaras como testigo. «Pepa es la abuela que todos quisiéramos tener: cariñosa, simpática, tierna, protectora...», detalla Chencho Ortiz, actor y amigo de Pepa Flores desde sus tiempos de Marisol. A la lista de piropos se le suma el de buena cocinera. Los platos de cuchara son su especialidad. Borda la paella, que perfeccionó cuando vivía en Altea, aunque a su hija María le pirre su puchero con hierbabuena. Y cocina siempre con un vasito de vermut mientras tararea alguna canción al azar.

Su día comienza con la compra en un súper cercano y un buen paseo con sus perros (a uno de ellos, recogido de la calle, le tuvo que amputar una pata). Le gusta sentarse al sol en las terracitas de los bares que ocupan los bajos de la torre de pisos en la que vive. Sus vecinos llevan años acostumbrados a su presencia y la tratan como una malagueña anónima más... aunque en sus buenos tiempos llegase a vender millones de discos y a jugar en los jardines de El Pardo. «De vez en cuando alguien la reconoce y le pide un autógrafo o una fotografía, y nunca se niega», comentan en un bar del paseo marítimo. Reconocerla cuesta. Siempre va parapetada tras unas gafas de sol que ocultan sus famosísimos ojos azules. Porque de su época de Marisol, no quiere recordar nada. Ni que la llamen así. «Ha desterrado ese nombre de su vida y de su pasado», detalla uno de sus íntimos.

Siempre que puede se pasa la tarde jugando con sus nietos, Curro y Alejandra, hijos de Celia y Tamara. En su agenda de jubilada rasca tiempo para colaborar con varias ONGs, aunque sin acudir a actos públicos. Se limita a una labor silenciosa, como una voluntaria más. También ha dejado de manifestarse por el No a la guerra o a favor de los enfermos de sida, como antaño.

Galería. La vida de Pepa Flores, en imágenes.

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Galería. La vida de Pepa Flores, en imágenes.

En verano le gusta escaparse a una casita de campo que tiene en Frigiliana. Allí reúne a la familia en torno a un suculento ajoblanco con uvas de la comarca. Y de su mano siempre Mássimo Stecchini, su amor desde que hace tres décadas surgiera el flechazo con aquel joven de ascendencia italiana que echaba una mano a su familia en una conocida pizzería del barrio donde vive Pepa Flores. «Él fue su pasaporte a la felicidad», detalla sin dudarlo Chencho Ortiz. Y eso que pocos apostaban por la pareja cuando iniciaron su relación. Once años menor, Stecchini presumía entonces de una planta de galán con la que le devolvió la sonrisa a Pepa cuando acababa de divorciarse de Antonio Gades a causa de una infidelidad.

Precisamente, sus dos matrimonios frustrados le han hecho recelar de volver a pasar por la vicaría. «Con Gades fue muy feliz durante diez años y a raíz de casarse empezaron los problemas», recuerda su amigo Chencho. Por eso prefiere seguir sin papeles con el «amor de su vida, el que la calma y la sabe comprender, porque Pepa tiene su carácter...», advierte otra de sus amistades.

Les han ofrecido posar juntos en las revistas. Siempre se han negado. Pero es fácil verlos paseando y acudiendo a conciertos como el que ofreció Raphael hace unos años en Málaga. Se perdieron entre el público, aunque no se fueron sin saludar al artista en su camerino. Con él y su familia mantiene muy buena relación. En una de las últimas visitas de Natalia Figueroa a Málaga ambas se escaparon a comer y ponerse al día. «Mantiene el contacto con más personas de las que pensamos de su otra vida, como Luis Eduardo Aute... Siempre que viene a Málaga quedan para verse», revela un conocido.

A pesar de tantos años alejada del mundo de la farándula, los proyectos se acumulan en su mesa, algunos con muchos ceros. Se habla de que la habrían llegado a ofrecer un cheque en blanco para su vuelta al cine o la música. Su respuesta siempre es la misma: un no tajante.

Cheque en blanco

Ni siquiera acepta invitaciones que le puedan tocar la fibra sensible, como un homenaje que le tributaron músicos malagueños, entre los que no faltó su amiga Aurora Guirado, con la que rompió su silencio musical en el año 2000 para grabar a dúo en un estudio la canción 'Por primera vez'. Por más que lo intentaron desde todos los ámbitos, no lograron que Pepa Flores acudiese ni a recibir un ramo de flores. Solo les envió una carta de agradecimiento. Y eso que su pasión sigue siendo la música... pero en petit comité. «Es fácil que se arranque por algo de flamenquito en las reuniones con amigos con esa voz rota tan característica».

Muchos productores darían un buen pico por una de sus grabaciones caseras, porque el mito de la Transición sigue contando con un público fiel. La discreta abuela Pepa Flores se mantiene firme en su decisión de huir de un pasado del que se olvidó hace ya tres décadas. «Ahora es feliz».

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