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«Mira, no hay una gota de pintura en el estudio». Pedro Zamora abre los brazos y se gira sobre sí mismo, como un mago que intenta demostrar a la audiencia que no hay truco en el número que acaban de contemplar. Y en efecto no hay ni gota de pintura en esta casa hermosa donde suena jazz como telón de fondo.
Hay cientos de libros, algunos formando columnas y otros desparramados como una mancha de líquido denso. Un ejemplar de ‘Fin de partida’ de Samuel Beckett editado en inglés por Faber; tomos en color crema y verde de la Enciclopedia Salvat; ‘Rojo y negro’ de Stendhal en francés; ‘El viajero más lento’ de Enrique Vila-Matas casi intacto junto a un volumen sobre ‘Cerámica popular en Andalucía’.
Son la materia prima empleada por el artista malagueño para elaborar sus cuadros, a partir de las cubiertas de libros que encuentra, compra o recibe. «Mi pincelada es un fragmento de color que he cogido de la vida», anuncia Zamora, que ahora inaugura su tercera exposición individual en la galería Statuto 13 de Milán con una selección que supera las 40 piezas, reunidas bajo un título elocuente: ‘Bibliothek’.
«Dibujo mucho, pero desde hace más de una década trabajo con otros materiales. Primero fueron maderas y cartones y ahora me he centrado en los libros», avanza el artista malagueño, que ha presentado su trabajo en galerías de Madrid, Barcelona, Granada y Pamplona.
A los volúmenes encuadernados llegó Zamora en su búsqueda de colores, manchas y texturas capaces de urdir composiciones que, «dentro de su apariencia simple ofrecen su complejidad». De este modo, Zamora toma las tapas duras de las cubiertas de los libros, las selecciona según su color y tamaño en función de la imagen que quiere realizar y cuaja composiciones como ‘La florecita de San Francisco’.
«En apariencia, se trata de cinco flores sobre fondo negro. Pero, para empezar, hay más de diez tipos de negro en ese fondo, mientras que la flor roja tiene cuatro tipos de rojo; la azul, tres tipos de azul y así sucede con el resto de las imágenes que componen la obra», detalla Zamora, formado como arquitecto y volcado desde hace dos décadas en su faceta como artista, que en Italia también ha encontrado el apoyo de la Globart Gallery de Acqui Terme.
Sobre esa labor indaga el director de exposiciones de la Fundación Juan March, Manuel Fontán, en un clarificador texto incluido en el catálogo de la nueva exposición del artista malagueño: «Como artista, Pedro Zamora ha aplicado a la pintura, que tradicionalmente pertenece al ‘arte di porre’, arte de poner, el ‘arte di levare’, el arte de quitar, típico de la escultura. (...) Por eso, su obra es la de una especie de asceta contemplativo radical».
«Una de las cosas –sigue Fontán– que toda la obra de este pintor recoge de la basura es esa tradición del cristianismo oriental según la cual lo primordial son la contemplación y el amor antes que la acción y la voluntad de lucha».
Un amor que a veces duele como la corona de espinas sugerida en la instalación escultórica titulada, justo, ‘El amor’. Porque el dolor también es emoción y la emoción es la vida. También en el arte. Zamora lo sabe y lo pinta, pero sin pintura.
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