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Queda por ver si estamos ante el cacareado «fin de la Historia», pero sí que parece haberse terminado el alfabeto para designar a las generaciones que han exprimido el fin del milenio pasado y la llegada de este en el que estamos, al menos por ahora. A la Generación X de los nacidos en los 70 le siguieron las Generaciones Y y Z de los que vinieron al mundo (occidental) entre los 80 y los primeros años del siglo XXI. Los primeros también son los 'millennials', aquéllos que fueron arrojados a algo parecido a la vida adulta con el nuevo milenio. La generación «más preparada de la historia», emparedada entre dos crisis económicas globales, una precariedad laboral rampante y un horizonte, en el mejor de los casos, bastante difuso. Una 'Generación agridulce', crecida entre los algodones del progreso y madurada al fuego lento de la incertidumbre, que ahora toma las armas de los pinceles en la potente exposición que este jueves abre sus puertas en la Fundación Carlos de Amberes con un extraordinario protagonismo de los artistas malagueños y andaluces.
No en vano, de los 16 autores seleccionados en 'Generación agridulce', la mitad son andaluces y, de ellos, cuatro llegan desde Málaga: Julio Anaya,Imon Boy, Vanessa Morata y Javi Calleja. La nómina también ilustra la vocación del proyecto: poner a dialogar a los creadores de las Generaciones Y y Z (donde figuran Anaya, Imon y Morata) con algunos de sus principales referentes (el caso de Calleja). El encuentro, además, se produce a partir de unos ejes básicos pero irrenunciables, también ilustrativos, de la apuesta estética desarrollada por buena parte de los artistas de esta generación: defensa y uso de la pintura, fidelidad a la figuración y un pie estético en la tradición y otro en la cultura popular. Además, el montaje que abre sus puertas este jueves y que podrá visitarse hasta el próximo 11 de noviembre reivindica cierta vocación periférica a partir del envite planteado con las obras de autores procedentes en su mayoría de zonas como Andalucía, Mallorca o el País Vasco.
«'Generación agridulce' trata de cartografiar parte de una generación de pintores españoles que, nacidos/as desde los ochenta y hasta los noventa del siglo XX, pertenecientes a las generaciones 'millennial' y Z, no están gozando de una visibilización institucional en nuestro país, ni individual ni colectiva, a pesar de la indudable calidad, del retorno comercial y del eco internacional que poseen muchos de ellos«, ofrece el profesor de la Universidad de Málaga (UMA), crítico de arte y comisario de 'Generación agridulce', Juan Francisco Rueda.
«Así, nombres como los de Julio Anaya Cabanding, Ana Barriga, Imon Boy, Ela Fidalgo, Bel Fullana, Gala Knörr, Rafa Macarrón, Cristina de Miguel, Vanessa Morata, Adriana Oliver, Marria Pratts, Juan de la Rica y Miguel Scheroff, que concurren en esta exposición, vienen a representar, como si se tratase de la punta del iceberg, a un conjunto de artistas más amplio aún, que establecen numerosas conexiones y construyen un retrato poliédrico de esta generación que convenimos en llamar agridulce», apostilla el factótum de la exposición promovida por la Galería Mayoral y desplegada en la Fundación Carlos de Amberes.
Imon Boy, Vanessa Morata, Julio Anaya y Javi Calleja son los malagueños incluidos en 'Generación agridulce'. Estas son sus obras y las de otros artistas que forman parte de la exposición.
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Y justo la sede madrileña de la institución abre la puerta a uno de los diálogos más felices de 'Generación agridulce': el que tiende un sugerente puente estético entre Julio Anaya y Rubens. Para ello, el artista malagueño lleva a su terreno la 'Decapitación de San Pablo' (1887), de Enrique Simonet y Lombardo y expuesta en la Catedral de Málaga para establecer un intenso diálogo con 'El martirio de San Andrés' de Rubens, que suele colgar en la sede de la fundación. De este modo, 'Generación agridulce' sirve también para poner en contexto el trabajo de los tres artistas contemporáneos malagueños de mayor proyección internacional en este momento: Anaya, Imon Boy y Javi Calleja.
Tanto es así, que Calleja surge no sólo como referente plástico, sino también como pionero a la hora de abrir nuevos mercados -sobre todo, el asiático- a creadores y paisanos de generaciones posteriores como Anaya e Imon. Un mapa, de este modo, expandido desde la periferia hasta la cima del arte contemporáneo global en una exposición que busca y consigue «cierto aire de familia» entre los artistas representados, por usar la expresión del comisario del proyecto. «No rehúyen -sigue Rueda- al protagonismo del color ni al empleo de formatos que se adentran en lo monumental».
Y cierra el comisario: «Esta exposición ha de ser entendida como un ensayo que permita tomar conciencia de la existencia de una serie de artistas en nuestro país que trabajan con la pintura de un modo convergente a como lo hacen en otras latitudes; del hecho de que en sus producciones enuncian un modo de pintar (uno de los muchos que pueden ser enunciados en una práctica tan amplia y en continua reformulación como es la pictórica), convirtiéndose así en un valiosísimo gozne con su tiempo, con las preocupaciones, intereses y circunstancias que han operado en una generación familiarizada con lo agridulce».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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